Ávido lector, tiene sus preferencias bien claras a la hora de sentarse a disfrutar de un libro. "Por mi formación filológica suelo dejar que pasen 50 años de una obra para leerla", desvela, por lo que defiende que "la literatura es un arte que requiere tiempo para asentarse y es difícil decir que un libro sea literario hasta que no transcurren determinados años".

En este sentido, admite que hay excepciones a lo largo de la historia. "En obras como "Cien años de soledad" se apreciaba desde un principio que ya tenía sustancia, pero se ha corroborado con el paso del tiempo, como en el caso también de "El nombre de la rosa", por ejemplo", indica.

Por lo tanto, en literatura se decanta por los clásicos del siglo XIX. "Hay mucho para leer, así que hay que decidir y yo he optado por un tipo determinado de literatura. Prefiero obras de grecolatinos a leer el último deseo de best seller que aparezca en la mesa de novedades", asegura.

Pero si se tiene que quedar con un género, lo tiene claro. "Me gusta más el ensayo que la novela", confiesa. De hecho, su obra "Cabaret Biarritz" es una especie de "parodia" de un ensayo. "Me gusta el ensayo histórico, de arte o de teoría literaria", enumera.