La presentación reciente de un libro de memorias políticas de Rosa Díez, la fundadora y expresidenta de UPyD, ha vuelto a poner de relieve y actualidad la situación de este partido de centro que nació hace menos de una década como una necesidad imperiosa contra el nepotismo y la corrupción del bipartidismo y los avances de los nacionalismos, y que tras unos comienzos muy prometedores, y con personas de prestigio y relieve en sus filas y representación en las más altas instituciones del Estado y de Europa, al final es como si hubiese desaparecido, aunque aún exista, regido por una comisión gestora pero sin apenas esperanzas de futuro dada la plena ocupación del espacio de centro por Ciudadanos, el partido del catalán Albert Rivera, mientras que en las últimas citas electorales UPyD se diluía por entero, devorado por sus propias crisis internas, por el cisma que lo rompía en mil pedazos, y se quedaba sin otra presencia que alguna representación testimonial en pequeños municipios.

Es lástima para muchos, para los que han esperado años y años, desde el fin del CDS, por un partido inequívocamente centrista, dado que en sus pocos años de existencia el grupo de Rosa Díez se dejó notar con proyectos e iniciativas parlamentarias, destacando principalmente en su lucha contra los políticos corruptos. Pero por unas causas u otras, UPyD no llegaba a cuajar, tal vez por el pasado político de su líder, que había ocupado destacados cargos en el PSOE vasco, del cual acabó saliendo, disconforme con la política del partido respecto al terrorismo etarra. Por eso se esperaba que, en un momento o en otro, pudiese darse una convergencia con Ciudadanos, una formación de corte similar, y que desde Cataluña iba extendiéndose por toda España desde posiciones centradas. Surgió entonces la posibilidad de formar un centro amplio y ambicioso formado por los dos partidos, uno más tendente a la izquierda y el otro a la derecha, en una idea de coalición, desigualmente celebrada y que marcaría el principio del fin.

Porque los personalismos, como era de temer, se impusieron, pues nadie quería renunciar al protagonismo y todos se creían capaces de conquistar cualquier cota por sí mismos. Rosa Díez fue precisamente una de las más remisas a cualquier pacto y a la posibilidad de ir juntos a las elecciones de 2015 pero tampoco en Ciudadanos se advertía ningún entusiasmo, pues se veían lanzados y confiaban en la imagen que del partido iba vendiendo Rivera. En UPyD hubo dirigentes que se mostraron muy a favor del acuerdo y entonces surgió la ruptura, con la marcha de algunos y la desbandada posterior que ha dejado la formación en una situación que sus fundadores suponen irreversible, aunque estarán en los comicios de junio. Mientras, Ciudadanos ha pasado a ser una fuerza importante con una representación parlamentaria que le convierte en llave de la gobernación, ocupando el hueco centrista que lo mismo puede apoyar opciones de derecha como de izquierda, tal cual se acaba de comprobar. Queda por saber si con UPyD en vez de Ciudadanos se hubiesen tenido que repetir las elecciones. Según Rosa Díez su partido llegó a preocupar tanto a Rajoy que le llegó a preguntar qué quería por la desaparición del centro.