Hay que preguntarse cómo puede ser, en buena lógica, que las zonas más deprimidas del país a todos los niveles sean precisamente las que sostengan en las elecciones al bipartidismo. Resignación o masoquismo puro. Porque además las mayores concentraciones de votos a PP y PSOE, según revelan los resultados, provienen de los núcleos rurales y de los sectores agrarios, que no dejan de quejarse, que se quejan siempre y con razón pero que a la hora de la verdad siempre muestran miedo al cambio y se adaptan a lo malo conocido, al ir tirando como se pueda.

El secretario general de Podemos en Zamora, Braulio Llamero apuntaba el otro día algunas de las causas que originan este desfase entre las ciudades y los pueblos. Se refería, en concreto, a falta de libertad, al miedo al cacique, al neocaciquismo político, ya que en los pequeños municipios todos se conocen, cada cual sabe de qué pie cojea el vecino y eso incluye el conocer a qué partido vota y a qué mítines acude en las campañas electorales. Todo lo cual tiene o puede tener una dura repercusión luego en la convivencia y sobre todo en el trabajo, en el poco trabajo que haya.

Pero hay más, como demuestra un análisis de ahora mismo, tras el 20D, sobre la procedencia de los votos emitidos, y que confirma igualmente el hecho de que PP y PSOE se alimenten en votos de los territorios más pobres, más despoblados, con menos industrialización y empleo y con menores niveles de educación, todo lo cual va en relación directa y tiene una honda repercusión en los resultados. El caso de Castilla y León, una región considerada de siempre como el granero de la derecha, es uno de los más paradigmáticos al reunir todos esos condicionantes que, al fin y a la postre, se resumen en un alto riesgo de exclusión social. Pero hay temor a perder lo poco que se tiene y ello frena el cambio.

La conclusión suele ser siempre igual, igual de triste y decadente a lo largo de los años, las décadas y los siglos. Provincias que se despueblan a marchas forzadas, con los mayores ya acostumbrados y dispuestos con fatalidad a su suerte, y los jóvenes obligados al éxodo en busca de trabajo que les permita ganarse la vida dignamente. En su discurso de Navidad, el rey ha enfatizado lo del trabajo digno. En Castilla y León, de la que Zamora forma parte a la cola, el nivel salarial ha descendido casi un 10 por ciento desde que se iniciara la crisis. En la comunidad, y aunque haya sido por poco, ha ganado el PP, lo mismo que en la provincia zamorana que ha elegido a los representantes del bipartidismo despreciando a los nuevos partidos. Pero el sueldo medio está por estos lares por debajo de la media nacional.

El Gobierno en funciones anuncia ahora una subida del 1 por ciento -los sindicatos pedían el 11- del salario mínimo, que llega a 655 euros al mes, siete euros más que en la actualidad, un capital. No todos los países europeos cuentan con salario mínimo -casi 2.000 en Luxemburgo, casi 200 en Bulgaria- siendo Alemania y los países nórdicos, que no adoptan esta fórmula, los más prósperos y de más nivel salarial.