Teóricos tan destacados como Thomas Piketty, Paul Krugman o Joseph Stiglitz aseguran que la organización de la economía mundial está cambiando rápidamente. Y entre las muchas consecuencias estructurales de este cambio aparece una que es especialmente interesante: los flujos económicos, más que entre países tienen ya lugar en forma de una red global de nodos estratégicos, conectados entre sí, determinados y definidos por las ciudades. Son las "ciudades globales", tal y como las definió en 1991 la socióloga holandesa Saskia Sassen en su famoso libro "The Global City".

Lo que caracteriza a una ciudad global no es solamente su número de habitantes o su ubicación geográfica sino, sobre todo, el nivel de sus empresas (pequeñas y grandes) y centros educativos, la cantidad de las conexiones con otras ciudades, la digitalización de la ciudad, la cualificación de sus ciudadanos, la seguridad de sus calles, la calidad de sus administraciones públicas e infraestructuras, etc.

Sassen pone algunos ejemplos, como los intercambios entre Singapur y Hong-Kong, aseverando que pueden ser tanto o más importantes que la relación establecida entre dos países de peso como Italia y Austria, por ejemplo.

Desde hace varios años, las "ciudades globales" por excelencia son Tokio, Londres, Nueva York, París y Hong Kong, ya que en ellas están radicadas instituciones, organizaciones, empresas y profesionales de alto nivel, que influyen de manera determinante en la economía mundial. Sin embargo, no hace falta ser una ciudad económicamente relevante para poder jugar en el terreno de las "ciudades globales".

Estamos en un contexto internacional mediado por un concepto, el de la "glocalización" (acuñado por el sociólogo Manuel Castells), que se caracteriza por una nueva forma de modelar la creciente red de complejas interconexiones entre sociedades, culturas, instituciones e individuos a escala mundial. Una red en la que, gracias a Internet y a los medios de comunicación, se desdibujan fronteras, tiempos y espacios, haciendo sumamente sencillo (y barato) que las estructuras de poder locales e internacionales interactúen y canalicen información rápida y fácilmente.

El fenómeno de la "glocalización", sin ningún género de dudas, lo aprovecharán mejor aquellos políticos que entiendan que sus ciudades pueden (y deben) ser organismos para escuchar y para hablar, tanto a sus vecinos, como al resto de los habitantes de la aldea global.

Las ciudades, más allá de su tamaño, son entidades destinadas a convertirse en centros de convergencia social, política y económica. Pero pensar demasiado en economía, en política, en cifras y en datos puede hacernos olvidar una cosa: la ciudad es, en esencia, un espacio articulado para la convivencia armónica de un conjunto (grande o pequeño) de ciudadanos, interrelacionados y comunicados entre ellos, cuyos recursos son gestionados por un ayuntamiento. En ese escenario, los ciudadanos tomamos decisiones en función de la información de la que disponemos (de ahí la importancia de la comunicación desde las instituciones públicas que gobiernan las ciudades). En consecuencia, en el ámbito municipal todo aquello que no se comunica no existe de manera ciudadanamente efectiva (ni para los de dentro ni para los de fuera).

Marta Blázquez sostiene que "para que una ciudad sea incluida como una opción por sus grupos de interés, es necesario que exista en la mente de sus públicos". Pues bien, si esto es así (una visión que comparto), incrementar la visibilidad y la notoriedad de "la marca ciudad" de cualquier municipio ante sus principales grupos de interés (tanto internos como externos) debería ser una vía esencial para propiciar su desarrollo (atrayendo inversiones, negocios, turistas, etc.). Algo que, por supuesto, también le aplica a Zamora.

Se trata, sencillamente, de poner en marcha una comunicación pública local, pensando globalmente, que implique, estas cuestiones:

a) Trabajar en la gestión de los proyectos estableciendo pautas y canales de comunicación con los grupos de interés provinciales, regionales, nacionales e internacionales.

b) Establecer procesos de escucha en todos los barrios y con todos los vecinos y ciudadanos, así como con otros municipios del entorno regional.

c) Planificar la comunicación pública municipal a medio y largo plazo, desde el punto de vista de la construcción "marca-ciudad" y poniendo especial énfasis en la calidad de las plataformas de comunicación on-line (páginas web y redes sociales, principalmente).

Los líderes municipales que adopten estas estrategias y técnicas de comunicación saldrán, sin duda alguna, reforzados en la valoración de sus ciudadanos (siempre y cuando estas herramientas vayan vinculadas a una buena y honesta gestión de los recursos económicos y humanos del ayuntamiento).

Hoy ser "ciudad global" implica, básicamente, "saber comunicar globalmente". Desde Zamora o desde cualquier otro lugar del mundo. En este sentido, y en la era digital, las diferencias geográficas empiezan a ser poco relevantes.

Se trata de profesionalizar la comunicación en el ámbito local. Y se trata de hacerlo gestionando bien lo que Óscar Álvarez y Pedro Requena han denominado como "el reto de las cuatro P":

1) La proximidad: la cercanía del alcalde y de los concejales con sus vecinos, para desarrollar una estrategia de comunicación basada en el "boca a oreja".

2) El proyecto: tener claro "qué" queremos comunicar, explicando constantemente un proyecto de ciudad bien definido (tanto analógica como digitalmente, a través de Internet).

3) El posicionamiento: mantener la coherencia y la consistencia entre lo que se dice y lo que se hace frente a los vecinos y frente a los ciudadanos que residen en otras latitudes.

4) Los periodistas: cuidar las relaciones con ellos, pero teniendo claro que no son ni amigos ni enemigos, sino profesionales que hacen su trabajo informativo.

Conociendo este escenario, convendría no escatimar esfuerzos para robustecer la comunicación pública de nuestras ciudades en el contexto de la "glocalización". Zamora puede (y debe) hacerlo. Zamora, gracias a su historia, a su patrimonio (tangible e intangible), a su gastronomía, a sus paisajes y a sus infraestructuras, sin duda alguna, tiene mucho que ofrecer. Siempre y cuando sepamos mostrarlo tanto a nivel nacional como internacional. Y, por supuesto, siempre que sepamos demostrar la valía de sus inmensos atractivos como ciudad global. Algo que solo se ve si se sabe comunicar bien.

(*) Presidente de la Asociación de Comunicación Política (ACOP)