Patrimonio de la Catedral: Narrativa pictórica en sus capillas

Una de las joyas del primer templo diocesano corresponde al retablo que pintara a finales del siglo XV Fernando Gallego para el oratorio del cardenal Mella, al que se unen los conjuntos realizados para otros espacios entre el XVI y el XVII

VÍDEO | Retablos pictóricos de la Catedral de Zamora

N. S.

Natalia Sánchez

Natalia Sánchez

La Catedral de Zamora atesora innumerables obras artísticas que, a veces pasan desapercibidas, como son los retablos situados en sus capillas, temática que ha centrado la primera de las conferencias divulgativas puestas en marcha por segundo curso desde el Cabildo Catedralicio.

Capilla de Santiago

En la capilla de Santiago, a la que se accede cuando se visita el Museo Catedralicio, se localiza el retablo de Santiago el Mayor, fechado en la década de 1530. Lo integran una escultura del apóstol realizada por el escultor flamenco Gil de Ronza y dos tablas pintadas con las figuras de San Agustín y San Jerónimo, atribuidas a Blas de Oña cuya mano también se relaciona con las pinturas murales del intradós.

Este retablo está situado en el nicho para el que fue concebido y se descubrió cuando el Cabildo intervino el antiguo vestuario capital en el año 2016, recuerda el canónigo de la Catedral y experto en arte, José Ángel Rivera de las Heras. Además, la pieza se encuentra flanqueada por el impresionante grupo de la Virgen con el Niño y San Juanito, de mármol blanco, y las esculturas de San Juan Bautista y san Marcos.

Capilla del Cardenal y Fernando Gallego

En el trascoro del primer templo diocesano se encuentran una de las joyas artísticas del templo, el retablo que hiciera Fernando Gallego.

El excepcional conjunto se localiza en la capilla de San Ildefonso, fundada por el cardenal zamorano Juan de Mella. Gallego lo pintó a finales de la década de 1470 y supone "la obra más temprana de cuantas que él se conserva", señala el sacerdote.

Cuenta con dos cuerpos organizados en tres calles, más banco y polseras. Las tablas de los cuerpos representan entre otros temas, el bautismo de Jesús, Calvario, el martirio de San Juan, la aparición de Santa Leocadia a San Ildefonso o la imposición de la casulla a San Ildefonso y la veneración de sus reliquias, mientras que en la predela se suceden los rostros de San Nicolás de Bari, San Jerónimo o Santiago el Mayor.

Su programa iconográfico está vinculado al nombre y el cargo eclesial del cardenal Mella, por lo que las tablas de la parte superior están dedicadas a los santos Juanes, San Juan Bautista y San Juan Evangelista y las del piso inferior al arzobispo Ildefonso.

Para el tablero del Calvario, según Rivera, el autor se inspiró en una estampa de grabados alemán Martin Schongauer, perteneciente a la fase flamenca del gótico, y en la de la descensión aparece el cardenal al ser el donante y la firma del pintor. Además, para la escena de la veneración de la reliquia "se sirvió de una reseña histórica del franciscano Juan Gil de Zamora", relata Rivera.

La obra se caracteriza por "su acabado minucioso, los rasgos individualizados de las figuras, los escorzos violentos, la riqueza de las indumentarias, no exenta de ciertos defectos, como los escenarios excesivamente figurados" escribía en "Catedral de Zamora. Perla del siglo XII" Rivera de las Heras.

El conjunto, de "primerísima calidad", supone la única obra de Fernando Gallego que existe en la Catedral zamorana, aunque en el Museo Catedralicio "hay unas tablas que pertenecieron a un antiguo retablo de la Catedral que se vendió en el siglo XVIII a la iglesia de Arcenillas, La aparición de Cristo Resucitado a María Magdalena y Pentecostés, que no son propiamente de Fernando Gallego sino que pertenecen de su taller", describe el doctor en Historia del Arte.

La obra presenta "un buen estado de conservación". No obstante, en siglos pasados una gotera afectó a dos de las tablas del cuerpo central, el Calvario y la imposición de la casulla, y "cuando se llevó a restaurar a Madrid retiraron los añadidos y dejaron las manchas neutras de aquello que se perdió" afirma.

Oratorio de Santa Inés

A la izquierda de esta capilla se ubica la de Santa Inés, donde el primer golpe de vista se centra en la imagen del Yacente de la Real Cofradía del Santo Entierro efectuado por el sevillano Luis Duarte.

Tras él, el retablo, realizado por el ensamblador zamorano Pedro García alrededor de 1674 y 1675. La escultura de santa Inés, atribuida a Alonso Fernández de Rozas, está acompañada por los lienzos de San Ildefonso y de San Miguel así como dos que representan la Anunciación, efectuados por el pintor vallisoletano Diego Díez Ferreras en 1675.

Al margen figura un sagrario confeccionado con plata, concha, hueso y pedrería en cuyo interior se conserva un lignum crucis desde 1835 en la seo que procede del desaparecido monasterio benedictino de la capital.

Capilla de San Juan Evangelista

Entre la capilla de San Bernardo, donde se encuentra el Cristo de las Injurias y la de San Ildefonso, se ubica la de San Juan Evangelista, que fue adquirida por el doctor Juan de Grado al inicio del XVI para que fuera su panteón. Su espléndido sepulcro, en alabastro y piedra arenisca, tiene un amplio programa iconográfico abordado con una alta calidad.

En cuanto al retablo lo entalló Juan de Barahona en 1575 y poco tiempo después dorado y policromado por Juan de Durana.

Las dos tablas del banco, (la parte inferior), efectuadas por Diego de Quirós, representan el bautismo de Jesús y la imposición de la casulla a San Ildefonso. También presenta cuatro tablas pintadas por Alonso de Remesal el Viejo, en 1587, de la transfiguración, la oración del huerto, San Juan en Patmos y el martirio de San Juan ante Portam Latinam.

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