Entrevista | Manuel Vilas Escritor

"Si moralizamos la fantasía, convertimos la literatura en un aburrimiento"

"Los libros generan ciudadanos sofisticados, que valoran la libertad individual y tienen una gestión de sus propias vidas más solvente"

Manuel Vilas, en las instalaciones del CFIE de Zamora, tras un encuentro con estudiantes. | Jose Luis Fernández

Manuel Vilas, en las instalaciones del CFIE de Zamora, tras un encuentro con estudiantes. | Jose Luis Fernández / B. Blanco García

Beatriz Blanco García

Beatriz Blanco García

Todavía saboreando las mieles del Premio Nadal —aunque confiesa que sigue teniendo pesadillas con el síndrome del impostor, a pesar de su reconocida trayectoria— Manuel Vilas se acercó esta semana a Zamora, invitado por las Jornadas Provinciales de Fomento de la Lectura, para hacer un alegato a favor de la literatura y su papel sanador para la sociedad actual.

–Una de las conferencias que ha impartido en Zamora ha tenido al amor y el paso del tiempo como protagonistas. ¿Son los dos temas más recurrentes en la literatura de todos los tiempos?

–Es que son las dos cosas más importantes en la vida de cualquier ser humano. Los escritores no nos inventamos nada, solo añadimos argumentos, palabras, personajes, acciones, tramas y metáforas a algo que todo el mundo en su vida va a experimentar, como es la necesaria presencia del amor y la evidente mortalidad. Creo que escribimos novelas porque no entendemos qué hacemos en este mundo. El amor es lo que nos da sentido, pero luego viene la muerte y le quita sentido a todo. Como especie, estamos necesitados de novelas, arte, música, pintura y cultura para encontrar explicación a todo esto.

Con mi última obra tenía el reto de ponerme en la piel de una mujer de manera verosímil

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–El amor es protagonista en "Nosotros", su última novela. ¿Cómo definiría ese sentimiento en Irene, la protagonista, hacia su marido Marcelo, recién fallecido, por cierto?

–Irene está obsesionada por el amor erótico que ha tenido con Marcelo. El erotismo forma parte de la vida de una manera muy intensa y mi personaje así lo vive. Del amor, todos hemos aceptado los siguientes constituyentes: la lealtad entre dos seres humanos, la complicidad y el aprendizaje en común de la vida. Es decir, dos personas que son pareja desde que tienen 30 años, cuando pasa una década, han aprendido juntos a vivir, lo que es maravilloso. También están la ternura y el cuidado el uno del otro. Esto son básicos, pero hay otro que descubre Irene, como es el placer, sin el cual todos los demás acaban siendo insuficientes. Este es el inquietante descubrimiento que hace en la novela.

El escritor oscense, durante la entrevista ofrecida a LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA. | Jose Luis Fernández

El escritor oscense, durante la entrevista ofrecida a LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA. | Jose Luis Fernández / B. Blanco García

–¿Sigue estando, en cierta medida, oculto?

–Todavía cuesta que las sociedades lo verbalicen, pero el placer es tan importante en el amor como la lealtad. Siempre uno, como escritor, va hacia donde ve que la vida carbura más, con más intensidad, en las zonas que se necesitan iluminar.

De mujeres y hombres

–La protagonista es una mujer. ¿Ellas aman de forma diferente o no hay distinción de sexos cuando se habla de amor?

–Hay diferencias evidentes, aman de manera distinta. Uno de los retos que yo tenía con esta novela era ponerme de manera verosímil en la piel de una mujer. Sí que aman de manera distinta, ahora bien, bajo el capitalismo, que es donde se fragua esta historia, todos somos consumidores, da igual quién tenga la tarjeta, hombre o mujer, con tal de que haya dinero. Es más difícil esa distinción y la pulsión de éxito o fracaso está en ellos o ellas de igual manera. Pero la vida sentimental es distinta, aunque en este gigante interminable que hemos creado como es el capitalismo, la pretensión de pensar que hay una diferencia entre hombres y mujeres sea casi un acto de vanidad. Sin embargo, en el ámbito sentimental y biológico somos distintos y también tenemos una carga genética que heredamos que nos hace concebir el amor de manera distinta, esto está más que estudiado por los antropólogos.

El placer erótico en el hombre se ha verbalizado tanto que se ha convertido en cutre

–¿Cómo describiría a Irene, más allá del concepto del amor?

–La mujer que yo pinto es empoderada, una mujer tan empoderada que ni siquiera lo tiene que decir. Es algo que tiene de serie, para ella normal. Ni siquiera tiene conciencia de que haya tenido que luchar por estar ahí, se trata de algo natural. Y eso era un aspecto que me gustaba mostrar, sin necesidad de decirlo, solo actuando como una mujer empoderada. Prefiero los hechos a las palabras en este caso, que actúen como empoderadas con sus acciones.

–¿El placer también se vive de manera diferente si se es hombre o mujer?

–Yo confío en que el placer en el mundo de las mujeres vaya verbalizándose más. Eso también es una tarea del feminismo que quizá no se está haciendo, por la incomodidad moral y social que pueda derivarse de todo ello. El placer erótico en el mundo masculino se ha verbalizado tanto que se ha convertido en algo incluso cutre, pero espero que el feminismo también cubra y reivindique este aspecto de la vida de la mujer.

El olor a pobre no me lo quitaré nunca; es herencia de la clase media baja de los años 60

La soledad como inspiración

–Irene se queda viuda con 50 años. ¿La soledad es una situación cada vez más tangible en la sociedad actual?

–Y es uno de los temas principales de mi literatura, importantísimo para la experiencia humana. Nosotros construimos una pareja siempre en nuestra vida, de la naturaleza que sea: heterosexual, homosexual, familiar, asexual o incluso con tu mascota. Pero ese "nosotros" no deja de ser una fantasía, porque, al final, los actos más íntimos de tu vida los haces solo, como el hecho de morirte. Creo que a la gente le nace el sentimiento de culpa cuando se muere un ser querido, ya que no puede acompañarlo en ese acto. Yo vi con la muerte de mis padres cómo se levantaba esa frontera, cómo se iban a un sitio donde yo ya no podía ir. Y ahí nace un complejo de culpabilidad. Tendrías que suicidarte para ir donde están ellos, pero no lo vas a hacer. Así que la soledad está siempre rondando la condición humana.

Manuel Vilas, en Zamora.

Manuel Vilas, en Zamora. / JOSE LUIS FERNANDEZ

–Su última novela ha recibido el Premio Nadal. ¿Sigue haciendo ilusión recibir estos reconocimientos oficiales, más allá del éxito que tenga entre el público?

–Por supuesto, porque además estos galardones te acercan a los lectores. Un premio literario sirve para que las personas se acerquen más a tus libros. Esa es una utilidad que a mí me parece realmente importante, la posibilidad de tener lectores que, sin ese reconocimiento, no tendrías.

La vida tras "Ordesa"

–Con la perspectiva del tiempo, ¿qué supuso "Ordesa" para su carrera literaria?

–Me cambió la vida, antes no me llamaba nadie (risas). También me dio una satisfacción de carácter privado, esa complicidad con miles de lectores. El libro fue algo realmente terapéutico, tengo anécdotas de multitud de lectores que han empleado esta historia para resolver conflictos familiares. Así que espero que, aunque yo soy muy pecador, me haya ganado el cielo por haber contribuido a la buena relación entre padres e hijos. El libro repite la máxima de que todo lo que tengas que hablar con tu madre o con tu padre lo hagas ya, porque el futuro es de los muertos. Y esto a mucha gente le ha servido para no callarse.

Un premio literario hace que las personas se acerquen más a tus novelas

–¿No fue complicado haberse desnudado de esa manera tan íntima?

–Sí, aunque no tuve mucha conciencia de ello, porque lo que yo tenía delante era una historia importante que contar, la de mi padre y mi madre, que eran dos personas muy originales, aunque me di cuenta de ello cuando ya no estaban, de ahí la tragedia, que les pasa a muchos seres humanos. No podía dejar de hablar de mi padre y de mi madre, era una historia que tenía que ser escrita y así lo hice. Fue luego cuando me di cuenta de que era una desnudez total y que me exponía, pero, en un primer momento, yo estaba obsesionado con contar esa originalidad de mis padres.

–¿Es cierto de que antes de "Ordesa" era pobre, como ha comentado alguna vez?

–Lo era, malvivía de la literatura. De hecho, el olor a pobre no me lo quitaré en la vida. Esto es herencia de la clase media baja de los españoles de los años sesenta. Sigo preguntándome por qué todo es tan caro, intento ahorrar, soy modesto y moderado en todo, como lo era mi padre. Pero tonto del todo no soy, me gustan las cosas de los ricos. Y profesionalmente esta novela me cambió la vida.

El escritor responsable

–¿Nota que escribe de otra manera en esa nueva etapa, tras ese gran éxito?

–Acoges una responsabilidad importante con tus lectores. Cuando tienes miles de seguidores está la opresión de no defraudar. Cuando has conmovido a miles de lectores, como me pasó a mí con "Ordesa", con una historia que les tocó el corazón, se convierte en un bien moral maravilloso que te dan a ti esos lectores. Pero, cuando escribes los siguientes libros, te oprime esta sensación de que pudieras decepcionarlos, lo que es muy angustioso.

Manuel Vilas, en Zamora.

Manuel Vilas, en Zamora. / JOSE LUIS FERNANDEZ

–¿Se inspira de manera diferente cuando quiere crear una novela o un poema?

–No, todo viene de la vida. Lo que determina un poema o una novela es algo que yo he vivido, lo que haya observado como importante para mí. Esa es la chispa.

Los escritores no nos inventamos nada, solo añadimos argumentos, palabras, personajes, acciones y tramas a la experiencia de la vida

–¿En el receptor sí que hay diferencia si hay verso o prosa?

–Desgraciadamente, sí. La poesía tiene muy pocos lectores y la novela es el género popular, donde te encuentras con el sentido de tu trabajo. Y es que el sentido de un escritor es que haya alguien al otro lado, algo que con la poesía no ocurre, lo que es terrible y trágico para alguien que concibe la literatura como comunicación. Yo seguiré siendo poeta toda la vida, pero me quejo de este horror del género poético, que no tiene nadie al otro lado. Esto se lo he dicho mucho a los poetas, pero a los más trascendentales y espirituales les parece que no es necesario que haya nadie al otro lado. A mí sí me lo parece, de ahí que sea un poco hereje en ese sentido.

El miedo a defraudar

–Fue a los 17 años, gracias a un concurso, cuando publicó su primer libro, además de poemas. ¿Queda algo de ese alumno de 3º de BUP en aquel colegio de curas?

–Sigue habiendo mucho. El susto, lo que los escritores llamamos la impostura, que cualquiera salga a gritarnos que no somos escritores, que es todo una mentira. Esto me sigue ocurriendo y se llama el síndrome del impostor, que es muy real en este oficio. Yo lo tengo todavía muchísimo y, hablando con otros escritores, hasta al más pintado le ocurre.

"Ordesa" fue algo terapéutico que resolvió conflictos familiares

–Comenzó a escribir a finales de una dictadura, con los inicios de la democracia en España. Con varias décadas en el oficio, ¿tiene la sensación de que, en la actualidad, se ha perdido cierta libertad para escribir?

–Ahora se están midiendo las novelas como si fueran actas notariales y una novela es un arte de ficción, una fantasía. Si moralizamos las fantasías, vamos a convertir la literatura en un aburrimiento. Hay cosas que tampoco se pueden decir en las redes sociales y todo esto supone un retroceso real. Entiendo las coordenadas sociológicas en las que se dan, las comprendo, pero no me dejan de doler. Aunque tampoco soy de aquellos que piensan que el pasado fue mejor, porque me parece un error tristísimo de abuelo cebolleta. Pero sí que pueden estar produciéndose retrocesos de la libertad y dentro de veinte o treinta años, cuando nos vean, nos mirarán con pena, como nosotros lo hacemos cuando vemos imágenes de 1981 en España con las manifestaciones contra el divorcio, que les parecía que significaba el fin del mundo. Vivieron unas coordenadas sociohistóricas horribles y eso también nos va a pasar a nosotros en un futuro. Esto es algo que, personalmente, me aterra.

Manuel Vilas, en Zamora.

Manuel Vilas, en Zamora. / JOSE LUIS FERNANDEZ

–Llega a Zamora como previa de lujo a la celebración del Día del Libro, ¿es necesaria esta conmemoración?

–Viene bien porque visibiliza el libro a través de los medios de comunicación y todas las fuerzas políticas y sociales bendicen este día, sirve para que la cultura funcione y para que la gente se acuerde de que existe el libro, así que, bienvenida sea. En teoría, en una sociedad desarrollada no debería hacer falta recordar lo obvio y, en ese sentido, puede incluso ser problemático al parecer que es necesario todavía recordar esto.

Un papel preponderante

–¿Qué papel tiene ahora la literatura en la sociedad?

–La literatura genera ciudadanos libres, sofisticados, que valoran la libertad individual y tienen una gestión de sus propias vidas más solvente. Los libros ayudan a vivir. Una persona que lee está más preparada para gestionar su propia vida, para saber qué le está pasando, porque todo está en los libros. Es impagable el bien que acarrea la literatura.

–¿Mientras haya lectores hay esperanza para la humanidad?

–Si vas a una ciudad donde hay un bar y una librería elegantes, junto a un teatro y un excelente restaurante, estás en manos de la civilización, estás bien, protegido de la ferocidad del mundo, de la ferocidad del subdesarrollo y de todo tipo de populismo político.

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