El periodista Manuel Campo Vidal acaba de publicar un libro sobre “La España despoblada” en el que aboga por lo que denomina como “territorio rural inteligente” como fórmula para intentar acabar con el problema de la despoblación. Este hijo de la emigración de mediados del siglo pasado cree que ahora se ha despertado una conciencia sobre la España despoblada que es necesario aprovechar y convertir en iniciativas reales de repoblación.

—¿Qué es “La España despoblada. Crónicas de la emigración, abandono y esperanza”?

—La España despoblada es la historia de mi vida. Yo formo parte de esos millones de españoles que salieron del mundo rural, con mi familia de un pueblo del Pirineo Aragonés Camporrells a Barcelona y por motivos labores, cuando yo tenia 30 años, me trasladé de Barcelona a Madrid. Podría haber escrito este libro cualquiera de esos millones de personas que se desplazaron durante el siglo XIX y XX. Y fue durante la manifestación de la España Vaciada del 31 de marzo de 2019, cuando me di cuenta de la fortaleza que eso tenía. Lo que más me impresionó no era ver tanta gente sino ver tantos jóvenes, y que estaban pidiendo auxilio para el mundo rural.

—¿El principal problema de despoblación arranca de las décadas de medidos del siglo XX, con el éxodo rural?

—España se despuebla desde mitad del silo XIX no desde mitad del siglo XX porque llegó tarde la revolución industrial, teníamos mayor densidad de población que otros países europeos. En zonas como Galicia la emigración a América fue muy fuerte. Más de dos millones de gallegos se fueron desde finales del siglo XIX y principios del XX. Y luego hay otra oleada muy fuerte a partir de los años 50, con la fecha de referencia en 1959, que es el plan de estabilización, donde se produce una gran salida, porque las condiciones en las que quedó el medio rural eran insoportables.

—¿Fue cuando se vaciaron los pueblos?

—El franquismo no se ocupó el mundo rural, y no solo eso, sino que toleró que la subcultura en el cine, que era lo que se llevaba entonces, estigmatizara al mundo rural, pues con todas aquellas películas de Paco Martínez Soria donde el de pueblo era el cateto, el tonto, y los listos eran los de las ciudades. Pero si los del pueblo van con boina, los de la ciudad tenemos ya la boina de contaminación sobre nuestras cabezas.

—Hay muchos diagnósticos sobre la despoblación, pero pocas soluciones.

—El mundo rural tiene una gran oportunidad. La despoblación es máxima, hasta el punto de que 27 capitales de provincia, Zamora incluida, por cierto, pierden población, y por tanto la situación es bastante límite. Pero el año 2019, se produjo aquella manifestación, la elección de un diputado y dos senadores de Teruel Existe, y el presidente Pedro Sánchez se comprometió a crear un Ministerio de Reto Demográfico, que ha sido finalmente una secretaría general, aunque ya nos vale, porque antes no había nada. El 2019 fue el año de la eclosión, 2020 fue un año de la fijación de las perspectivas que teníamos y en este 2021 tienen que llegar las soluciones.

—¿En qué se basa?

—En que hay una serie de proyectos de territorio rural inteligente presentados en los fondos europeos, una posibilidad, porque hay un excelente secretario general de Reto Demográfico, Paco Boya, que es una persona que viene de la Asociación de Pueblos de Montaña y por tanto tiene la asignatura conocida y vivida, lo cual es muy positivo y también porque yo aprecio a diario, semanalmente, una proliferación de iniciativas de gente que quiere ayudar a contener la despoblación y a ser posible a repoblar. Yo he hecho este libro, la España Despoblada he creado una web www.españadespoblada.es y he invitado, también a través del libro, a que la gente me escriba. Y descubro iniciativas en provincias, webs para ayudar a la gente que quiere instalarse en los pueblos: Porque hay gente que quiere instalarse en los pueblos, aunque luego igual no le venden una casa, aunque esté vacía, o un terreno, aunque esté yermo. Es una proliferación de gente que quiere ayudar en estos momentos y a mi eso me hace sentir esperanza.

—¿La pandemia nos ha ayudado a repensar las ventajas del mundo rural y de vivir con los pueblos?

—La pandemia ha demostrado dos cosas. Uno, que la España urbana debe un agradecimiento a la España Rural. Ganaderos, agricultores, transportistas y la gente de los supermercados, aquí no se ha cortado la cadena de suministro alimentario. Y la segunda es una reflexión, que muchas personas dicen, en lugar de vivir en una gran ciudad y los fines de semana irme al pueblo, a lo mejor puedo vivir, si tengo comunicaciones y sobre todo telecomunicaciones, en ese pueblo toda la semana y algún fin de semana me voy a la ciudad. Este movimiento es significativo. Según Google, desde el mes de mayo del año pasado se multiplicaron las búsquedas e Internet de cada con pueblo, casa con parcela, etcétera. Ese movimiento existe y hay que aprovecharlo. Hay algunas iniciativas muy interesantes por ejemplo en Belorado, de Burgos, se ha creado una Concejalía de Repoblación e Integración y a mi me parece muy inteligente. Porque la gente quiere, necesita que alguien le ayude a aterrizar, integrarse en un pueblo y fomentar que pueda haber trabajo y emprendedores.

—¿Qué políticas son las fundamentales en esta materia?

—Debemos tener claro que el medio rural no se pudo industrializar en su momento y lo hizo muy poco después, pero sí se puede digitalizar. Así que el esfuerzo es perdimos la industrialización, pero no podemos perder la digitalización. Esta es la clave de la situación. Lo primero es que haya telecomunicaciones, Internet, para que la gente pueda trabajar como si estuviera en una gran ciudad. La segunda condición es que alcancemos una densidad de población suficiente para tener servicios abiertos, desde médicos a los bares y las tiendas y desde luego la escuela. Con todo eso se está dando un cierto aire de recuperación. Y desde luego van a jugar un papel fundamental las cabeceras comarcales, que deben fortalecerse y las que tengan una retención de población alta, como por ejemplo sucede en Andalucía, donde hay una red de cabeceras de 15.000 o 20.000 habitantes. Eso sostiene un territorio porque eso ya te aguanta un instituto, un centro de salud y a veces un hospital.

—¿Sin embargo las políticas se han centrado en las autovías y AVEs para conectar las grandes ciudades y nos hemos olvidado un poquito de las comunicaciones más cercanas?

—El franquismo no se ocupó del medio rural y además lo estigmatizó, pero la democracia no se ha ocupado mucho tampoco del mundo rural y es el punto negro de la Transición. Yo lo comparto con algunas personas, como el ministro de Agricultura, Luis Planas, que es un personaje muy interesante y que en el fondo admitía que todos esos grandes avances que se produjeron en la Transición de mejora de las condiciones de vida y que construyeron un país completamente distinto, se vieron mucho más en las ciudades que no en el mundo rural. Hay una asignatura pendiente que se tiene que recuperar y en esa tarea estamos, reclamando esa atención.

—¿Hay que quejarse más?

—No soy partidario de la política del lamento, sino de proyectos. Si hay proyectos para crear balnearios, cooperativas y empresas de todo tipo, si hay apoyo a los emprendedores y si hay telecomunicaciones, las cosas pueden cambiar y pueden hacerlo muy rápidamente. Y hay ejemplos en toda España de que el factor emprendedor está creando realidades muy distintas y muy positivas, porque efectivamente no solo de la agricultura y ganadería vive el mundo rural.

—¿El victimismo puede paralizar la iniciativa?

—El mundo rural no basta con reclamar cosas, es muy importante tener proyectos y ayuda para los proyectos. La política del lamento y reclamar solo dinero no conduce más que a dar un poquito de oxígeno mientras dure la subvención y no estamos hablando de esto. Estamos hablando de un equilibrio que es imprescindible en España entre el mundo urbano y el mundo rural. España como país no se puede permitir estas profundas desigualdades, porque desde el punto de vista económico, humano y medio ambiental necesitamos que la despoblación se detenga y haya una repoblación, porque si no los bosques se van a quemar, las tierras se van a abandonar y el oxígeno será cada vez de peor calidad. Participé en un coloquio en Soria y decía un periodista oiga, en Soria notamos la contaminación de Madrid, y lo puedo creer cuando veo esa boina de contaminación que está durante semanas y Madrid ha sido señalada en la Unión Europea como la capital donde se producen más fallecimientos como consecuencia del aire enrarecido. Bueno, pues yo creo que esos desequilibrios tan notorios entre el mundo rural y urbano tenemos que resolverlos porque va contra toda lógica que el 80% de los ciudadanos vivamos en solo el 15% del territorio.

—¿Hay territorios en un punto de no retorno?

—Quiero creer que no, pero es verdad que hay tres provincias, Zamora, Orense y Lugo, donde hay más habitantes mayores de 75 años que menores de 25 y eso es un síntoma gravísimo. Hay que fomentar la repoblación en todos los sitios, especialmente en esas provincias porque una proyección de la pirámide de edad a diez años nos puede conducir a un punto de no retorno. Estamos viviendo contra reloj. Hablamos de la despoblación pero hay otro factor que lo agrava todo que es el declive demográfico, porque España es el país del mundo más envejecido después de Japón, estamos sumando despoblación, declive demográfico, masculinización del territorio. En los pueblos pequeños queda poca población, pero las mujeres no están allí se marcharon y la mujer se ha demostrado que es vital para fijar población en el territorio. Por eso aquellas comarcas que tienen la suerte de tener un balneario, por ejemplo que da mucho empleo en las comarcas sobre todo mujeres, se estabiliza mucho mejor la población que en otras que son eminentemente agrícolas.

—Se fían mucho las cosas a sectores concretos, como el turismo o la agricultura y la ganadería que no sé si son la solución, al menos de manera generalizada.

—Estamos tan necesitados que todo ayuda. Ahí donde haya agricultura y ganadería cuidémosla. En España hay muchos balnearios, un centenar, pero hay otros 50 que cerraron, pues ahí donde haya un balneario o la posibilidad de reabrirlo, procuremos abrirlo. Allí donde podamos constituir una cooperativa hagámoslo, porque las cooperativas son muy importantes porque no se trasladan, a diferencia de la empresa, así que las cooperativas son fundamentales. O la posibilidad de traer gente que venga a pasar la jubilación al pueblo porque está más tranquilo, probablemente vivirá más a gusto y en mejores condiciones saludables y económicas: con la misma pensión en un pueblo donde la vida es más barata que en una capital. Estamos tan necesitados que tenemos que sumar todo lo que sea posible.

—Habla mucho del papel de los emprendedores.

—Hay que cuidarlos porque un emprendedor crea riqueza para él y su familia, pero un emprendedor salva un pueblo. Y si tienes la suerte de que en el factor humano te tocan personajes de estos que te activan toda una comarca ¿eso es un premio extraordinario, no?. ¿Qué sería Arteixo, en las afuera de La Coruña si no hubiera ido a vivir allí Amancio Ortega, que es de León, por cierto?. Si su padre, que era un factor de Renfe, hubiera ido a parar a la provincia de Zamora probablemente Inditex estaría en Zamora y tendría otra realidad. El factor humano siempre, cuidar a los emprendedores, y desde luego si te toca alguien con una capacidad de crear empresa, bien directamente como un personaje como Amancio Ortega o bien mediante una organización como son las cooperativas de Mondragón. Sin las cooperativas de Mondragón la provincia de Guipúzcoa no sería lo que es.

—¿Aparte de vender muchos ejemplares, con qué se daría por satisfecho?

—Yo quería levantar acta de donde estábamos. Y quería decir que esta España no está vacía, como se dijo en algún momento, sino que a esta España lo que le pasa es que está despoblada. Pero una cosa que se ha despoblado se puede volver a repoblar. Yo quería levantar acta de cuál es nuestra situación, quería analizar las condiciones de salida desde mediados del siglo XIX poniendo el acento también en lo que he vivido personalmente. En el siglo XX dos millones de personas, entre ellas yo con mi familia, fuimos de cualquier lugar de España, de Zamora también, a Barcelona. Solamente allí dos millones de personas, la mitad de ellos de Andalucía. Ya tenemos todos los datos y hacen falta iniciativas. A poder ser iniciativas inteligentes, y esos territorios a los que no se les ve a veces salida se pueden convertir en un territorio rural inteligente y eso cambiará la vida de muchas personas y ayudará a reequilibrar el país. No se trata de vender muchos libros con esta edición, sino de generar mucha conciencia social para que seamos capaces de aportar entre todos y combatir ese desequilibrio, que yo creo personalmente que es posible. Y hay muchos indicios de que puede estar en marcha una cierta recuperación.