VÍDEO | Trenzar los ajos, un oficio que se extingue en Zamora
Los ajeros ultiman los preparativos para San Pedro y la salida al mercado de un cultivo cada vez más mecanizado
En La Bóveda de Toro apenas un puñado de familias mantiene la tradición de elaborar las ristras
No hay que mirar muy para atrás, apenas 20 ó 30 años, para comparar el declive del trabajo manual del ajo en Zamora. La propia feria de San Pedro es un buen termómetro de la evolución de uno de los cultivos emblemáticos de las tierras del Vino y La Guareña. "Antes casi todas las casas tenían su cacho de producción que venía muy bien para afrontar el verano" recuerda Timoteo Santarén.
Ya retirado de los quehaceres, este antiguo agricultor de La Bóveda de Toro echa una mano –"poca cosa"–, en el trajín propio de las vísperas de San Pedro. Apenas tres ajeros de este pueblo se presentarán este año en la Feria del Ajo de Zamora, el gran mercado para los productores zamoranos, muchos procedentes de la comarca de La Guareña. Un referente nacional que se resiste a morir. "Esto se va perdiendo porque la mano de obra no la quiere nadie" cuenta el veterano ajero. La maquinaria se impone en producciones más extensas y la artesanía queda para los resistentes.
La familia Santarén es una de las pocas que mantienen la tradición del trenzado de los ajos para presentarlos en los singulares montones de feria de las Tres Cruces como le gusta al comprador. "Están saliendo buenos, teníamos miedo con las últimas tormentas pero al final se ha podido entrar bien en la tierra" cuenta Timoteo Santarén hijo. En el caso de pequeñas producciones, se arrancan los ajos de forma mecánica, pero luego se recogen a mano. "El ajo es un cultivo de regadío y se ha podido salvar, además es bueno y está sano; en cambio, en cereal el año es catastrófico" cuenta el agricultor bovedano.
Como cada recta final de junio, los ajeros zamoranos preparan las producciones para la venta. Una buena parte sale directamente desde casa a los almacenes, otra va la feria zamorana o al mercado de San Juan en Salamanca.
En estos casos en forma de ristras, un trabajo artesanal que año a año pierde fuelle porque no hay relevo. "Antiguamente se juntaban más de una docena de mujeres al corro, era como una fiesta" recuerdan los ajeros de La Bóveda. Pero ya no hay gente. Ahora el trabajo manual se queda en familia y si hay mucha faena, a contratar.
¡Eva Santarén y su marido, Ildefonso Santamaría, cogen unos días de vacaciones en el trabajo para echar una mano. "He trenzado ajos desde niña" cuenta mientras teje con admirable habilidad.
Si se contará el trabajo por horas, a buen seguro que se pagaría mucho más por la ristra. Pero en estos pueblos de la comarca de La Guareña se asume el oficio como una tarea en familia, como una tradición que se resisten a perder quienes lo han mamado toda la vida. La mayoría son pequeñas producciones que se complementan con otros cultivos.
"El ajo toda la vida ha sido un extra en las familias antes de empezar la cosecha" cuenta Ana Santarén. "Pero esto se acaba con nosotros, los jóvenes ya nada" remarca, aunque su hijo sí eche una mano una vez acabado el curso en el Instituto.
En otra explotación de La Bóveda de Toro. Ana Nieto, su marido Raúl Hilario y el hermano de éste Cecilio andan metidos en la tarea. Mientras el último selecciona por tamaños los ajos arrancados el día anterior, el matrimonio se afana en la elaboración de "hilos" que sacarán al mercado.
"Antes esto del trenzado era cosa de mujeres, eran las que se encargaban pero ya no hay manos y nos tenemos que poner a todo" cuenta Raúl Hilario mientras teje las cabezas más grandes. Hasta un centenar diario, si no hay nada que interrumpa la tarea. "Esto es fácil, es como hacer la trenza de una mujer". Otra cosa es el trabajo con el tallo hasta que se completa el hilo. "Más que las manos duele la espalda" explica Ana Nieto sobre los entresijos del oficio.
Las familias echan jornadas de mañana y tarde para que no se amontone el trabajo. "Ahora somos los de casa, por eso no se puede sembrar mucho" cuenta la ajera sin perder comba. "La gente ya no quiere hacer este trabajo".
Todo el mundo asume que esta tarea manual de trenzar los ajos está llamada a desaparecer, aunque no será por el compromiso de quienes hacen el esfuerzo de respetar y perpetuar el legado de sus antepasados.
En la provincia de Zamora cerca de un centenar de productores que garantizan el mantenimiento de la Feria del Ajo contra viento y marea. Este año, las tormentas del final de la primavera están poniendo en aprietos algunas producciones por el encharcamiento de las parcelas, como está ocurriendo en Cuelgamures, otro de los pueblos señeros en el cultivo del ajo.
Este año, ochenta y cinco puestos, dos menos que en la anterior edición, ocuparán la avenida de las Tres Cruces los días 28 y 29 de junio en la tradicional Feria del Ajo de Zamora. Llegarán ajeros de El Maderal, Fuentesaúco, Zamora, Cuelgamures, Villabuena del Puente, Argujillo, El Piñero, Fuentespreadas, La Bóveda de Toro, El Pego , Fuentelapeña, Guarrate, San Miguel de la Ribera, Sanzoles, Venialbo, Casaseca de las Chanas, Coreses, Jambrina, Moraleja del Vino, Peleas de Arriba, Tola de Aliste, Valcabado, Villaescusa , Villalazán, Villamor Escuderos, Villamuriel Cerrato, Villanueva del Campo y Villaralbo.
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