No cabe duda de que la cita más esperada del Pórtico de Zamora en su edición 2016 era la interpretación de madrigales de Monteverdi por parte del extraordinario grupo francés Les Arts Florissants, uno de los más destacados del panorama interpretativo internacional.

En la amena charla previa al concierto, el musicólogo Pablo Rodríguez definió acertadamente el madrigal en los tiempos de Monteverdi como "el arte de vestir la palabra". El director musical de Les Arts Florissants, Paul Agnew, quiso resaltar que fue en Mantua donde un jovencísimo Monteverdi, casi un adolescente, comenzó a escuchar su propia voz, a elegir textos poéticos, en suma, a apreciar su propia vena dramática.

Valoró también Agnew cómo toda emoción descrita en un texto poético viene plasmada y se refleja en los rostros de los componentes del grupo y en la interpretación gestual, no solamente en el propio sonido, algo a tener en cuenta tratándose de música en directo.

El concierto planteaba una cuidada selección de algunos de los madrigales de amor más fascinantes de los primeros tres libros del compositor, muchos de ellos tan breves como intensos y llenos de recursos técnicos y expresivos. Con el fin de acercar la emoción de los poemas al público de la forma más vívida, Joao Fernandes (intérprete muy querido que disfrutaba de su tercera intervención en un Pórtico zamorano) los declamó antes de cada interpretación musical, realzando los detalles del texto con su irresistible acento portugués.

El altísimo nivel de las interpretaciones quedó patente en la capacidad del grupo para imaginar y dar plena expresión a la inventiva genial del compositor, ya fuese dibujando un extenso cuadro sonoro lleno de detalles en las piezas de amplia factura (Fumia la pastorella o Vattene pur, crudel), deteniendo el tiempo en una brevísima y colérica página de desamor (Ardo, si ma non t'amo) o coloreando sugerentes armonías inspiradas en palabras de intenso contenido, como "lasso" -agotado, "soave" -suave o "sospiro" -suspiro, que alcanzaban su significado más pleno a través del canto.

Fue hermoso comprobar que si algún principio podía ser más hermoso o más expresivo, solistas y director no dudaban en elegir la forma más expresiva, aunque sonoramente no fuese la más bella.

Algunos detalles de retórica madrigalística resultaron especialmente preciosos a los conocedores del género, por ejemplo la pintura musical del movimiento del perrito Grechin (S'andasse amor à caccia), el irradiar de una estrella (Non si levaba ancor l'alba novella), el murmullo de las olas y el temblor de las hojas en el bosque (Ecco mormorar l'onde). Sin embargo, quizá fueron incluso más disfrutables las imágenes poéticas que combinaban las sucesivas emociones contrapuestas, como el amor y el dolor, o el ardor y el hielo. En la deliciosa "Non si levaba ancor l'alba novella", que describe el sentimiento de dulzura y tristeza de dos amantes que se separan a la luz del alba, Monteverdi fue capaz incluso de sugerir con sus líneas el movimiento circular de los cuerpos que se enredan, según el poema, como las hojas de acanto. Que un poeta pueda soñar una imagen así, un músico traducirla en líneas sonoras no serviría de mucho si desde nuestra lejana atalaya del siglo XXI no hubiese grupos musicales capaces de expresarlo de la forma más cuidadosa y atenta posible. Al anunciar la pieza "Baci soavi e cari" como propina, Paul Agnew no pudo por menos que reseñar que, para un joven de la edad de Monteverdi, esos sentimientos no eran pura teoría, sino expresiones profundas de un alma juvenil, talentosa y llena de ambición. Esa es la razón por la que los cuadros de desengaño, tristeza y desamor (Se tu mi lassi, perfida, Ardi o gela a tua voglia) se plasman de una forma tan desgarrada.

Sin duda, el de Les Arts Florissants pasará a la historia del Festival como una de sus tardes más grandes. No cabe sino felicitar a sus responsables por haber logrado que se pudiera disfrutar en Zamora de un espectáculo de tan alta calidad.