Según Ruth Fernández, responsable de la actividad con los caballos, «la hipoterapia consigue resultados muy importantes. El animal actúa como una medicina con distintas propiedades curativas». Las personas con discapacidades como la de Ana trabajan tanto aspectos físicos como emocionales, desarrollando el equilibro y mejorando el ritmo corporal. Por su parte, el grupo de jóvenes aprende a respetarse entre ellos y a controlar mejor sus impulsos. «Muchos de estos chicos han pasado por traumas que les dificultan insertarse en la sociedad. Observando a la manada aprenden que la figura de líder casi siempre la representa la yegua más anciana y sabia y no el semental más fuerte, como ellos creían. A nivel emocional obtienen una perspectiva diferente y sobre el caballo muchas de sus limitaciones desaparecen», sentencia Fernández.