Al grano

La IA ya nos ha colonizado

Nos escuchan, nos oyen y nos hablan

Generador de imágenes de Copilot para T21

Generador de imágenes de Copilot para T21 / Prensa Ibérica.

Celedonio Pérez

Celedonio Pérez

Dicen que la IA nos va a colonizar. Pues claro. Ya lo ha hecho. Los humanos nacimos siervos y hemos pasado las de Caín para llegar a esto, a que las máquinas nos hablen y hagan lo que se les pone en las narices. Cuando, hace miles de años, reivindicamos nuestra condición y nos engallamos a base de hostias, entregamos nuestro destino a los cereales, el arroz, las ovejas, los cerdos y las vacas, especies domesticadas, pero a la vez colonizadoras.

De ellas dependemos para vivir y para sentir. Pero ahora de lo que somos esclavos de verdad son de las máquinas. Lo de que la Inteligencia Artificial nos ha colonizado ya, lo he descubierto en una sola noche, en la del lunes al martes pasado.

Ocurrieron cosas en casa mientras estábamos en la cama. Oí de madrugada a alguien que decía con voz metálica algo así como: "desde este momento quedo desconectada". Y yo, alucinando, dudé de si lo que acababa de oír era sueño o realidad. Me quedé así. Como estoy en la edad, y que dure, en que la próstata manda parar y llama a deshoras, me levanté a las cuatro y media al servicio. Me asusté porque escuché como un murmullo en el comedor y un resplandor. ¿Acaso alguien ha entrado en casa y se ha puesto, tan tranquilo, a ver la televisión?, pensé en milésimas de segundo, y me tensé.

Pues no. En el salón no había nadie. La televisión a sus anchas, sola, escuchándose y viéndose. Eso se llama retroalimentarse. Contra la mañana, cuando el cielo se baja al suelo y escupe el relente, llegó la hora de levantarse. Entonces, ya medio despejado, empecé a hilar lo que había oído y visto durante la noche.

¿Qué había ocurrido? Además de lo de la voz metálica y la televisión que se enciende sola, había escuchado voces radiofónicas, procedentes de un lugar indeterminado, un par de pitidos de whatsapp y un silbido que entonaba, muy bien por cierto, una melodía muy conocida, pero que no recordaba, y que yo situé en la calle.

Salí de la habitación de matrimonio y a la derecha, en el otro cuarto, el de Rodrigo, lo vi: un robot barredora de esos que hace de todo.

Ese, ese era quien había hablado con voz metálica, algo que no extraña llamándose robot vacuum (vacío), que se lo haga mirar quien le puso el nombre.

"Este ha hablado esta noche", le dije a Valentina. "No puede ser. Está desenchufado", me contestó. Comprobé que era cierto, pero había hablado. Y la tele se había encendido sola.

Y habían sonado voces radiofónicas y alguien había silbado de forma melodiosa. Todo eso había ocurrido. Encendí el móvil y allí estaba el robot vacuum. Nos escuchan, nos oyen y nos hablan.

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