«Cuando los perros ladran a la luna» es la última novela del pintor y escritor benaventano José Carlos Guerra que tras ser presentada en la pasada Feria del Libro de Benavente ya puede encontrarse en las librerías locales. Guerra teje en esta novela una historia de amor en el Benavente de los primeros días de la Guerra Civil, y en concreto el 19 de julio de 1936, cuando los mineros llegan en tren a la ciudad con el objetivo de sumarse a la defensa de Madrid tras el alzamiento militar.

Clara y Floresvinto son los personajes de esta historia que el autor sitúa en Benavente, pero también en las localidades leonesas vecinas y en Asturias.

Poblada de personajes típicos de la ciudad a quien en la presentación de la novela José Carlos Guerra citó ampliamente aunque bajo la advertencia de que «cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia», la historia de amor entre los personajes principales termina trascendiendo de aquel episodio histórico que como el propio autor recuerda tuvo lugar a lo largo de una jornada en la que apenas se produjeron incidentes, pero que posteriormente supondría la represión sangrienta de once vecinos de la ciudad por dar pan, bajar a la estación o mostrar sus simpatías con los mineros asturianos.

«Resulta duro e ingrato escarbar en la historia, pero los novelistas tenemos una ventaja sobre los historiadores y es que manejamos los hechos metiéndonos en la piel de cada personaje; la vivimos desde dentro; somos ellos mismos; dejando el juicio histórico para aquellos», opina el autor, que explica que su reflexión sobre lo ocurrido en Benavente aquel 19 de julio le llevó a tejer una historia de amor «exenta de romanticismo, un amor crudo, difícil y patético».

José Carlos Guerra confiesa que nunca le han gustado los finales felices «que ofrecen un mundo paradisiaco ajeno a la dura realidad en la que nos movemos» y por este motivo barajó dos diferentes para su libro y los consultó con su corrector «que finalmente me dejó solo». Para conocer el desenlace elegido para esta historia que el autor prefirió deslocalizar de Benavente para que la obra pudiera expandirse dando así la posibilidad de universalizar a sus personajes habrá que leer «Cuando los perros ladran a la luna».

No obstante, Guerra advierte que «es difícil, por no decir imposible» escribir una historia lúdica de este pueblo que los mayores ya no reconocemos cuando paseamos por sus calles... que los caníbales de la construcción han devorado sin miramientos».

El autor reconoce que ha cambiado algunos nombres y evitado algunas situaciones, y no deja de hacer una reflexión entre el acercamiento entre Benavente y Asturias -presente en la novela- cuando los asturianos veraneaban en Benavente. Guerra cree que la ciudad «perdió una oportunidad de oro cuando familias enteras pasaban aquí sus vacaciones, oportunidad que sí aprovechó Valencia de Don Juan y que transformó por completo su economía». «Cómo tantas veces en la historia no quisimos arriesgarnos porque era más cómodo no hacer nada», opina el autor que cita a Pablo Coelho para apuntalar su reflexión: «¡Ay de aquellos que pasaron la vida diciendo, yo no tuve oportunidad!».