Al grano

¡Qué error pegarnos entre nosotros!

La campaña electoral encabrona el ambiente en los pueblos

Papeletas en la urna, en las elecciones autonómicas del año 2022. | Jose Luis Fernández

Papeletas en la urna, en las elecciones autonómicas del año 2022. | Jose Luis Fernández / Manuel Herrera

Celedonio Pérez

Celedonio Pérez

Está ocurriendo ahora en muchos pueblos, revueltos por la campaña electoral, días a los que se da la vuelta y en vez de usarlos para reflexionar y plantear propuestas de futuro, se retuerce el pasado para ver si escupe excrecencias y miserias. Hay tanto por hacer que mirar atrás con ira es un ejercicio malsano, que para lo único que sirve es para avanzar un poco más hacia la mierda y hacia la nada.

El mundo rural se muere, los pueblos pequeños agonizan y ya no quedan ni enterradores que se ocupen de dar tierra a los cadáveres. Las gentes del rural no pueden distraerse con enfrentamientos endógenos, que debilitan y mortifican.

El enemigo no está en la casa de al lado, vive en los parlamentos, en la filosofía pragmática, la de las matemáticas torticeras, esa que defienden los urbanitas que culpan a los agricultores de la extinción de los pájaros y no reconocen que, todo lo contrario, son los que los alimentan.

El enemigo no está en la casa de al lado, vive en los parlamentos, en la filosofía pragmática, la de las matemáticas torticeras, esa que defienden los urbanitas

El de los pájaros es un ejemplo, pero hay mil. El ámbito rural no cuenta para el poder, es muñeco de pimpampum, el saco del boxeador rabioso, el objeto perdido y ahora odiado, el culpable del cambio climático, ya ves. ¡Idiotas, que son unos idiotas!

Por eso, el enfrentamiento entre lisiados cuando ahí, a la puerta, está el enemigo armado hasta los dientes, es un ejercicio de irresponsabilidad. Dividir, no. Que los dioses castiguen a quien alimente el enfrentamiento entre iguales. Fabricar escudos y trincheras, eso es lo que hay que hacer. Y plantar cara.

Quienes gestionen los ayuntamientos a partir del verano tienen que tener las cosas muy claras. Lo primero, blindar los servicios actuales. Que no se pierda ni una sola prestación. Y si hay que ir contra las directivas de los propios partidos, se va. Presionar y decir las cosas a la cara, que el ámbito rural se lo juega todo a una carta en los próximos años. No se puede ceder ni un paso, que el abismo está a centímetros.

Las políticas locales deben tener como gran objetivo el bienestar de la gente mayor y el procurar retener a los pocos jóvenes que aún se mantienen en el medio y atraer a otros. O sea hay que echarle bemoles e imaginación, pintando de colores un panorama sombrío. Internet rápido, ya. Forzar un tratamiento diferencial del Estado, que el artículo 138 de la Constitución, el de la insularidad, incluya la isla agujereada, el centro del país vaciado.

Ha llegado la hora de dar un puñetazo en la mesa. Y si no se da, pues eso, adiós mesa.

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