El pintor madrileño Carlos Morago, uno de los máximos exponentes actuales del realismo en España, muestra su última colección en la galería de arte Espacio 36, que se podrá ver hasta el próximo 5 de mayo.

–¿Qué ofrece en su tercera visita a la galería Espacio 36 de Zamora?

–He tratado de hacer una serie de temas que no se hayan sido vistos en muestras anteriores y profundizar un poco más en ellos, mostrando la evolución que he podido tener en los dos últimos años, tras mi última exposición en Zamora. Me centro ahora en la factura y en la síntesis y eso es lo que quiero conseguir, reduciendo el detalle.

–¿Qué tienen de inspirador en principio esas vistas aparentemente tan anodinas que terminan convirtiéndose en cuadros llenos de luz y vida?

–Es precisamente la forma de hacerlo. Cualquier detalle, como en la vida misma, puede tener una plástica y un interés si te paras a verlo. No se trata de tener grandes temas ni grandes cuadros que relaten historias, sino un detalle en el que tú te puedas expresar. Mi pintura es figurativa, pero a veces la siento como una abstracción, cuando te acercas a un motivo y tratas de analizarlo y encontrar algo de ese tema, extraerlo en definitiva.

–¿Busca así la esencia?

–Hay un momento en que ves esa luz, esa mancha especial, ese algo que te llama la atención. También intento que el espectador, más que vea una ventana o una fachada, vea una plástica. La luz también influye en este proceso y puede que hayas pasado mil veces por un sitio sin ver nada y un día, por un brillo especial, te fijas en algún detalle y encuentras ese algo.

–¿Las flores han sido su nueva inspiración?

–Recuerdo que en pleno confinamiento tenía unos esquejes en un tarro de cristal a los que no les hacía ni caso, pero, a fuerza de verlos, sentí que reflejaban lo que estaba pasando, era algo que representaba el futuro y los vi de otra forma. A veces, algo que tienes abandonado en una esquina de una ventana donde la dejaste algún día, termina cobrando un protagonismo especial.

El pintor madrileño Carlos Morago, en su estudio. Cedida

–¿No le atrae la figura humana para reflejarla en sus obras?

–Me gusta más que haya pasado el hombre y que ya no esté, reflejar eso. Por ejemplo, cuando hago un jardín o una ventana, la inquietud que quiero transmitir es que esto lo ha vivido alguien, aunque ahora ya no se vea allí reflejado, la figura humana ha desaparecido y pinto cómo lo han dejado. Es como cuando vas a unas ruinas históricas, que piensas en la gente que ha podido estar ahí e incluso en una ruina más habitual, como una casa abandonada o vieja en venta, que piensas en qué vida han llevado dentro mirando una silla en el salón, por ejemplo. Eso es lo que me llama la atención y el hombre cuando se asoma a ese paisaje, lo fastidia.

Al terminar un cuadro, me dejo llevar por la creatividad y es cuando más disfruto

–¿Cómo es su proceso de creación?

–Para mí lo más complicado es saber con qué voy a comenzar, cómo me enfrento al lienzo en blanco. Aunque, en realidad, yo nunca lo hago de manera literal, porque suelo mancharlos al principio para ver si alguna mancha me sugiere algo y se convierte en algo. Cuando ya tengo claro el tema, sé qué camino seguir y ahí vuelve a aparecer esa mancha, que es la me guía hacia uno u otro lado. Dejas que el proceso funcione, aunque hay veces que no avanza y entonces lo “castigo” contra la pared. Si no quiere decir nada entonces, ya lo hará más adelante (risas).

–¿Alguno sigue ahí “castigado”?

–Pues la verdad es que hay alguno que lleva en esa posición dos o tres años y la verdad es que confieso que no lo tiro porque me da pena. En el proceso hay un momento que es de auténtico trabajo, cuando tienes que llenar ese espacio del cuadro. Así que tenemos la idea primitiva y luego cuando cobra vida propia y te centras. Es ahí donde está el trabajo físico, del fondo que hay que rellenar. Pero la verdad es que cuando estoy acabando es cuando más disfruto, cuando creo que ya lo tengo definitivamente controlado. Me dejo llevar por lo que es la creatividad en el sentido más amplio y es como una melodía que ya estás instrumentando.