Año 1520. Los territorios pertenecientes a la Corona de Castilla están sumidos en una profunda inestabilidad política desde la muerte de su reina Isabel acaecida dieciséis años atrás. La llegada al trono de su nieto Carlos V, emperador del Sacro Imperio, no ayuda a mejorar las cosas. A pesar de ser hijo de la castellana Juana, loca o cuerda según quien narre la historia, no todos aceptan a un rey llegado de Flandes con una Corte extranjera, que apenas habla el castellano y que está ejerciendo serias presiones sobre los territorios heredados.

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Recreación del Campamento Comunero en las Aceñas de Cabañales.

La oposición al nuevo monarca de algunas élites sociales acabará calando en el pueblo llano. Surge así un heterogéneo levantamiento armado conocido como la guerra de las Comunidades. Un enfrentamiento a sangre y fuego entre realistas y comuneros que mantendrá en vilo diversos territorios de la Meseta Central hasta la derrota de los rebeldes y la ejecución de sus líderes Padilla, Bravo y Maldonado el 23 de abril de 1522 en la localidad vallisoletana de Villalar.

Cuando aprender Historia se convierte en un juego

La Zamora de aquel tiempo no se mantuvo indiferente ante la contienda. Como relata el presidente de la Asociación de Recreaciones Históricas Imperial Service, José Miguel Alberte, “en octubre de 1520 un pequeño ejército de unos 300 hombres liderados por Antonio Osorio de Acuña, obispo de la ciudad y uno de los líderes comuneros más radicales, se planta a las puertas de la ciudad. El asalto no obtiene apenas resistencia por parte de los soldados imperiales y Zamora pasa a ser comunera aunque por poco tiempo”.

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En el Campamento de Acuña recreado este fin de semana en las Aceñas de Cabañales se ha podido ver de nuevo al obispo rebelde trazando estrategias con sus huestes de soldados y clérigos. También al maestro arquero aleccionando a los más jóvenes y a los Caballeros y Damas de la Orden de Calatrava, vistiendo pesadas armaduras para el combate. Sami, recreador valenciano nos cuenta que son reproducciones exactas de las utilizadas en el siglo XVI: “salvo las articulaciones de codos y piernas cubren el cuerpo entero con veinticinco y hasta treinta y cinco kilos de hierro. Debían ajustarse a la perfección porque de ello dependía que volvieras a casa o no”.

Cuando aprender Historia se convierte en un juego Ana Burrieza

Mientras dura la charla, su mujer le ayuda a ajustarse las incontables correas. Y es que en los campamentos comuneros no faltaban las féminas que ejercían de escuderas, cocineras, enfermeras o simples acompañantes. Según Soraya García, recreadora de Alcalá de Henares y Licenciada en Historia y Antropología: “claro que había mujeres acampadas. Algunos soldados llevaban consigo a sus familias. Otros a sus amantes que solían ser prostitutas a las que pagaban su sueldo”.

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Pese al oscurantismo histórico existieron además grandes guerreras en el fragor de la batalla como nos descubre Eloy, presidente de los calatravos y su maestro de combates que viene de Jaén: “No existe mayor guerrera que una mujer defendiendo a su hijo. Ni el Cid, ni otras historias que te cuenten. Una mujer defendiendo a su hijo es capaz de resucitarlo, levantarse y matarte a ti. En la toma de Palencia fueron ellas quienes arruinaron a los franceses y los hundieron en la miseria”.

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Son las 14.30 horas de la tarde. Comuneros y realistas del siglo XXI comparten, como no lograron hacerlo en 1520, un pote castellano de la época a base de carne, patatas y chorizo aderezado con potentes especias. Cocina humeante y sabrosa de verdad como lo son estas recreaciones históricas minuciosamente documentadas que van profundamente más allá de ser un mero teatrillo de aficionados.