Sociedad

El irreductible camarada benaventano Camarzana

Las Memorias Políticas del brigadista benaventano que reorganizó el PCE en Zamora narran la crueldad de los campos de concentración franceses y los penales españoles

Ernesto Camarzana Aparicio en Benavente en una imagen de El Correo de Zamora tomada en el año 1992, cuando estaba redactando sus memorias.

Ernesto Camarzana Aparicio en Benavente en una imagen de El Correo de Zamora tomada en el año 1992, cuando estaba redactando sus memorias. / El Correo de Zamora

Hay vidas tan plagadas de vicisitudes que vistas en conjunto y con la distancia que impone el tiempo parecieran haber traspasado las fronteras de la realidad para entrar en el territorio de la ficción. La de Ernesto Camarzana Aparicio (Villabrázaro 1916 – Benavente 2004) podría ser una de ellas.

Emigrado a Francia con 10 años, cuatro después de la muerte de su padre, el primer alcalde socialista de Villábrazaro que repartió las tierras comunales del pueblo entre una gran mayoría de vecinos que pasaban hambre, lo que le granjeó a la familia "las amenazas de los matones del General Primo de Rivera" y la llevó a abandonar España en 1928, las experiencias vitales y los momentos históricos que le tocaron vivir le marcaron a fuego las convicciones de la lucha, la resistencia y la lealtad a los ideales comunistas, que en sus 87 años de vida nunca abandonaría.

Pese a haber creado junto a cuatro de sus ochos hermanos una próspera asociación de obras públicas para hacer pozos de agua, túneles y ensanchamientos de carreteras en Francia que llegó a contar con 37 obreros, regresó a España con las Brigadas Internacionales para combatir al lado de la República. Fue herido tres veces en el frente y estuvo a punto de perder la vida.

El campo de concentración y castigo de Vernet d’Ariege. | Archivo

El campo de concentración y castigo de Vernet d’Ariege. | Archivo / Juan Antonio Gil

Pasó por cuatro campos de concentración y castigo franceses y por cuatro cárceles españolas. Recibió palizas y torturas de la Gestapo, de los gendarmes franceses del régimen colaboracionista de Vichy, que intentaron asesinarlo, y de la Brigada Político y Social española, "la peor de todas". Ideó la voladura de una locomotora y un convoy de materias primas que los nazis iban a enviar a Alemania desde el sur de Francia y fue responsable político del Partido Comunista en la mayoría de los barracones y hospitales de los campos franceses en los que estuvo internado.

En España se hizo cargo del maquis en Zamora para poner a salvo a los guerrilleros que quedaban en el norte de la provincia. Antes había reorganizado en la clandestinidad el Partido Comunista de la provincia desde Benavente y Morales de Rey hasta prácticamente la muerte de Franco. Contactó con el PCE en Orense y el chivatazo sobornado de un afiliado benaventano le llevó al penal de Burgos tras sortear una primera petición de pena de muerte del fiscal, que se convertiría en una condena de 20 años y un día de cárcel hasta que le indultaron. En el interín organizó una huelga de hambre por las malas condiciones en la que vivían los presos políticos, doblegando a la dirección del penal de Burgos.

Ernesto Camarzana pasó cuatro años en campos de castigo y más de ocho en la cárcel. En Benavente se hizo cargo de disolver el maquis en la provincia y fue detenido tras una delación.

Ernesto Camarzana pasó cuatro años en campos de concentración y más de ocho en las cárceles españolas. Padeció todo tipo de calamidades: hambre, frío, enfermedades y dolores, y estuvo a punto morir en varias ocasiones. En los peores momentos de los interrogatorios de la Brigada Político y Social asumió con astucia su responsabilidad política de la Unión Nacional ocultando su militancia en el PCE en la provincia sin dejar de declararse a viva voz "antifranquista y antifascista".

Su familia no sabe la fecha a ciencia cierta, pero cree que comenzó a escribir a mano sus Memorias Políticas en 1991. Tenía 73 años. Tardó tres años en completarlas, agosto de 1994. Las llevó a la imprenta para editar una quincena de ejemplares que repartió entre sus hijos, nietos y hermanos en España y en Francia con la condición de que nadie ajeno al núcleo familiar leyera el libro. El manuscrito original lo depositó en la sede de las Brigadas Internacionales en Albacete. El archivo de las Brigadas fue parcialmente trasladado al Archivo Nacional en Madrid, pero una parte quedó en el Centro de Estudios de Albacete, donde este periódico lo localizó hace dos meses. La familia de Ernesto Camarzana ha facilitado el libro impreso por primera vez desde su fallecimiento, del que el día 27 de marzo se cumplirán veinte años.

Maqueta del campo de castigo de Vernet d'Ariége. Se distinguen los cartier A, B y C. Camarzana estuvo en los dos últimos.

Maqueta del campo de castigo de Vernet d'Ariége. Se distinguen los cartier A, B y C. Camarzana estuvo en los dos últimos. / Memorial del campo de castigo du Vernet.

El libro está escrito de forma sencilla y descriptiva, contiene erratas e incluso incorrecciones ortográficas, pero a lo largo de sus 360 páginas da testimonio de la vida de los deportados españoles en los campos de concentración franceses y en las cárceles españolas, de cómo actuaban la Gestapo y las policías francesa y española, y aporta información de primera mano de cómo se reorganizó el PCE en la provincia de Zamora desde Benavente y como sobrevivió en la clandestinidad hasta la llegada de la democracia.

Ernesto Camarzana tuvo una escasa formación que suplió con lecturas. Sus Memorias Políticas tal vez no tengan un gran valor narrativo, pero en el relato vital que dejó impreso la vida de Camarzana, su metraje vital, parece descarnarse a veces para mudarse y vestir la piel de un personaje literario de un relato de Manuel Chaves Nogales o del Laberinto Español (los Campos) de Max Aub. Sus vivencias recuerdan en ocasiones la Forja de un Rebelde de Arturo Barea, del Testamento Español de Arthur Koestler en sus momentos de mayor angustia, y por las descripciones de la miseria patria, al Imán de R. J. Sender. Sus idas y venidas por los campos de concentración franceses evocan también pasajes del Días y Noches de Andrés Trapiello o del Soldados de Salamina de Javier Cercas. Ernesto Camarzana Aparicio vivió una vida dura pero tan repleta de peripecias que su historia tiene encaje en la ficción literaria y cinematográfica.

Retrato de Ernesto Camarzana Aparicio en 1992.

Retrato de Ernesto Camarzana Aparicio en 1992. / El Correo de Zamora

Al estallar la guerra civil en julio de 1936 Ernesto tenía 20 años. En agosto había obtenido su primer carnet de las Juventudes Comunistas Francesas. "Desde aquel día, nunca he dejado de cumplir con mis obligaciones comunistas", escribió. Su hermano Santiago regresó a España para combatir al lado de la República. Pocos días después lo siguió incorporándose a la XIV Brigada “La Marsellaise”, integrada mayormente por franceses. Fue destinado a San Lorenzo del Escorial.

En el frente de Madrid, donde fue nombrado comisario político por sustitución, cayó herido de gravedad en Seseña. Un trozo de metralla se alojó en su pulmón derecho. Le operaron en Ocaña (Toledo) tres cirujanos que, en realidad no le extrajeron el trozo de metal, lo que le ocasionaría con el tiempo graves problemas de salud. Los cirujanos, que acumulaban prácticas similares, fueron acusados de quintacolumnistas y fusilados, según relata.

Camarzana se recuperó contra todo pronóstico en los hospitales de Tarancón, Villapaz, Castillejo y Benissa, hasta que se incorporó voluntariamente al frente de Teruel donde volvió a caer herido. Una bala le perforó el cúbito del brazo izquierdo. Esta herida degeneraría en un cáncer posteriormente. Tras recuperarse participó en la ofensiva republicana del Ebro. Cayó herido por tercera vez. Tres balas de ametralladora le alcanzaron en las piernas. Su recuperación coincidió con la salida de España de las Brigadas Internacionales en 1938 y desde Gerona, donde conoció y trató a su máximo responsable Luigi Longo “Gallo” que terminaría siendo el secretario general del Partido Comunista Italiano, regresó a Francia.

La deportación y el trato de los brigadistas en Francia fue "inhumano", escribe. El Gobierno francés los recluyó en el campo de concentración de Argelès Sur Mer, donde llegaron a malvivir 95.000 refugiados españoles. Muchos perecieron. Camarzana pudo contactar con su familia y recibir dinero, lo que le permitió sobrevivir y compartir la comida con sus compañeros durante dos meses, hasta que fue puesto en libertad.

Campo de deportados españoles Árgeles Sur Mer, en la Occitania francesa.

Campo de deportados españoles Árgeles Sur Mer, en la Occitania francesa. / Robert Capa

El fin de la guerra civil en España y el estallido de la Segunda Guerra Mundial alteraría de nuevo su situación tras haber regresado a casa. Tras la derrota francesa el régimen colaboracionista de Vichy ilegalizó el Partido Comunista Francés. Ernesto fue detenido y enviado al campo de castigo de Vernet d’Ariège. "Todo el que cruza esta puerta, automáticamente pasa a ser un ser indeseable y pierde su condición de ser humano", rezaba un cartel a la entrada del campo.

Allí recibió palizas y fue torturado por los gendarmes y la Gestapo, y pasó hambre y frío. Los paquetes de comida que enviaban las familias a los presos eran sustituidos por trozos de ladrillos y les escamoteaban o hurtaban el tabaco. Eran obligados a comprar en el economato donde la comida estaba podrida y tenía precios desorbitados. “Nos obligaban a comprar salchichón de caballo o sardinas que se movían porque entre capa y capa. Cuando te fijabas veías que estaban llenas de gusanos”, relata.

En este campo la herida en la muñeca devino en un cáncer que le ocasionó constantes dolores. El médico del internamiento quiso amputarle el brazo por el hombro en varias ocasiones. Su negativa y la organización de los médicos y sanitarios comunistas internos lo evitaron hasta que fue trasladado a un hospital donde descubrieron que el tumor era benigno. Para aliviar los dolores, Pietro Sandro Nenni, comisario de la Brigada Garibaldi, que terminaría siendo vicepresidente de la República Italiana y dos veces ministro de Exteriores, le daba masajes a través de una alambrada. 

Por su dominio del francés Camarzana ocupó en dos de los tres cartieres y en distintos barracones la jefatura política del Partido Comunista. En el cartier de convalecientes coincidió con el militante comunista ciego Eustaquio Valencia, con quien sería trasladado a los campos hospitales de Noé y Récébedéou, dónde las condiciones de alimentación empeoraron más. “Teníamos que hervir hierba y ortigas”, narra. Más tarde volvería a regresar al campo Vernet d’Ariége.

Manuscrito de las Memorias Políticas. Camarzana lo depositó en la sede las Brigadas Internacionales en Albacete.

Manuscrito de las Memorias Políticas. Camarzana lo depositó en la sede las Brigadas Internacionales en Albacete. / J. A. G.

Durante esta etapa, tuvo la ocasión de contactar con militantes comunistas franceses. Tuvo conocimiento de que una locomotora con un convoy de materias primas iba a salir para Alemania y fue al autor ideológico de su voladura que llevó a cabo la resistencia francesa. Esto supuso duros interrogatorios de la Gestapo en el campo de concentración. Considerado peligroso, tras una nueva estancia en un hospital fuera del campo, la policía francesa le tendió una trampa para asesinarlo con el pretexto de un intento de fuga. Un sacerdote le ayudó a eludir la treta y a regresar vivo en tren al campo de concentración.

El 17 de septiembre de 1943 tomo la decisión de regresar a España voluntariamente pese a que una enfermera y la resistencia francesa le habían ofrecido huir. Había decidido luchar contra el franquismo desde Zamora. «Fue una de las decisiones más duras de mi vida. Allí dejaba todo lo más querido, madre, hermanos y novia», escribió. En el camino a la frontera con España, junto a otros 10 presos comunistas y anarquistas, los gendarmes que les acompañaban les propusieron destruir todos los documentos de los expedientes que pudieran comprometer su vida. 

Clases de carterismo en la cárcel delante de los funcionarios y dos veces al día

Cuando cruzaron la frontera en Irún fueron detenidos por la Brigada Político Social y conducidos a Figueras, desde dónde fue trasladado a la cárcel modelo de Barcelona. Después de tres semanas lo llevaron a la cárcel de Zaragoza donde los carteristas más veteranos daban clases una hora por la mañana y otra por la tarde a los más jóvenes con conocimiento de los funcionarios para hurtar la cartera a mujeres y hombres. «Aquel centro de regeneración se había convertido en el mayor centro de corrupción de España», relató.

En todas las prisiones las condiciones de atención a los presos políticos eran malas, especialmente para los enfermos. De Zaragoza pasó a Valladolid y de allí a la cárcel de Zamora, donde quedó en libertad gracias a la limpieza de su expediente en la frontera. No obstante, fue emplazado a pasar revisión médica para cumplir el servicio militar. Sus problemas en la muñeca, que había untado con sebo, y su afirmación de que se encontraba bien, le permitieron engañar al tribunal médico que le declaró exento. Su hermano Santiago le llevó a Benavente dónde restableció su vida vendiendo de forma ambulante cacharos de barro y porcelana por los pueblos, lo que compaginó con el estraperlo de patatas y fruta durante años.

En campo de Àrgeles Sur Mer convivieron hacinados "hasta 95.000 españoles". Muchos perdieron la vida.

En campo de Àrgeles Sur Mer convivieron hacinados "hasta 95.000 españoles". Muchos perdieron la vida. / Archivo

Desde Benavente y Morales de Rey, donde contactó con los primeros comunistas en la clandestinidad, Ernesto reorganizó el PCE, que no existía en la capital, como secretario político provincial. Aumentó las afiliaciones de 150 a 266 y repartió carnets a miembros de la Unión Nacional y del Partido Comunista por muchas localidades aprovechando sus desplazamientos como vendedor ambulante. A los afiliados (los mismos en ambas formaciones), con los que se reunía periódicamente, les aconsejaba escuchar Radio España Independiente Estación Pirenaica y los jueves en el mercado de Benavente introducía propaganda en los cacharros que simulaba vender a sus compañeros.

En esta etapa viajó a Orense, donde conectó con el comité regional gallego y con un coronel republicano que dirigía la guerrilla del maquis en Galicia y el norte de Zamora. Terminaría haciéndose cargo de ella para estudiar la situación de cada guerrillero caso por caso y evaluar, tras un informe del partido, los que podrían regresar a sus casas porque la legislación les era favorable, los que tendrían que enfrentarse a unos años de cárcel, y a los que convenía sacar de España  porque su vida corría peligro.

La «paliza más brutal», en el Ayuntamiento de Benavente

Poco después le detuvo la Brigada Político Social. Ocurrió en enero de 1945. E secretario de agitación y propaganda del partido se emborrachó en un bar de Benavente. Fue a casa, recogió información, regresó al bar y la repartió entre sus conocidos. La Brigada Político Social lo detuvo. Delató a sus compañeros a cambió de un sueldo de 7.000 pesetas al mes.

Ernesto, su hermano Santiago y varios compañeros más fueron detenidos. Camarzana fue llevado al Ayuntamiento. El comisario de la Brigada, un exboxeador, le dio un puñetazo en la nariz. Aguantó porque había pasado por ello, cuenta. El siguiente puñetazo en la mejilla le golpeó la cabeza contra la pared y le rompió el tímpano. Luego le quitaron el calzado y mientras por orden de un inspector benaventano un policía le pisaba lo pies otro le cogía por los pelos y le golpeaba la cabeza contra la pared cada "15 minutos de reloj". «Nunca pasé por tantos apuros, ni con la Gestapo alemana ni con la policía francesa». Camarzana libró a sus compañeros de toda responsabilidad. Se declaró «antifranquista y antifascista» y engañó a la Brigada Político Social que no pudo probar que era comunista, lo que hubiera costado la vida. Todos los detenidos recibieron penas de prisión tras un juicio arbitrario en el que el capitán defensor fue amenazado por otro militar falangista.

Ernesto Camarzaba Aparicio y su mujer Matilde en Benavente.

Ernesto Camarzaba Aparicio y su mujer Matilde en Benavente. / El Correo de Zamora

Tras ser condenado por un tribunal militar a 20 años y un día de cárcel y un día ingresó en el penal de Burgos, donde volvió a ocupar puestos como responsable político. Allí organizó una huelga de hambre por «el agua sucia con algunas cosas flotando» y el «pescado que picaba en la boca» que les daban para comer. Los presos sobrevivían gracias a los bocadillos que lanzaban a las celdas de aislamiento los compañeros comunistas distrayendo a los guardas a través de las rejas. Después de tres días y tras una inspección la dirección mejoró las condiciones alimentarias de los presos.

Poco después, Camarzana comenzó a vomitar sangre por la boca. La metralla de su pulmón le provocó una «hemoptisis» de la que estuvo a punto de morir. Considerado un comunista peligroso, el director del penal no autorizó su traslado a un hospital. En este estado su madre, tras doce años sin verlo, le visitó en el locutorio de la cárcel. Meses después sería puesto en libertad por una rebaja de la condena. La enfermedad le perseguiría durante el resto de su vida.

Ernesto Camarzana seguiría siguiendo secretario provincial del PCE hasta su legalización tras la muerte de Franco. Participó en París como miembro del comité central en las deliberaciones previas a la expulsión de Fernando Claudín y la salida de Federico Sánchez (Jorge Semprún). Con la llegada de la democracia sería candidato al Congreso por Zamora en el puesto número tres, y lograría cuatro concejales en las primeras municipales democráticas de Benavente, el mejor resultado del PCE en la provincia.

Debido a su mal estado de salud, por orden de Santiago Carrillo, el partido se hizo cargo de su atención médica en Madrid, donde viviría el golpe del 23-F en Madrid, en casa de Luis Pérez Lara, miembro del comité central. Tras fracasar el golpe viajó con su mujer a la República Democrática Alemana durante tres semanas premiado por el secretario general.

Sepultura de Ernesto Camarzana y su mujer Matilde Martínez en el cementerio municipal de Benavente. El 27 de este mes se cumplen 20 años de su fallecimiento.

Sepultura de Ernesto Camarzana y su mujer Matilde Martínez en el cementerio municipal de Benavente. El 27 de este mes se cumplen 20 años de su fallecimiento. / J. A. G.

El XII Congreso del PCE eligió a Julio Anguita secretario general en febrero de 1988. Ernesto Camarzana, por este motivo y por los cambios provinciales políticos y los reproches al PCE benaventano que desencadenaron las dimisiones de los más jóvenes, rompió su carnet, se dio de baja del partido y comenzaría a militar en el Partido de los Trabajadores de España de Unidad Comunista.

Sus Memorias Políticas están plagadas de anécdotas, fechas, nombres y testimonios de valor tanto local como provincial. En el último párrafo de su legado escrito terminó advirtiendo del «crecimiento y fortalecimiento de la ultraderecha tanto en España como en los países de nuestro entorno».

«Un hombre solo, una mujer así tomados, de uno en uno son como polvo, no son nada», escribió José Agustín Goytisolo pensando en su hija Julia. Paco Ibáñez convirtió el poema en un himno. «Tu destino está en los demás/ tu futuro es tu propia vida/ tu dignidad es la de todos», prosigue más adelante la canción. La historia de Camarzana fue durante muchos momentos la de un hombre solo en celdas de aislamiento y de castigo, en enfermerías y hospitales. Siguió la máxima de servir con “dignidad e integridad a aquel mil veces glorioso Partido Comunista de España».

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