Intérprete en la Orquesta Nacional, Daniel Oyarzabal desempolvará el órgano de San Ildefonso el próximo sábado, en el concierto de acceso libre (10.30 horas) del Pórtico, que ya ha agotado todas las entradas para el resto de citas. El músico nos revela su pasión por este instrumento tan peculiar, ligado a la iglesia, pero también su devoción por el jazz y el fender rhodes, el mítico órgano eléctrico que popularizaron grupos como The Doors.

-¿Cuándo recibió la llamada de la música?

-Pertenezco a una familia de ocho hermanos y todos empezamos a aprender música desde pequeños, pero yo fui el único que continuó. Fue algo muy vocacional: de niño tocaba de todo, en grupos de rock, jazz, boleros, tangos? con una pasión tremenda.

-Y entonces descubrió el órgano?

-Yo iba por la calle y de repente escuché la Pasacaglia de Bach y aquello fue un "shock" total. Quizá si no la hubiera escuchado, no me hubiera apuntado al órgano. Esto no es muy original, muchos organistas se han dejado seducir por Bach.

-¿Ha renunciado a muchas cosas para consagrarse a este instrumento?

-Soy una persona muy inquieta. Cuando decidí marchar a Viena para estudiar, estaba encantado con los profesores. Dos años después, tuve la necesidad de cambiar de ambiente y me fui a Holanda, uno de los países más excepcionales en cuanto al órgano. Es un país pequeño, pero este instrumento está por todas partes. Es cierto que, en el mundo de la música, hay que dedicarse por completo, pero viajar por todos los órganos holandeses fue fantástico, son únicos en el mundo. Igual que lo son los españoles, de estilo ibérico. Aquellos son de corte barroco alemán.

-Nos está descubriendo todo un mundo. Si alguien le preguntara cuántos tipos de órganos existen, ¿se atrevería a responder?

-Lo primero que le diría es que el órgano es el único instrumento que ofrece una nueva experiencia al espectador en cada concierto. Para el intérprete, eso es una maravilla. Nunca te cansas, tenía unas ganas de probar el órgano de San Ildefonso este martes en Zamora. Luego hay ciertas familias: el ibérico español, el romántico francés, el barroco alemán? Habría unos seis o siete tipos.

-Usted también toca el clave, ¿cuáles son las diferencias?

-Los tiempos han cambiado mucho con respecto al siglo XVIII, cuando el músico era de oficio, tocaba numerosos instrumentos. El órgano y el clave siempre han ido muy parejos, tienen cosas en común, pero el primero tiene mucho más repertorio durante los últimos siglos. Luego está el pedal, vital en el órgano.

-¿Cuál es su órgano preferido?

-Los organistas estudiamos en iglesias. Aquí en Madrid, cerca de mi casa, hay uno de estilo holandés que me gusta, pero no sabría si decantarme por uno solo. Es más bien una cuestión de repertorios. En el Auditorio Nacional, hay un órgano fabuloso. Y bonitos, los hay por todos lados.

-Pero hay otra cara de esa moneda, los instrumentos que no se han conservado en condiciones óptimas?

-El órgano es una buena inversión. Lo pones, lo cuidas y en 400 años sigue ahí. Con las guerras ha habido mucho destrozo, se llevaban los tubos para hacer armas. Pero con el patrimonio histórico hay que tener paciencia, están ahí y se pueden restaurar.

-¿Qué importancia tenía el órgano en los ceremoniales de la iglesia?

-El órgano nace en la iglesia, vive allí. Es un instrumento en sí mismo y se puede separar, pero la importancia en la liturgia es total. Siempre se ha dicho aquello de que "con música se reza dos veces". También es cierto que para el intérprete es un enorme trabajo, hay que ser muy músico para ser organista en la iglesia.

-Su gente, su familia, sus amigos, ¿lo miran raro por dedicarse a este mundo?

-Mi familia, mis hijas? están acostumbrados a mi oficio. Pero cuando yo digo que soy organista, claro que me miran raro y me preguntan si soy seminarista, ¡a estas alturas! Es más normal decir que eres violinista o pianista. En Alemania es diferencia, hay una mayor tradición y pasas desapercibido.

-Es conocida su pasión por el jazz, ¿lo imaginamos en un pub tocando en un ambiente muy distinto a la quietud y el silencio del templo?

-Sí, claro. Dos instrumentos con los que me siento muy cómodo son el órgano y el fender rhodes, una especie de piano eléctrico de los años sesenta de tipo acústico. Tengo uno y me maravilla. A la gente le será familiar su sonido por películas como Harry el sucio, el funky o grupos como The Doors? No es que me guste, es que lo adoro. De todos modos, dedico la mayor parte del tiempo a la música clásica y lo del pub, a partir de las doce de la noche ya me cuesta más? (ríe).

-Usted es miembro de la Orquesta Nacional, ¿qué rol tiene el órgano allí?

-Tiene un papel en función de la temporada, del repertorio. Con la Orquesta Nacional, hemos hecho el Réquiem de Fauré, Barbazul de Bartok, la Sinfonía Alpina de Strauss, la Pasión de San Mateo? Y además el órgano de la orquesta es impresionante, de cuatro teclados, maravilloso. Me siento un privilegiado, una orquesta de grandísimo nivel y un director excepcional.

-También es coordinador artístico en los flamantes "Bach Vermut", que organiza el Centro Nacional de Difusión Musical?

-Ha sido una idea genial, pero no es mía, sino de su director, Antonio Moral. Entre los dos, realizamos el programa, sumamos el vermú y un grupo de jazz para realizar improvisaciones. La gente va, toma algo y entra al concierto durante una hora. Notas que disfrutan. El último concierto fue el pasado sábado y me han vuelto a decir los intérpretes que hacía tiempo que no veían disfrutar tanto.

-Por lo tanto, se confirma que la música clásica no es tan aburrida como algunos han contado, ¿verdad?

-Es una cuestión de costumbre. A mis hijas les gustará más o menos, pero para ellas es natural. No es una cuestión de divertido o aburrido, ni de jóvenes ni de viejos. El otro día vi a cuatro roqueros, con chaquetas de cuero y las llaves colgando, y me emocionó que les gustase esto.

-Y este sábado, a primera hora y con entrada libre, actúa en San Ildefonso, ¿qué espera de este recital?

-A mí Zamora me encanta, he venido varias veces a hacer turismo y a disfrutar del románico. Así que actuar en el Pórtico me parece una buena oportunidad para regresar a esta ciudad que tanto me gusta.