¿Por qué el mundo necesita catálisis? Esta es la pregunta que la científica zamorana María González Esguevillas ha querido responder en la charla ofrecida ayer en el colegio San Vicente de Paúl de Benavente, donde desarrolló sus estudios. Responder a esta pregunta viene motivado por el recientemente conocido como Premio Nobel de Química. Benjamin List y David MacMillan han ganado este año este galardón por el descubrimiento de la organocatálisis asimétrica, una herramienta precisa para la construcción molecular.

Y esta benaventana ha tenido la oportunidad de trabajar con MacMillan. María explicó a los alumnos de San Vicente de Paúl cómo llegó a trabajar con él en Princeton, algo impensable para ella, según reconoce. “Tengo mucha suerte. Le mandé una carta de presentación y me respondió al e-mail con un contrato de trabajo. Sí que me dijo que habría que pedir financiación y que tenía que trabajar al nivel del grupo al que llegaba en Princeton. Hay veces que hay que quitar el miedo que uno tiene dentro. Por miedo nunca hubiera preguntado a MacMillan si me aceptaba en su grupo de trabajo”.

Un grupo en el que en la actualidad no trabaja, ahora lo hace en Pfizer. Explica que “No puedo hablar de lo que se hace dentro de este laboratorio. Antes solo era conocido para pocas personas o químicos o biólogos. Ahora hemos tenido la suerte de que investigadores muy buenos consiguieron sacar una de las primeras vacunas para el COVID-19”.

Con el lenguaje cercano avanzó en su conferencia mostrando entusiasmo por su trabajo y poniendo en valor la importancia de la química en el día a día. “Vemos publicidad con mensajes como “hemos hecho una nueva crema sin químicos añadidos”. Te da la impresión de que la química es mala. No lo es. Si miráis a vuestro alrededor todo es química. Desde los tapices de las sillas, el café que bebéis...”. En la industria, añade, “los químicos cogemos moléculas pequeñitas y vamos construyendo moléculas más grandes, lo que queremos que sean medicinas. Primero en laboratorios, animales y humanos. Cuando este proceso va bien, se aprueba una medicina. El proceso es muy largo. Estamos hablando de unos quince años. Para que un fármaco salga a la venta hay que probar y sintetizar 10.000 moléculas”.

Frente a esto explicó cómo es posible que para el COVID-19 se hayan conseguido vacunas en tiempo récord. “El mundo se paró y se dejaron muchas otras enfermedades de lado. En la investigación no se partió de cero y eso hizo que se pudieran averiguar cosas muy rápido. Pero eso no es lo normal. No puedes centrarte solo en una enfermedad en el mundo. Los que ahora son mis compañeros en Pfizer estuvieron trabajando 14 horas en el laboratorio, los siete días d la semana. A un ritmo frenético. El estado de emergencia hizo que se trabajara todo a la vez”.

Explica la científica que la catálisis tiene un papel importante en la reducción del proceso. “Digamos que si de un punto a otro tenemos una montaña por medio, la catálisis va a permitir bajar el nivel de la montaña o hacer una especie de túnel para que sea más fácil”.

El Premio Nobel llega 21 años después de que todo cambiara para la química en que tanto Benjamin List como David MacMillan, de modo independiente, desarrollaron la organocatálisis asimétrica, capaz de construir sobre pequeñas moléculas orgánicas. “Yo no estuve en esa parte del trabajo sí en lo que vino después, el uso de estas pequeñas moléculas es importante pero no es lo único que existe. Lo siguiente fue el uso de la luz que es en lo que yo he trabajado. Estas moléculas hacen que una luz que no hace daño sea capaz de transformar esa energía en energía química”, explicó.