Mencionar toda una obra de arte, el Coro de la Catedral de Zamora, trae inmediatamente al imaginario popular las tallas de las ménsulas existentes en los bajos de las sillas abatibles que eran ocupadas por el clero, conocidas como “misericordias”. Las tallas de contenido burlesco y marcadamente erótico han sido admiradas y objeto de estudios e interpretaciones, pero ahora el historiador y delegado diocesano de Patrimonio, José Ángel Rivera de las Heras ha escrito el estudio definitivo sobre la obra del taller del escultor Juan de Bruselas con todo su entramado histórico, iconográfico, escenográfico y teológico. La profusión documental sobre el proceso de creación que arranca el 8 de abril de 1503 en la Casa del Deán, con la firma del contrato de los representantes del Cabildo y del propio Juan de Bruselas, tras casi un año de conversaciones es abrumadora.

Una ingente labor, la de Rivera de las Heras, que le ha ocupado los últimos dos años hasta ver la luz en forma de libro bajo el título: “La Sillería Coral de la Catedral de Zamora. Un canto al Salvador”, título en alusión al papel del coro en la liturgia y a la advocación de la seo zamorana. Más de 700 páginas para desvelar todos los secretos de una obra absolutamente excepcional, más allá de su incalculable valor artístico: desde sus rejas hasta el mensaje teológico que encierra el recinto. El libro incluye una amplísima bibliografía imprescindible para recomponer al detalle un proceso cuya redacción constituye, también, la tesis doctoral en Historia del Arte por la Universidad de Salamanca del propio Rivera de las Heras por la que ha obtenido la máxima calificación. Lo que se inició casi como un pasatiempo, según relata el propio Ribera, ha dado paso a un trabajo de erudición pero asequible al gran público. El ejemplar, ilustrado con más de 1.700 fotografías, planos e ilustraciones, ya se encuentra en las librerías zamoranas y está llamado a ser un referente para estudiosos así como amantes del arte y de la historia en general.

Hombre con libro delante de una iglesia.Una de las misericordias cuyo significado ha dado lugar a interpretaciones diversas. | Emilio Fraile

Uno de los descubrimientos que ofrece el libro es la ubicación de dos coros anteriores en el espacio catedralicio, uno en la capilla mayor y otro en la nave central, que datarían de los siglos XIII y XIV, respectivamente. Para el del siglo XVI harían falta las manos y las mentes de varias personas en una ciudad, la de Zamora, con un Cabildo influyente, con poder económico y ansioso por procurar a la diócesis obras de arte de relieve. La mitra zamorana correspondía entonces a un obispo de ascendencia asturiana: Diego Meléndez Valdés, “un personaje excepcional, patrocinador artístico en Zamora y en Roma, puesto que un conflicto con los Reyes Católicos motivó que pasara casi todo su pontificado en la capital italiana. Sin embargo, dejó a la Iglesia de Zamora lo que le correspondía como rentas de la mitra”. Junto al obispo, un triunvirato de canónigos de alto nivel intelectual: Diego Vázquez de Cepeda, el chantre Pedro López y el doctor Juan de Grado. A este último considera el historiador como auténtico “cerebro” de la concepción artística y teológica que encierra la sillería. A Grado atribuye la concepción de una obra ya humanista, aunque de plástica tardomedieval.

El taller de Juan de Bruselas, artista flamenco establecido en León, será el que se haga, a la postre, con el ambicioso encargo, después de que el Cabildo desechara la oferta presentada por el vallisoletano Pedro de Guadalupe.

Para una empresa de tal entidad, en la que Juan de Bruselas empleó aproximadamente tres años sin retratos ni mayores contratiempos, fue necesaria la colaboración de otros artistas, aunque suya fuera la planificación y el diseño originales. Es el caso de su compatriota, Gil de Ronza. Ribera de las Heras apuesta, asimismo, por la participación de Juan de Quirós, tallista en León, mientras no ha podido determinar con exactitud la participación del Giralte de Bruselas, encargado del retablo mayor de la Catedral de Oviedo, que cita el historiador Gómez Moreno. Otros muchos artistas quedan en el anonimato pero el resultado, a pesar de la diversidad estética, es de unidad estilística en todos sus elementos.

Mujer azotando el culo de un hombre. La misericordia como “el mundo al revés” para le época, donde la mujer deja de estar sometida. | E. F.

Una de las grandes novedades que aporta “Un canto al Salvador” hace referencia a las fuentes iconográficas originales de las tallas de los distintos elementos del coro. Las imágenes de la denominada “Biblia Pauperum”, libro del siglo XV que utilizaban los predicadores para preparar los sermones inspiran, a juicio de Ribera de las Heras, la estructura compositiva así como el desarrollo iconográfico y literario de los dorsales del cuerpo bajo. Igualmente destaca la influencia de la decoración marginal de los llamados “libros de horas” y, en particular del original del francés Philippe Pigouchet. De aquí salieron las estampas profanas que se alternan en la iconografía del coro zamorano, así como estampas de prestigiosos grabadores de la época y, naturalmente, textos bíblicos, patrísticos y hagiográficos, así como bestiarios medievales. Aunque para los expertos son evidentes las influencias de los coros norteños de León, Oviedo (ya desaparecido), Astorga y del grupo del sur con Toledo, Plasencia y Ciudad Rodrigo, el coro zamorano posee atributos que apuntalan su singularidad.

Ribera de las Heras hace hincapié en particularidades del coro zamorano, como es la inclusión, en el cuerpo superior, de diez mujeres santas entre las figuras divinas encabezadas por el Salvador y los evangelistas. A las puertas del recinto se tallan las sibilas, una figura profana, la adivinadora, tomada de estampas medievales ya sacralizada, atribuyéndole a cada una un elemento identificador de Cristo (la cruz, la corona de espinas...) que profetizan la llegada del Mesías.

Anciano, hombre y mujer entorno a una olla. La ménsula podría representar refranes como “en casa llena aýna fazen cena”. | E. F.

Y es que, según el estudio de Ribera de las Heras, en la escenografía del Coro se adivina la presencia de una ceremonia que tenía lugar en la seo la noche de Navidad: El Canto de la Sibila y la Procesión de los Profetas que seguía al sermón atribuido, erróneamente, a san Agustín y original de san Quodvultdeus, lo que favoreció la inclusión de personajes paganos en el coro: Nabucodonosor, Virgilio o Apolo. Tallas tan diversas ofrecen otro retazo de esa concepción humanista que destaca Ribera de las Heras.

En cuanto a las archifamosas misericordias, el historiador concluye que no estamos ante ninguna licencia de los tallistas ni, mucho menos, esconden burlas del clero hacia las órdenes mendicantes. El verdadero sentido de las ménsulas es completar el relato teológico sobre la Salvación que transmite el conjunto del coro y plasman “de forma tan realista como satírica algunas de las conductas más censurables”, con escenas “tan procaces y obscenas que, en ocasiones, han derivado hacia un mayor interés por parte de estudiosos y espectadores, con el peligro de ser deslizadas hacia una especie de pansexualismo que ocultaría el verdadero sentido teológico que la sillería quiere transmitir”. Hasta que sea posible la contemplación, de nuevo en directo, de tan magna obra, “Un canto al Salvador” es también una forma de acercarse a la Catedral zamorana y contemplar una de sus maravillas más apreciadas con nuevos datos y perspectivas para entender todo su significado.

Virgilio. En la sillería aparece el poeta Virgilio como profeta de la llegada del Mesías en una interpretación de sus “Bucólicas”. | E. F.

Meléndez Valdés, el obispo que promovió desde el “exilio”

“Un canto al Salvador” viaja a la Zamora del siglo XVI, retratada por el viajero alemán Jerónimo Münzer. Hacia 1.500 ya quedan lejanos los tiempos gloriosos de la Zamora con peso propio en la corona leonesa y como ciudad estratégica para la Reconquista. El Cabildo Catedralicio cumplía con sus funciones religiosas y de ayuda al obispo, pero también jugaba un papel destacado en el papel económico y urbanístico, siendo propietaria de numerosos inmuebles y fincas. Justo en esos años, la capital vivió una intensa actividad constructiva, lo que influyó, tal y como explica Ribera de las Heras, en la evolución de la ciudad con la construcción del hoy antiguo ayuntamiento, en torno al cual nacería la Plaza Mayor. Edificios palaciegos como el de los Momos, actual sede de la Audiencia Provincial o el del Cordón, convertido en Museo de Bellas Artes. Al frente del Cabildo, aunque ausente por las disputas políticas, el zamorano Diego Meléndez Valdés, nacido en Zamora, con raíces asturianas, que estudió en Salamanca y que ejerció en Roma como notario apostólico. Falleció en la capital italiana y fue enterrado en la iglesia de Santiago de los Españoles, fundada por él. En Zamora reformó la iglesia arciprestal de San Ildefonso, realizó obras en la Catedral y hasta fundó una cofradía para “casar doncellas pobres”.