“Seréis mis testigos” es el lema de la campaña del Domund 2022, a la que unirán todas las parroquias de la diócesis de Zamora con el objetivo de recaudar fondos para los proyectos humanitarios en los que participan los 89 misioneros zamoranos que están en diferentes partes del mundo.

Una avanzadilla de esta colecta tuvo como protagonistas ayer a los niños y niñas de Zamora, que, como ya es tradición, salieron a la calle para pedir una colaboración entre los viandantes, hucha en mano, después de ser “enviados” tras un acto en la iglesia de Santiago del burgo. Esta primera jornada se completó con una vigilia de oración por las misiones en el mismo templo.

Alumnos y profesores del colegio Medalla Milagrosa, colaborando con el Domund Cedida

De los más generosos

España es el segundo país que más aporta en esta jornada de solidaridad. El pasado año se recaudaron sesenta y tres millones y medio de euros, más de 63.000 de ellos provenientes de la diócesis de Zamora. Con esa cifra se pudieron financiar 453 proyectos en 74 países.

Los zamoranos están repartidos por todo el mundo, con cuatro sacerdotes diocesanos en Estados Unidos, Uruguay, Perú y Venezuela, 28 sacerdotes religiosos en Venezuela, Madagascar o Filipinas y 57 consagrados en Colombia, China o El Salvador, con ejemplos tan loables como el de Pedro Luis Rodríguez, de Fontanillas de Castro, quien actualmente reside en la ciudad ecuatoriana de Sucumbíos, dirigiendo el proyecto La Casa de los Niños de Santa Teresita, donde se atiende a cientos de menores, dándoles una educación y también un plato de comida al día, para que tengan algo que llevarse a la boca.

Tres alumnas del colegio Medalla Milagrosa, con las huchas del Domund. Cedida

En Togo está otra misionera zamorana, Pilar Sánchez Hidalgo, natural de Madridanos. En este país africano lleva un taller de confección par ayudar a las mujeres a que puedan vivir con sus propios recursos.

Otro ejemplo de misionera zamorana reside en Angola, concretamente en la ciudad de Benguela. Allí, Juana Domínguez Ferrero, de Ferreruela de Arriba, está al frente de un internado con cerca de cuarenta niñas de familias sin recursos, que viven en las montañas.

El ejemplo de los jóvenes

Estos ejemplos son encomiables, pero para ser misionero no hace falta consagrar su vida entera a la causa. También hay jóvenes que deciden dedicar parte de su tiempo —sobre todo en vacaciones— a colaborar con algún proyecto internacional. Es el caso de Lara Ochoa Rodrigo, maestra que la pasada semana contó su experiencia en Lima a jóvenes de varios institutos de Zamora, para explicarles la importancia de su colaboración en el Día del Domund.

Laura Ochoa, como misionera en Lima este verano. Cedida

En su caso, el empuje para viajar hasta Perú fue una fe que le hacía “tener sed de darme y seguir el ejemplo de Jesús, ofreciendo mi tiempo a los más pobres, siendo una gran oportunidad para su vida”, explica. Su aterrizaje en Lima fue “impactante, porque es una zona con una pobreza y miseria extremas. Sentías hasta miedo por el peligro que veías en las calles”, recuerda. Pero nada de eso le impidió disfrutar de esta primera experiencia que asegura que no será la última.

“Fue un gran reto adaptarse y trabajar en equipo con otros compañeros, pero también ha sido una gran aportación para mi vida”, subraya. Por su formación en Magisterio, se dedicó sobre todo a la enseñanza, pero también se remangó por otras obras más manuales.

Laura Ochoa (segunda por la derecha) en la misión de Lima con otras compañeras. Cedida

Pequeña colaboración

Para todos ellos cooperantes y para todas estas misiones alrededor del mundo se solicita hoy en las parroquias de la diócesis un pequeño donativo, que será una gran ayuda par que estos proyectos humanitarios sigan adelante con la colaboración de todos.