la segunda cita del Pórtico de Zamora en su edición de 2016 comenzó puntualmente en San Cipriano a las 12, en una iglesia menos abarrotada que el día anterior, pero considerablemente llena. Es importante resaltar que pocos festivales pueden permitirse el lujo de programar un recital de laúd, pues no suelen contar con un lugar con las privilegiadas condiciones acústicas de San Cipriano. Las delicadas cualidades sonoras del laúd lo convierten en una apuesta muy fuerte, ya que requiere al público silencio, responsabilidad y concentración.

No tardó mucho Xavier Díaz-Latorre en explicar al atento público que las "rosas robadas" que daban nombre a su programa no son sino piezas concebidas originalmente para otros instrumentos, pero transcritas al laúd.

Para los no iniciados, es necesario destacar que "laúd de trece órdenes" significa en realidad que es un instrumento de veinticuatro cuerdas de tripa, resbaladizas como una pista de patinaje y tan juntas y apretadas en el mástil que se prestan con facilidad a bastantes más tropiezos y patinazos que los deslices ocasionales que escuchamos durante el concierto, en las cascadas de notas más comprometidas, donde un solo dedo que no llegue a tiempo produce un sonido triste, como un quejido.

Latorre es un mago de las sonoridades especiales, de la introspección. Las transcripciones de las piezas violinísticas, de Vonwesthoff y Telemann, de naturaleza brillante y despierta, cobraron a través del laúd una vida distinta.