«Por gusto no me hubiera ido de Santa Cruz de Abranes, pero nos echaron con la Reserva de caza. Nos echaron a todos» así de contundente se expresa Manuel García Rodríguez ya jubilado en su pueblo natal.

Los vecinos de Santa Cruz de Abranes dicen sufrir con rigor todos los problemas que genera la Reserva. El último problema es el impago y los atrasos de los daños provocados por ciervos y jabalíes en la cosecha de castaños y en los árboles frutales.

Sobre la mesa de su casa están los dos partes de daños presentados el pasado año, que detallan 800 kilos de castañas, tasados el 6 del octubre, y el de daños en arbolado, concretado en dos manzanos de tres años y 1 peral de 1 año. La producción de manzanas perdida es de 50 kilos.

Hacen hincapié en que sobre los partes firmados por los funcionarios de la Reserva se aplica ahora una rebaja de un 30 por ciento por exceso de valoración. Este proceder sorprende a los afectados por los estragos de la fauna «porque si no confían ni en sus propios guardas, a ver en quién va a confiar el técnico». El calificativo más generoso que le aplica el explicativo Manuel es «un superdotado de despacho».

Del mismo parecer son el resto de las personas que presentan el escenario en cuestión, Trinidad García, Manuel García, José Rodríguez y Felicidad López, también jubilados pero que viven largas temporadas en el pueblo natal.

La Reserva y la protección de los animales sobre las personas arrinconaron a los vecinos del pueblo. En los años 50 vivían en este enclave de la Sierra de la Culebra más de 40 familias de la agricultura y la ganadería. En todas las casas había una considerable hacienda para la subsistencia, aunque también había excedente de castañas que se vendía fuera.

En cada casa podía haber una media de 7 u 8 vacas, un burro, 15 ó 20 ovejas y otras tantas cabras. Ahora queda algún burro y las vacas más cercanas son las de Calabor, en la frontera, que ni si quiera pueden ir a pastar a Santa Cruz, porque «como han dicho los guardas, estaban antes los ciervos que las vacas». Las extensiones de brezo eran antes cultivos de centeno y patatas. La sorpresa aguarda en una ladera, detrás de Santa Cruz. Los vecinos no se han puesto a contar pero solo en la ladera al naciente habrá entre 2.000 y 3.000 castaños más que centenarios, alguno roza, si no supera, el millar de años. Y ahí radica buena parte del problema, la concentración de ciervos y jabalíes machacan la producción de castañas y todo lo que aflore en el terreno. «No podemos ni plantar fuera del pueblo, y los árboles frutales que plantas los machacan» manifiestan casi a coro. La tasa por árbol frutal será de unos 6 euros, pero echan cuentas sobre «lo que cuesta el árbol, el tiempo que inviertes en plantarlo, los cinco o seis años que tarda en empezar a producir y las manzanas que dejas de recoger». Los vecinos que se han atrevido a plantar frutales los tienen parapetados en cercas que llegan casi a los dos metros de altura. Aún así, comentan, los ciervos saltan y se dan el festín. Los ciervos se alimentan en Santa Cruz. Los propios vecinos calculan que el 50% de la población de ciervos se ubica en estas laderas resguardadas y donde tienen abundante comida.

El grueso de los daños está en los castaños. Nadie se ha molestado en estudiar la cantidad de castañas que devoran, pero para hacer valoraciones están los vecinos. Unos 40 kilos de castañas come un ejemplar de los grandes. Los cérvidos comen la castaña entera, y los jabalíes se molestan en quitar la cáscara exterior.

La mayor parte de los ciervos medalla de oro salen de este territorio, como fruto de los daños que soportan los vecinos. «Cuando llega la berrea el pueblo parece una romería». En época de caza, «cuando matan un bicho no pasan ni por el pueblo para que no nos enteremos», pero al final todo se sabe, hasta el número de puntas que tenía el trofeo. Indigna el trato a los cazadores locales, que pagan su permiso y solo tienen 12 días de caza menor al año. Manuel García hace tres años que no saca la licencia, pero ve que a Santa Cruz de Abranes «va a cazar todo el mundo. Si un guardia está destinado en Puebla puede ir a cazar en la temporada, mientras que un descendiente del pueblo, con fincas y casa, tiene que estar dos años empadronado para poder cazar perdices o conejos, que prácticamente han desaparecido del terreno». Y como dicen, «que venga el presidente que le enseñamos los prados y las fincas donde se alimentan los ciervos y los jabalíes».

Cuenta una de las vecinas que «por la noche oían berrear a un ciervo a escasa distancia de casa. ¡Todas las noches! Pero un día después de oír dos tiros no lo volvieron a escuchar». Cuando la mortandad de ciervos, hace dos veranos, «no vinieron a retirar ningún animal y eso que llamamos a Sanidad. Aquí aguantamos el olor hasta que desaparecieron los restos». Solo en los terrenos de Santa Cruz, con unas 3.000 hectáreas, debieron morir varias decenas de ciervos.

En casa de Manuel «en los años 60 se recogían 5.000 kilos de castañas, que se llevaban directamente a vender a Zamora». Ahora no sé si recogeremos 1.000 kilos entre todos los hermanos».

La castañicultura es un cultivo ancestral y solo con ver el porte del arbolado es un cultivo más que milenario en Santa Cruz. La mayor parte de los propietarios limpian y cuidan el escenario «pero la gente se va cansando y va dejando de limpiarlos». Dada la extensión de castaños, que ocupan cientos de hectáreas desde el fondo de los valles hasta la corona del pueblo, se recogían las castañas de forma ordenada, unos días tocaba una zona, otro día otra, y volvías a la semana. Allí estaban las castañas en el suelo. Ahora lo que cae desde la tarde a la mañana se lo comen los animales. Hay que ir a diario y solo recoges lo que cae en las horas del mediodía.

La otra estampa que duele es la de los incendios. Critican que la autoridad acuse gratuitamente a los vecinos de incendiarios. El grupo de vecinos recorre en tractor el paraje de los castaños del «Frade», achicharrados. El fuego recorrió «Los Adiles», «El Cerro», «Las Llagas» hasta llegar al «Frade». Las Cabuercas se libraron. El daño está ahí: unos 100 castaños particulares afectados. El operativo de incendios no logró impedir que se quemara el arbolado más apreciado por los vecinos. Para los residentes no tiene lógica el cortafuegos y la perimetración que se trazaron rodeando la vaguada de castaños, el principal bien que había que haber salvado. Solo la lógica se explica cuando al otro lado de la montaña está el pinar y en la ladera contraria el pueblo. Tampoco se repara en las paredes, marcos y daños en las fincas sobre las que se ejecuta la perimetración. A los vecinos se les acusó de este incendio y sostienen, indignados, que «a nadie del pueblo se le ocurre quemar sus árboles. Eso no lo quema uno del pueblo».

La muerte de estos especiales seres vivos de gran porte, algunos con 500 años de edad, que no pueden correr montaña abajo porque están atados por sus raíces, parece que es un mal menor cuando se trata de dejar que prosperen pinos de 20 años, donde ni pastan ni comen los animales.

Y es entre el «Camino del Contrabando», y los parajes de «Las Encrucilladas» y «Mallas Nudas», donde un macho se deja ver, a las cuatro de la tarde, con una elegante manada de cinco hembras. Los vecinos no dudan de sus intenciones, posiblemente vayan a los castaños o a los brotes verdes que asoman ya en los quemados.