Opinión
¿Nos merecemos tragar todo esto?
"España es el país más fuerte del mundo: los españoles llevan siglos intentando destruirlo y no lo han conseguido". (Otto von Bismarck, 1812-1898, expresidente de Prusia).
¿Qué diría aquel estadista prusiano si contemplase la realidad política y social en que nos vemos inmersos en la actualidad? Políticos y medios de comunicación, redes sociales afines a los primeros son armas de destrucción en contra de quienes no comulgan con su ideario. El debate político ha dado paso al insulto, a la indeseable difamación, hacia el político contrario y a su propio entorno familiar. "Cuando el debate está perdido, la calumnia es el arma del perdedor" (Sócrates).
¿En qué se basan? En informaciones publicadas sin contrastar. Se escudan en la sacrosanta libertad de expresión. Derecho que a menudo le amparan jueces en sentencias que más que sonrojar son dignas de objetiva crítica. Crítica que ellos no admitirán, so pena de que el osado se vea envuelto en unas diligencias previas acusado de delitos de injurias o calumnias al juez o magistrado de turno. Tiempo hubo en que lo sufrí en carne propia. Que parte de la magistratura se ha politizado es un hecho contrastable. Basta contemplar a un Consejo General del Poder Judicial, de mayoría ideología conservadora, caducado constitucionalmente, y cuyos miembros se niegan a dimitir. ¿Esperan a que haya una mayoría conservadora en el Congreso de los Diputados para hacerlo, y ser sustituidos por otros de análoga ideología?
Se ha importado del continente americano el lawfare o guerra legal para destruir al contrario político. Jueces que admiten a trámite denuncias de escaso valor probatorio, como recortes de periódicos de informaciones no verificadas, cuando no bulos. A las que, vuelvo a repetir, son difíciles de destruir en sede judicial, en la que se amparan en la libertad de expresión, cuando, en realidad, esconde un ánimo difamatorio. Falso o no, calumnia que algo queda.
Señor Sánchez, calló cuando víctimas de lawfare fueron Mónica Oltra, Vicky Rosell, y líderes de Podemos. Desaparecieron de la escena política nacional, de lo que usted se benefició. No fue justo aquello, como, también, el de Antonio Costa en Portugal, cuya dimisión dio pie electoral a entrada de la derecha y ultraderecha en el parlamento y gobierno portugués. ¿Cuáles eran las pruebas? Mil recortes de prensa, que la Corte de Apelación falló que no tenían valor probatorio alguno. El daño a estas víctimas aludidas significó su muerte política. Comprendo su estado de ánimo con tanto insulto a usted y persecución a su familia, pero sabía a lo que se exponía en la secular cainita y enlodada España, que no merecemos los ciudadanos de a pié… ¿O sí?
Aberlardo Lorenzo
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