El gusanillo de la cooperación le entró a través de las historias sobre Perú que le contó una compañera del colegio Divina Providencia, donde trabaja desde hace tres años. El zamorano Chema Payo conoció a través de esta religiosa la labor que lleva a cabo en el Tercer Mundo la ONG Taller de Solidaridad y ha sido este verano cuando ha podido cumplir con su sueño. Filipinas fue su destino, por el conocimiento que tenía del inglés, y el mes de convivencia en el país ha estado lleno de experiencias enriquecedoras.

"El consejo que nos dieron antes de ir fue que nos planteáramos las situaciones dentro del contexto de su cultura, que no tiene mucho que ver con la nuestra. Europa y Asia son muy diferentes en eso", apunta Payo, quien las tres primeras semanas las pasó viviendo en comunidad con los trabajadores de las microempresas que Taller de Solidaridad tienen en ciudades como Quezón o Madaluyong.

La adaptación de este profesor fue inmediata. "Nos levantábamos todos los días a las cinco de la mañana para entrar a trabajar con el resto de empleados a la fábrica. Estar así de implicados propiciaba el poder tener una relación más fuerte con ellos", explica. La primera semana estuvo en un taller de costura donde se exportaba ropa religiosa hecha de manera totalmente artesanal. En Madaluyong, las prendas que se confeccionaban eran uniformes universitarios y ropa deportiva para colegios. "Son pobres, pero prestan mucha atención a ir limpios y bien vestidos", apunta Payo, quien en esos días aprendió a repasar hilos, coser botones e incluso utilizar la máquina de coser. También tuvo tiempo de ayudar en un poblado de la isla de Salvación, donde sufrió dos tifones, a pintar las nuevas viviendas. "Todo esto se ha podido construir con lo que recaudamos en España y ellos están muy agradecidos", subraya.

La última semana el zamorano pudo desarrollar su verdadera profesión, la de maestro, dando clase de español en un colegio femenino a alumnas de 15 y 16 años. "Es un idioma que interesa bastante. Además, en filipino hay muchas palabras cogidas del español. Las alumnas estaban muy motivadas", agradece.

Recuperado ya del jet lag del viaje de vuelta, con treinta horas de vuelo, Payo valora esta experiencia, que utilizará de cara al próximo curso. "Me servirá para poder contar la existencia de esta otra cultura a mis alumnos en algunas clases". Confiesa que le habría gustado quedarse hasta su vuelta al trabajo, "pero hay que regresar y pensar con la mente fría el volver allí a seguir ayudando", finaliza.