Hoy conocemos... Uña de Quintana (Benavente y Los Valles)

Los orígenes del pueblo, ligados al monasterio de Santa Marta de Tera

Vista general de Uña de Quintana (Benavente y Los Valles)

Vista general de Uña de Quintana (Benavente y Los Valles) / Javier Sáinz

Javier Sáinz

En documentos muy antiguos, del siglo X, pertenecientes al monasterio de Santa Marta de Tera, se encuentran citas relacionadas con el río Uña. Esa corriente fluvial viene a ser la actualmente designada como arroyo del Regato, la cual cruza junto a Uña de Quintana, entrañable pueblo en el que vamos a detenernos en esta ocasión. Ante esa duplicidad en la denominación cabe pensar que hubo de ser la localidad la que dio nombre al río, aunque también pudo ocurrir lo contrario. Al analizar ese topónimo de Uña, se cree que puede derivar del vocablo céltico "umna" u "omna" con el significado de agua, cauce o fuente, bien presente en otros puntos de España y del resto de Europa.

La referencia escrita más antigua sobre ese mencionado río Uña está fechada en el año 983. En ella se recoge una compra realizada por el abad Julián del citado monasterio de Santa Marta de Tera, por la cual adquirió una tierra que pertenecía a un personaje llamado Zuar Didaci, situada en el valle recorrido por ese lecho acuático. Poco tiempo después, en el 1014, se celebró un juicio por el que el propio cenobio, siendo ahora Ecta su abad, se vio obligado a devolver a Pelayo Daniéliz una viña y un prado situados en ese mismo valle, que los monjes habían ocupado. Este demandante alegaba que tales bienes se los había donado el rey Alfonso V. A su vez quedó constancia de que las señaladas heredades habían pertenecido a Ambrosio Rapáriz y el monarca se las había incautado.

El propio pueblo de Uña de Quintana, o al menos su iglesia, perteneció desde el siglo XII, a la orden militar de San Juan de Jerusalén, integrado en la encomienda de Benavente y Rubiales. En poder de los sanjuanistas se mantuvo largo tiempo, pero en el siglo XVIII era señorío del Marqués de Montealegre. Es muy posible que ese paso a manos señoriales se debiera a alguna desamortización y venta de bienes eclesiales realizada por alguno de los reyes de la Casa de Austria, acaso Felipe IV. El sobrenombre de "Quintana" que lleva en la denominación se refiere al parecer al pueblo leonés de Quintana del Marco, pues Uña fue una dependencia de los marqueses de ese nombre, a su vez condes de Castronuevo, quienes después detentaron asimismo el marquesado de Montealegre.

Perdura un asentamiento castreño de la época astur denominado La Armena. Se ubica en el reborde del altiplano que cierra el valle por el oriente, en una especie de espolón limitado a su vez por dos vaguadas. Se aprecian las huellas de sus murallas, cual si fueran lomos térreos, con un foso delantero en la zona de más fácil acceso. En cuanto a su situación, se halla en la raya de separación entre los términos de Uña y Cubo de Benavente. Señalan que antaño estuvo integrado del todo en el término del primero, pero en una rectificación pasó a depender del segundo. Dicen que las disputas por su posesión derivaron a una batalla campal entre los vecinos de ambos pueblos, armados con palos y herramientas agrícolas. Como en tantos otros enclaves semejantes, también aquí cuentan leyendas sobre tesoros escondidos. En concreto afirman que sus hipotéticos habitantes cuando hubieron de abandonar el castro dejaron enterradas en aquellos espacios dos arcas, una llena de oro y otra de plata. Nadie ha conseguido localizarlas, pese a que algunos excavaron insistentemente para lograrlo.

Uña de Quintana (Benavente y Los Valles)

Ayuntamiento de Uña de Quintana. / J. S.

Centrados de nuevo en la época medieval, permanecen noticias sobre la pretérita existencia de dos aldeas que quedaron yermas con el discurrir de los tiempos. Una de ellas se denominó San Millán, perdurando durante algún tiempo su iglesia, transformada en ermita. Al parecer, se han desenterrado al arar algunas tumbas de su cementerio. Más importancia tuvo el desolado de Santa Olalla, el cual se asentó cerca de la raya con Cubo. También aquí su templo se transformó en ermita, la cual permaneció en pie hasta el siglo XIX.

El casco urbano local se emplaza sobre una extensa planicie alzada escasos metros sobre el lecho del arroyo del Regato, en su margen derecha. Está formado con una compleja red viaria, pudiéndose considerar como eje principal la sinuosa travesía de la carretera. Aprovecha ésta las calles rotuladas como de la Constitución y Siglo XXI. Aunque existen bastantes casas de nueva hechura, se conservan muchas otras construidas con un tapial rojizo de sólida consistencia. Son típicas ciertas portaladas de acceso a los corrales. Perdura también algún balcón con pretil de madera, similar a los mucho más frecuentes de la vecina comarca de La Carballeda. En dos plazuelas o encrucijadas hallamos otras tantas fuentes de cemento, creadas a mediados del siglo XX, las cuales quedaron inutilizadas tras instalar el abastecimiento doméstico de aguas. Poseen un pilar decorado con estéticas volutas y un amplio pilón abrevadero que ahora lo aprovechan como oportuna jardinera. No obstante la fuente tradicional fue la de La Castañal, junto al arroyo, cubierta con una rústica bóveda.

1.- Portada de la iglesia. 2.-  Retablo de la iglesia. 3.- Portaladas. 4.- Ayuntamiento.
5.- Vista parcial.

Portaladas en Uña de Quintana. / Javier Sáinz

La sede del ayuntamiento ocupa un moderno y amplio edificio situado en esquina, en el cual se incluye también el consultorio de atención primaria. Posee un generoso soportal en su planta baja y un balcón curvo en la superior, del que cuelgan las banderas. La fachada exhibe en lo alto el acostumbrado reloj público. A pocos pasos existe un grato jardín, protegido por una tapia con alambrada. En su centro se alza una fuente decorativa, rodeada de setos bien recortados y árboles de sombra. A sus orillas encontramos un parque infantil.

No obstante, el verdadero núcleo del pueblo es su Plaza Mayor. Es un espacio rectangular, no demasiado grande, presidido por la iglesia parroquial. Este templo, consagrado a los santos Justo y Pastor, es sin duda el monumento local más importante. Está construido básicamente con una áspera mampostería de bloques cuarcíticos bastante desiguales, completados con sillares en esquinas y en el recerco de los vanos. Posee cabecera cuadrada, más alta que la nave y una espadaña de tres vanos sobre el muro del oeste. Por sus formas es muy posible que el edificio fuera alzado en el siglo XVI. Muy noble resulta su portada, renacentista, resguardada por un soleado porche. Se forma con un arco de medio punto con sus dovelas cajeadas, rellenas las dos de los extremos con tibias recruzadas y las demás con discos avenerados. A ambos lados se alzan columnas corintias, de fustes monolíticos, sobre las que se tiende un ancho friso. Más arriba se abre un nicho también enmarcado por columnas, rematado en un frontón triangular. Dentro del señalado frontón y en remates laterales aparece cincelada la cruz de Malta, símbolo de la citada Orden de San Juan, propietaria y posiblemente promotora del propio templo. Ese mismo símbolo lo hallaremos profusamente repetido en el interior. El nicho citado aparece ocupado por la imagen de una santa con los brazos extendidos, muy gesticulante, vestida con amplios ropajes. Observando la efigie con detenimiento vemos que tiene sus pies entre llamas. Por ese detalle deducimos que ha de representar a Santa Eulalia de Mérida, la titular de la antes señalada ermita de Santa Olalla, probablemente traída y recolocada aquí cuando desapareció su santuario.

Uña de Quintana (Benavente y Los Valles)

Retablo de la iglesia de Uña de Quintana. / Javier Sáinz

De uno de los laterales del pórtico cuelga, bien conservada, una de las antaño tan comunes cruces de Santa Misión. Está ornamentada con los símbolos de la Pasión, realzados con una policromía restaurada recientemente. A su vez, muestra la fecha de 1915, siendo los Padres Paúles los religiosos que predicaron en aquellos momentos.

Al acceder a los recintos internos, los vemos formados por un presbiterio cuadrado cubierto con bóveda de arista y una sola nave a la que se adosan dos capillas laterales enfrentadas entre sí a modo de crucero. Destaca el retablo principal, de estilo rococó y complejo diseño, rutilante por sus dorados. Posee esbeltas columnas con rocallas adheridas a sus fustes y está presidido por los santos titulares, los niños mártires de Alcalá. Una minuciosa restauración realizada hace pocos años le ha devuelto el brillo y esplendor originarios. Entre los retablos laterales descuella uno barroco, pleno de ornamentos, con San Cayetano en su nicho central. Otro contiene una interesante imagen de la Madre de Dios, con su hijo en brazos, subida sobre una columna, por lo que pensamos puede ser la Virgen del Pilar. Muy amplia y peculiar es la tribuna del coro, con una especie de alas laterales. Adosada al costado del mediodía, la sacristía aparece cubierta con una magnífica bóveda de crucería con terceletes, con sus plementos rellenos de pinturas, en las que se representaron estilizados dragones.

Uña de Quintana (Benavente y Los Valles)

Potada de la iglesia de Uña de Quintana. / Javier Sáinz

Por las calles locales queda marcado un humilde viacrucis que da la vuelta a gran parte del pueblo. Arranca de las proximidades de la iglesia para acabar de nuevo en ella. Sus estaciones están señaladas por pequeñas cruces de madera, clavadas directamente en las fachadas de ciertas casas, diferenciándose entre sí por los números romanos que llevan pintados.

El término municipal ocupa fecundos espacios irrigados por el mencionado arroyo del Regato y por su afluente rivera de la Bajura. Sus lechos llevan abundantes caudales en las épocas lluviosas, pero terminan secándose en los veranos. A sus orillas se extienden las parcelas de mejor calidad, sembradas de continuo, pero también quedan espacios para choperas frondosas y húmedas praderas. Las lomas circundantes aparecen ocupadas por bosques de robles y encinas, además de un denso matorral de escobas. Un paraje de singular interés es el conocido como El Soto. Destacan en él numerosos fresnos centenarios, dotados de troncos gruesos y atormentados, con señales de haber sufrido innumerables podas. En el paraje de Urrieta la Lloba existió una trampa para cazar lobos. Era un hoyo bastante extenso excavado en el suelo. Dentro de él colocaban como cebo una oveja poco valiosa. Los cánidos saltaban a devorarla, pero una vez dentro no podían salir, debido a que los bordes del foso eran cóncavos, siendo matados a garrotazos.

Pese a la considerable pérdida de población que ha sufrido la localidad, aún mantiene una vitalidad pujante. Además de las explotaciones agrícolas, existen granjas porcinas, rebaños de ovejas, taller mecánico, panadería… Ello permite mirar el futuro con esperanza.

Suscríbete para seguir leyendo