Al grano
La media naranja en la laguna
Historia del país dual y de la niña que acabó en un centro de menores
Érase una vez un país dual, con dos soles, con dos lunas, con dos pretéritos, con dos futuros… La gente que allí vive —porque todavía existe ese país— ve solo por un ojo, unos por uno y los otros por el contrario. Lo que es blanco para la mitad, es negro para el resto; lo que es malo para el cincuenta por ciento, es bueno para el restante.
En ese país se produce un extraño fenómeno. Sus habitantes confunden la parte con el todo. Así ocurre que ven el mundo y lo que sucede en él como la mitad de una naranja a la que solo se le ve la cáscara en medio de una laguna. Miran los de un bando y los del contrario —con un solo ojo, claro, que el otro lo llevan tapado con un parche de color, diferente por supuesto— y ven la naranja entera, están convencidos de que el cítrico está completo.
Cuando juzgan lo hacen con la mitad de su cerebro, que no solo es que tengan un solo ojo es que los demás órganos también los tienen divididos y la mitad de cada uno no lo usan, no lo necesitan, que es mejor tener las cosas claras, que dividir es debilidad, piensan.
La gente que vive en el país dual tiene pensamiento único: la mitad cree de una manera y la otra mitad, de la contraria. Como los dos bandos ya apenas se relacionan entre sí, pues ese razonamiento, el de cada grupo, se ha endurecido y enquistado. Los dos reivindican que la naranja, que es media aunque la ven entera, es suya, y quieren cogerla: para comerla, venderla, hacerla zumo…, no se sabe muy bien para qué.
Se da la circunstancia de que el grupo es la globalidad, lo partido, el todo. Y que cada bando es un universo único que defiende a su gente aunque sea miserable y denigra a los contrarios aunque hagan cosas buenas o no todos sean iguales. Al enemigo, ni agua, es la frase de moda.
Y así anda el país, arrastrando esa división que, instalada en el corazón del poder, cada día agrandan más los que mandan y hacen leyes, los que aplican estas y los que informan sobre lo que pasa. En vez de aclararles las cosas a los que obedecen, se dedican a extender su doctrina de un solo ojo —aunque ellos creen que es de dos— y cada uno defiende a muerte sus postulados y condena a muerte a los de la otra ribera.
Dicen que una niña hace nada se acercó a la laguna donde estaba la naranja partida a la mitad y vio que estaba bocarriba (la había intentado comer un pez grande y le había dado la vuelta). Se dio cuenta de inmediato que era solo una mitad y lo dijo. Los de un bando y otro por primera vez se pusieron de acuerdo y la han recluido en un centro de menores por decir mentiras.
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