Al grano

Cumplir años es (siempre) una bendición

También una putada (venial) cuando se tienen muchas primaveras

Manos de una persona

Manos de una persona / DAREK DELMANOWICZ

Celedonio Pérez

Celedonio Pérez

Cumplir años cuando ya se tienen muchos es una bendición y una putada. Llega tu fecha en el calendario y no puedes por menos de pensar en tu madre, en esa amanecida limpia de luz y manchada de paja de hace... muchos años. Son las siete de la mañana. Tu padre, junto a la Castellana y la Rubia, en el pajar, que entonces no se estilaba estar en la cabecera de la parturienta. La llegada de la tía Juliana corriendo, alegre, vestida de viuda, siempre de negro catafalco, y vivaracha, para avisar: "¡Es un niño, es un niño...!". Y te ablandas pensando en el momento. Y maldices, sonriendo, ¿por qué nos borran esos primeros años de vida, por qué nadie recuerda el día de su nacimiento? Empezamos mal porque nos quitan el primer día de existencia, el más importante.

Es una bendición, un regalo, cumplir años cuando ya se tienen muchos porque saludas la vida con más ganas. Y repasas lo ocurrido a tu alrededor y haces recuento de las bajas. Te entristeces un momento, pero la nube pasa pronto. Y sacas pecho, no estás mal si te comparas con tus quintos. Al menos sigues en el reducido grupo que todavía no toma la pastillita o las pastillitas diarias. Todavía no has entrado (¿cuánto queda?) en la edad de la vida química, esa que se apoya en los fármacos, cuando el sentido se alimenta de dolores que se aplacan con otros dolores que se esconden entre los efectos secundarios.

Respiras hondo sin que tengas un freno ahí, arriba del pecho, sin que nadie te tire de los cataplines. Y vuelve la nube. Y haces balance. ¡Cuánto pesan los años –también los kilos, sí- a ciertas edades! En los últimos doce meses te has muerto (al menos parcialmente) tres veces: pericarditis, coledocolitiasis, colecistectomía, pero aquí sigues, dando la murga, ¿pero qué ocurrirá de aquí a finales de agosto de 2024? Tranquilo, que ya se verá.

Como has visto con tus ojos cansados, llorosos y terrosos que esto puede cambiar de la noche a la mañana, pues eso, que hay que celebrar la vida cada día. Y salir de casa a respirar a pulmón quitado. Y decir sin miedo tus verdades del barquero. Y aunque hay que respetar a los demás, aplicando cada día tu doctorado en empatía, no te dejes confundir por quienes victimizan la vida, que soñar no cuesta (por cierto, en un año se ha casi triplicado el precio del aceite, qué tiene bemoles).

Y ahora viene lo de la putada. Cuando cumples años si ya tienes muchos, crecen los vacíos a tu alrededor. Y las ausencias hay momentos que te ahogan. Y los recuerdos llevan plomo en el alma. Pero, ¡ojito!, no nos pongamos tristes, qué ya habrá tiempo para eso.

Suscríbete para seguir leyendo