Al grano

La prima de Herodes vive en Bruselas

Habría que correr a gorrazos a algunos eurócratas y a muchos políticos

Cientos de tractores circulan a paso lento por la Avenida de Cardenal Cisneros en la manifestación organizada por COAG, Asaja y UPA. | José Luis Fernández

Cientos de tractores circulan a paso lento por la Avenida de Cardenal Cisneros en la manifestación organizada por COAG, Asaja y UPA. | José Luis Fernández / JOSÉ LUIS FERNÁNDEZ

Celedonio Pérez

Celedonio Pérez

Es indignante que ni la Junta de Castilla y León ni el Gobierno Central se den por aludidos ante el rosario de reivindicaciones de agricultores y ganaderos. Políticos de ambas administraciones se han puesto a silbar y señalan al mismo lugar, a Bruselas. ¡Cómo si los acuerdos que adopta la Comisión Europea no fueran ratificados por los ministros de Agricultura de la UE y el Parlamento Europeo¡ ¡Dejen ya de tomarnos por tontos! El Ministerio de Planas y la Consejería de Gerardo Dueñas tienen muchas competencias y deben asumir responsabilidades.

Es lo que tiene cuando está Bruselas por medio, que todos apuntan con el dedo en la misma dirección. ¡Cómo si el Gobierno español, entonces presidido por Felipe González, no hubiera vendido al campo en beneficio de otros sectores cuando España entró en la Comunidad Económica Europea (CEE, abuela de la actual UE)! ¡Cómo si no hubiera activado una reconversión salvaje a coste cero! ¡Y ahora dicen que de qué se quejan agricultores y ganaderos! ¡De tener unos dirigentes ineptos que los han dejado abandonados en el barro, de eso se quejan!

La Política Agrícola Común (PAC) lleva en sus tripas un tarro de bacterias intervencionistas que se lo comen todo. El volante lo llevan bien agarrado una partida de eurócratas que han encontrado en las nuevas políticas proteccionistas y ecologistas su brújula. Aunque trabajan en faraónicos despachos, donde cuelgan títulos y másteres en las paredes, no saben detrás de lo que andan. Qué no, que para saberlo hay que bajarse al barro y notar como escupe veneno la brisa de febrero y acero toledano la helada de abril. Nunca abandonan su zona de confort.

Unos como ellos (todavía quedará alguno de antes en despacho reluciente) ya aprobaron a finales del pasado siglo la “prima de Herodes”, una subvención a los ganaderos para que sacrificaran los terneros con menos de 15 días, los enterraran y los sacaran del mercado. Y después las ayudas esperpénticas a la siembra de lino, pagar por no producir (como ahora). Hasta hubo quien, sin escrúpulos, cobró subvenciones por supuestas siembras de girasol en terrenos ocupados por cementerios municipales.

Los herederos (y partidos políticos varios, verdes y no verdes) de esos que acordaron las barbaridades citadas se emplean ahora en luchar contra el cambio climático dando palos encima de las costillas de agricultores y ganaderos. Esos, sí, los mismos (y otros parecidos), los de las restricciones que preferían que la carne se pudriera antes de dársela a quienes se morían de hambre en, por ejemplo, África. ¡Habría que correrlos a todos a gorrazos!

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