hace algunos días Facebook me recordó una publicación que había hecho durante un viaje, largo viaje, buscando una fuente espiritual. Escribí entonces: "he venido a hablar y he aprendido a escuchar". Vienen a mi mente tantos momentos en que esperaba o quería hacer algo y surgía otra cosa tan maravillosa? No puedo olvidar tampoco -recordando que hoy es el Día del Seminario- cuando acepte la invitación para ver si los curas me dejaban en paz, y encontré precisamente una paz que nunca he querido dejar. Y es que Dios es siempre así: tira por tierra tus planes porque son incompletos para saciarte con la plenitud de su Palabra, de su Cuerpo y de su Sangre, del agua viva, como dijo a aquella mujer de Samaría.

Aquella mujer se acercó a Jesús por casualidad. Bueno, más bien Jesús se acercó a ella estando parado en aquel pozo. La que tiene el movimiento de acercarse en la escena está anclada en su mundanidad, en sus miserias, en su pecado. Y quien está parado al lado del pozo es quien en realidad saca el agua del fondo de su corazón tantas veces traspasado y nos da de beber. Y es que en la vida, y más en la espiritual, no es oro todo lo que reluce; más bien lo que reluce no es oro. El activismo de ir al pozo y querer sacar agua denota nuestra necesidad de Dios y a veces nuestro vacío que queremos llenar con cualquier agua que enmascare un poco la sed; la paz de estar junto al pozo habla de la plenitud del agua viva que rebosa nuestra vida y puede llegar a ser surtidor para quienes, incluso por casualidades del destino, se acercan a nosotros.

La samaritana creía estar haciendo un favor a un pobre hombre con sed, y él se lo hizo a ella. Es muy relativo eso de estar parado o andando, sentado al borde del pozo o inclinado para sacar agua, en una noche oscura o un día luminoso -recordemos la noche de Pascua-. Muchas cosas en nuestra vida plantean la cuestión de adoptar una actitud u otra, pero sobre todo llegar a discernir qué es lo importante. Cuando la mujer le pregunta a Jesús sobre las tradiciones divergentes de judíos y samaritanos sobre el lugar del culto, Jesús contesta con una actitud: en espíritu y verdad. Lugares, objetos, incluso personas, que incluso pueden ayudarnos en la oración, puede que sean un obstáculo para la comunión si lo absolutizamos y perdemos de vista las verdaderas actitudes.

No podemos caminar para hablar; mejor pararse a escuchar. No salir al encuentro de los otros para librarse de ellos, sino para caminar juntos. Recuerde: lo que reluce no es oro.