Se dice que cada uno nacemos con algún tipo de don, pero que somos nosotros mismos los que lo acabamos por descubrir o, en muchos casos, lo perdemos para siempre. Pablo Gómez Romero es un hombre que sí fue capaz de encontrar su especial habilidad. La de él concretamente es la de entender a los caballos. Algo esencial para la doma de estos animales, que es a lo que él se dedica desde que era un niño. En esta entrevista detalla con exactitud sus claves en esta práctica y cómo se encuentra el panorama equino en la actualidad.

-¿Desde cuándo se dedica a la doma de caballos?

-He desempeñado esta tarea desde que era pequeño. He estado rodeado de caballos toda mi vida pero desde los 16 años lo he llevado a cabo de una forma más profesional. Gracias a dos maestros me dedico a esto. Mi primera etapa estuvo marcada por el domador de Medina del Campo, Isidoro Pérez. Gracias a sus clases descubrí este mundo tan apasionante. Más tarde, tuve la suerte de toparme con el gran Rafael Arcos. Bajo varias veces a lo largo del año a sus instalaciones de Umbrete (Sevilla) para tomar clases y así profundizar en los conocimientos porque no me conformo nunca con lo que sé.

-¿Qué significa para ti la doma de caballos?

-Es una tarea muy complicada. Yo digo que para dedicarse a esto hay que tener un don. Es verdad, que a base de mucho trabajo también se consiguen cosas importantes pero si no naces con la capacidad de entender su lenguaje es muy difícil desempeñar esta profesión. A lo largo de los años vas adquiriendo experiencia y te vas dando cuenta que no es el caballo el que comete los errores, sino que eres tú que no has sabido tratarlo como se merece y para eso sin duda es muy importante tener recursos. La gente que desconoce este mundo cuando ve en una muestra a los caballos moviéndose con clase, se asombra por el propio caballo, pero tienen que saber que lo que hace el animal es gracias al jinete. Sin esta confianza, el caballo estaría perdido.

-¿Qué ejemplares son los que habitualmente doma?

-No hay ninguna raza en especial que haya domado más que otras. He tenido a todo tipo de ejemplares: árabes, hispanos, ingleses, alemanes?Pero sin duda estos últimos, junto con la raza inglesa, son los más difíciles por norma general porque son los caballos de sangre caliente. Éstos se intentan domar para unas tareas a las que por naturaleza no están predestinados. Estas razas están hechas para correr y la gente en muchas ocasiones pretende que acaben realizando unos movimientos y el caballo se molesta y le cuesta mucho acabar entrando. En cambio los caballos españoles o árabes son mucho más dulces y, es verdad, que son más fáciles de domar pero como siempre te topas con casos que no cumplen la regla.

-¿Cómo es la rutina de su trabajo y cuánto tarda en dejar un ejemplar formado?

-A todos los potros al principio se les da cuerda y se les empieza a poner la montura poco a poco. Más tarde los voy soltando al trote y al galope y a partir de ahí les voy encurbando las piernas y le saco la pica. Todo ello dentro del recinto. En este punto es donde de verdad empieza la verdadera doma. Es muy importante que se lleve a cabo estas tareas sobre el caballo para que al final el potro coja elasticidad. Esto suele durar entre seis y diez meses, pero esto no acaba aquí. Luego cada dueño luego debe seguir con estos ejercicios para completar la doma. En los casos en que se quiere sacar el caballo a concurso la duración de este primera etapa es algo mayor. Es importante aquí no tener prisa porque luego cualquier pequeño fallo te puede condenar en los concursos. Para salir a la pista hay que haber estado con el caballo durante dos años impartiéndole la doma. El primer año en las instalaciones y luego para conseguir la confirmación del caballo se necesita otro, pero esta vez bajo la tutela del amo.

-¿El caballo requiere autoridad o cariño?

-Es fundamental ser muy cariñoso con el potro, sobre todo en los primeros momentos. Hay que ser especialmente cuidadoso con los ejemplares que vienen muy fuertes. Hay que cepillarlos todos los días y tratar de darles cariño pero en ciclos muy cortos de trabajo. Por norma general tardas tres o cuatro meses en conseguir el respeto de los caballos. Si intentas apretar más de lo normal puede llegar a pasar que el caballo no vuelva a entrar jamás.

-¿Qué es lo que habitualmente le piden los propietarios?

-Principalmente piden la doma vaquera. Quieren que el animal haga un cambio de dirección, una media vuelta a las piernas. También es usual que requieran un apoyo o un desplazamiento. Estos movimientos son los básicos en el arreglado en vaquera, que también es como se conoce a este tipo de enseñanza.

-¿La doma la desempeña de forma profesional o por afición?

-La desempeño de forma profesional. Todo el capital que tengo es mi cuadra de doma de Fuentesaúco y mis caballos. Dedico más de diez horas al día a mi trabajo pero como es algo que me apasiona y no me cuesta. Además el trabajo lo compatibilizo con las lecciones de doma. Ahora mismo imparto clases a diez niños y a seis mayores, que vienen desde varias regiones de España.

-¿Cómo ha afectado la crisis en su sector?

-En cuanto al trabajo de la doma no he tenido ningún problema. Es más, me encuentro en un momento en el que la cantidad de trabajo me desborda. Pero a la hora de vender ejemplares no encuentro las facilidades de antes. He llegado a vender entre 50-60 animales por año, pero ahora apenas consigo traspasar a 20 en ese mismo periodo de tiempo. En mi caso me sería imposible dedicarme plenamente a la venta.

-¿Cuáles son las consideraciones que debe tener alguien que quiera un caballo?

-La manutención no es tan costosa como parece. Es verdad que hay que estar bastante pendiente de ellos, ya que es un animal bastante delicado. Pero como mucho te puede suponer 70 euros al mes en cuidados. Herrajes cada tres meses o la comida diaria son los principales gastos pero no supone un gran desembolso.