Eduardo López-Banzo (Zaragoza, 1961) estrenó en 2013 el festival Domo Musical tocando el clave en el coro de la Catedral de Zamora. En esta ocasión, regresa al mando de su grupo Al Ayre Español, que cumplirá muy pronto treinta años y que el domingo cierran el Pórtico de Zamora (San Cipriano, 12.00 horas). López-Banzo defiende con pasión su labor de rescatar, templo a templo, la música desconocida de los archivos para devolverla a la modernidad.

- Háblenos desde el origen de su larga carrera musical.

-Soy un músico que estuvo desde siempre fascinado por la música escondida, la que no se conocía. En ese camino, elegí el clavicémbalo y comencé a tocarlo quizá de forma tardía pero con mucha pasión. Gran parte de nuestra carrera se ha centrado en el repertorio español aunque en Zamora vamos a interpretar a Händel.

- Quizá en esa labor de recuperar el repertorio español de obras desconocidas lo más difícil fuera seleccionar cuáles eran más interesantes?

-Sin duda alguna. Lo era entonces y sigue siéndolo. En todo caso, pienso que la música ha dormido muy bien en los archivos. El valor fundamental de recuperar un repertorio está en recuperar los ecos del pasado de la música española que nos devuelven también parte de nuestro patrimonio. Es un poco absurdo restaurar catedrales, pinturas o esculturas y no hacerlo con la música que acompañó todo eso. La música, la mayor parte sagrada, acompañó la liturgia en catedrales y monasterios, por lo que es un aspecto más y no el menos importante.

- Habla de un aspecto clave de la música, su capacidad para contar la Historia, como han hecho autores que han pasado por el Pórtico de Zamora como Jordi Savall.

-Jordi hace cosas un poco distintas a las que yo hago, inventa cuentos, historias, con mayor o menor fidelidad. Sin restarle mérito, sí quiero decir que mi trabajo durante años ha sido mucho más laborioso, yendo a todas las catedrales buscando personalmente la música en una labor de recuperación del patrimonio.

- ¿Una labor más de arqueología?

-Al contrario, más objetiva. Lo que he hecho es recoger toda esa música y tocarla sin ninguna enmienda o arreglo. Durante muchos años interpreté música que nadie había hecho antes, simplemente porque no se había transcrito. También he pretendido devolverle el contexto de modernidad que esas partituras tienen. La música antigua deja de serlo en el momento que una persona que la escucha se siente emocionada por ella. El término "arqueología" es frío para la música, que es algo más cálido, intenso.

- Escuchándole, imaginamos los archivos de las catedrales repletos de partituras? ¿es así?

-Así es, hay muchísimas, aunque ni mucho menos el cien por cien merecen la pena. Existe una tendencia a simplificar el mensaje que se da al público. Yo nunca he escondido que me he encontrado con cantidades inmensas de música que no merece la pena.

- ¿Cómo es su grupo Al Ayre Español?

-Actualmente es un ensemble muy dúctil, flexible, compuesto por gente que disfruta haciendo música, un gozo que se transmite al público y que procede de una relación entre nosotros que va más allá. Por cierto, el próximo año cumplimos treinta años, pero venimos con un espíritu muy joven, creativo y profundo. Hemos tratado de acogernos a repertorios muy distintos: siempre haciendo obras españolas junto con las de otros compositores como Vivaldi o el propio Händel. En junio acudiremos al Bachfest de Lepizig invitados por el festival más importante sobre la figura de Bach para interpretar cantatas del compositor alemán. Parece ser que les gustó nuestra interpretación de La Pasión según san Juan que hicimos allí y esta nueva actuación es un reto.

- Sin embargo, a Zamora vienen a recrear a Händel y a Purcell, ¿qué tienen de especial?

-Händel es un autor de una gran modernidad. Creo que no fue bien comprendido en el mundo de la música antigua, no le va muy bien el trabajo de "arqueología" del que me hablaba antes. Händel necesita una enorme dosis de apasionamiento, de compromiso e incluso de amor. Eso requiere de un proceso que no tiene nada que ver con un proceso estrictamente técnico. Como dijo Beethoven, fue el hombre que abrió el camino a la música moderna por su forma de entenderla como un medio de conectar con los corazones de los hombres.

- ¿El hecho de actuar en una iglesia románica, donde se escucharon muchas partituras, les ayudará a conmover al auditorio del Pórtico?

-Incluso el románico era un estilo bastante más emocionante de lo que entendemos hoy en día. Las iglesias no eran cómo las recibimos de nuestros padres, desprovistas de todo color, muy al contrario. Eran lugares pintados y muy atrevidos. Hay mucho de irreverente en los capiteles y seguro que a través de la música románica se podrían encontrar ideas que nos llevarían a pensar que este arte era distinto a cómo lo entendemos. Toqué en San Cipriano cantatas y me gustó mucho la acústica. Y la ciudad es bellísima.

- Ayer mismo, el violonchelista Adolfo Gutiérrez Arenas criticaba en este diario cómo los grandes directores cobran sumas estratosféricas y, sin embargo, se quejan de falta de oportunidades de los jóvenes, ¿qué reflexión haría sobre el estado actual de la música?

-En cierto modo estoy de acuerdo. Hay una parte de la música que sigue arrastrando un problema que todos los españoles que todos conocemos: la corrupción. Ha habido corrupción en la música. Fíjese en el escándalo del Palau de las Arts de Valencia. Hubo corrupción desde el momento de que se han llegado a cobrar cosas que no tienen ni pies ni cabeza porque había otro tipo de acuerdos por detrás. Yo no voy a citar a nadie, no tengo pruebas, pero seguro que hay quien las tiene. Por otro lado, yo de lo que me quejo es del maltrato de la música antigua, es escandaloso. En el fondo, quienes nos hemos dedicado a esto lo hemos hecho sin que nadie nos lo haya encargado. Nadie me dijo que me fuera a América a buscar cantatas españolas que luego se escucharon aquí, y lo hice porque amaba lo que hago y lo sigo haciendo. No esperas nada a cambio, solo que un festival no te ofrezca algo tan injurioso que tengas que decirle: "Quédenselo, yo no puedo ir a perder el tiempo de esa manera". Esa desidia ocurre un poco también en Europa, con excepciones, como el festival de Bach de Leipzig. En la música hay dos mundos: el nuestro y el de los grandes templos y las grandes orquestas, que absorbe la mayor parte del dinero que hay.