Gallegos del Campo es la puerta abierta a un proyecto de futuro que, sin duda alguna, alcanzará cotas muy altas respecto a un tema histórico de trascendental importancia, como es el de las relaciones de y entre los dos vecinos de esa triste y desafortunada Raya que por fin comienza a andar con un programa claro y definido. Esperemos que el señalado programa tenga continuidad y podamos celebrar y disfrutar todas esas bellezas y encantos que su naturaleza privilegiada ofrece, mejorando en todo lo posible el bienestar de esas nobles y trabajadoras gentes que he admirado y comprendido de uno y otro lado desde mis primeras visitas, allá por abril de 1953.

Todas las instituciones deben acudir a esta puerta abierta y colaborar, bien completando o desarrollando nuevos programas hasta completar la compenetración de todo ese magnífico conjunto marcado por una geografía común, uniforme y privilegiada. Debemos cuidar con verdadero mimo todos esos valores acuñados al cabo de siglos, auténtico patrimonio histórico y cultural cuyas raíces son comunes, solo separadas por avatares incomprensibles de la historia que padecen quienes menos culpa tienen.

Confío en que el proyecto iniciado con todo acierto en Gallegos del Campo se extienda a todo lo largo de la Raya, por supuesto incluyo el sur del Duero. No puedo menos de citar dos puntos y referencias clave en este asunto pendiente desde 1385 y esta es la escuela. Es en esta donde se debe fraguar lenta y con esa constancia que la define y la hace llegar a la cumbre del ciudadano, donde se debe marcar con buenas semillas, esa sementera viva y fecunda que da frutos de calidad y buenas cosechas a pesar de las tormentas.

Ese Cigüeñal que ha marcado como señas de identidad los entornos de villas y lugares de toda esa geografía, vuelve a destacar de manera clara y efectiva. Esperemos que sigan con la misma fuerza la mayuela sayaguesa y el Pulijón fermosellano, que tanto han luchado por los valores de su tierra, teniendo siempre presente que la unión hace la fuerza.