Opinión | Zamoreando

La sombra de la mutilación genital

Es posible que algunas madres se resistan, pero el padre es quien ordena lo que se ejecuta sin piedad

Waris Dirie, una de las caras visibles de las víctimas de la ablación genital

Waris Dirie, una de las caras visibles de las víctimas de la ablación genital / EFE

La sombra de la mutilación genital femenina es alargada. No se circunscribe al continente africano. Muy por el contrario, la globalización también trae como consecuencia que estas antiguas y execrables prácticas, se repitan en la vieja Europa, en países como Alemania o España donde es un delito. Eso no es obstáculo para que se practique en la intimidad de hogares en los que no es suficiente que sepan, porque así se les advierte, que supone un gran riesgo para la salud de las hijas.

En África, donde esta práctica parecía haber remitido, vuelve con fuerza y el miedo se apodera de niñas y jóvenes que son las víctimas propiciatorias de la ablación. Es posible que algunas madres se resistan pero el padre es quien ordena y manda lo que acaba ejecutándose sin piedad. Y esto sucede a diario, sembrando el terror entre las mujeres.

Concretamente en Gambia se han encendido todas las alarmas después de que el Parlamento del país haya dado un primer paso para revocar la prohibición que pesa sobre la mutilación. Los congresistas, mayoritariamente hombres, han votado a favor de eliminar la ley que, desde 2015, protege a las mujeres y niñas de práctica tan salvaje y desproporcionada. El feminismo poco hace en favor de estas mujeres y niñas.

No se pueden enviar embajadas de buena voluntad a África para sacar todo aquello que alimente el lucro personal, ya venga de la política o del orbe de la empresa. Al continente africano se va en embajadas de buena voluntad a dialogar para acabar con prácticas semejantes. Ni petróleo, ni café, ni cacao, ni diamantes, ni esmeraldas ni acuerdos lucrativos, más educación para el desarrollo, más información, más todo aquello de lo que carecen.

A propósito de Gambia, más de la mitad de las mujeres gambianas entre 15 y 49 años ya han sido sometidas a esta brutal práctica. La decisión final del Parlamento gambiano puede tener un efecto contagio a otros países vecinos como Sierra Leona, Burkina Faso, Mali o Guinea Conakry, lo que demuestra que la sombra de la mutilación genital femenina es alargada.

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