Armar más de un millar de tablas sobre las que se asentarán cientos de personas para ver la llegada de los toros no es empresa banal. Nada que ver con antaño, cuando los aficionados llegaban cada uno con un palo y sus propias tablas para montar el escenario. Con el tiempo, el coso de madera fermosellano pasa por ser un escenario taurino sin igual que identifica a Fermoselle como lo hacen sus encierros por el casco histórico de la villa. Es uno de los atractivos, una pintoresca construcción que cada año soporta a cientos de enfervorecidos aficionados, tanto en los tendidos como en bajo los palos. Por eso, el montaje debe estar perfectamente asegurado y de ello se encarga José "Tarabilla", a cuyas "órdenes" se coloca un grupo de obedientes vecinos y los trabajadores del Ayuntamiento. Algunos viven todo el año en el pueblo y otros aprovechan la vuelta al mismo durante las vacaciones para aportar su pequeño granito de arena. Todo para que los días 23 y 25 de agosto fermosellanos y forasteros puedan recibir a los novillos del encierro. Serán dos días plenamente taurinos complementados con rejoneo y cortes.