- "Los caprichos de Ceres". ¿Un evocador canto, desde la experiencia y la solidaridad, a la tierra y sus labores, a la Naturaleza y sus ciclos? ¿Y, también, una elegía al hombre que no abandona la casa y el surco?

- Todo eso está presente en este libro. Sólo un matiz sobre la segunda parte de la pregunta: esa "elegía al hombre que no abandona la casa y el surco" no hay que tomarla en un sentido, así, tan literal... Porque para poder volver, siempre hay que irse o hay que situarse en el plano de quien se ha ido. La elegía sólo puede hacerse desde la pérdida, desde la lejanía, desde el abandono? Quien no experimenta esas sensaciones percibirá las cosas de otro modo.

- La lectura de su poemario deja una impresión: hay escepticismo, ironía, añoranza de lo perdido, panteismo, rechazo del pensamiento consagrado por los días, rebeldía... ¿Hay eso o sólo es una impresión?

- Es una impresión muy acertada. Son ingredientes buscados a conciencia que se hallan en todos mis libros independientemente del asunto del que se trate, excepto la ironía. En "Los caprichos de Ceres" no hay ironía o, por lo menos, no ha sido conscientemente inquirida.

- ¿Regresar al recuerdo de la infancia -imágenes y sonidos, palabras regustosas y limpias- sólo es ir a la busca del tiempo perdido o, por el contrario, entregar amor al tiempo que valoraba la experiencia?

- Fundamentalmente, lo segundo. Esa entrega de amor al tiempo y a las experiencias que nos han ido conformando. Ya conoces el dicho: "lo que el niño aprende el viejo no lo olvida". Ello no es óbice, sin embargo, para que el hombre vaya, con frecuencia, en busca del tiempo perdido, aunque sólo sea para exorcizar fantasmas. Para disfrutar del presente, tan nefasto resulta anclarse en el pasado como hipotecarlo todo al futuro.

- ¿El antónimo de recuerdo es olvido...o, tal vez, añoranza?

- Incluso las experiencias más desagradables cobran dimensión épica gracias al recuerdo. Esto lo sabemos de una manera natural todas las personas. El paso del tiempo y la memoria liman aristas, edulcoran lo vivido? Por tanto, lo que se añora no es la experiencia sino el recuerdo de la experiencia. "Las cosas no son como las vemos sino como las recordamos", dejó escrito Valle-Inclán.

- En esa situación, ¿hay que celebrar al hombre o hay que celebrar a la Naturaleza?

- Las obras artísticas, y la poesía lo es en grado sumo por su condensación, las hacemos los hombres. Desde ese punto de vista, la Naturaleza sin ojos, sin hombres que la contemplen, es una naturaleza muerta. Y el hombre que empeña su vida en esfuerzos titánicos para vivir en ella -contra ella y a su favor- también merece ser cantado. En realidad, esa simbiosis es lo que se celebra.

- Su poemario, dividido en cuatro apartados, con un prólogo y un epílogo, es un libro unitario. Y, según apunta, «poliédrico» y «simbolista»... Eso requería un tono próximo a lo legendario.

- Siempre me ha fascinado lo épico, lo legendario. En el fondo de todos nosotros ha estado siempre la idea de realizar algo fuera de lo común, de convertirse en leyenda por sus acciones. Así lo hemos aprendido a través de la vida, de la literatura -sea oral o escrita- o de cualquier otra manifestación artística a lo largo de los siglos. Y lo que nos encanta de la literatura son, precisamente, esas mentiras verdaderas o esas verdades mentirosas, legendarias, épicas... a las que nos entregamos con credulidad. "Los caprichos de Ceres" requerían necesariamente ese tono fantástico, fabuloso, mítico...

- Y es un volumen hecho, a veces, con la mirada de un niño. Eso tiene, sin embargo, un "peligro": la idealización.

- ¿De verdad crees que la idealización es peligrosa...?

- ¿En algunas ocasiones, acaso no lo es?

- No se puede crear la leyenda sin idealización. ¿No es bonito que Supermán se ponga una capa y rescate al mundo de lo perverso y salve, llevándose en volandas por los aires, a su amada...? Lo peligroso es que alguien se ponga una capa y salte por la ventana porque ha confundido la realidad y el ensueño. Ese discernimiento en los niños existe en menor grado que en los adultos. Por eso, he intentado escoger, a veces, la mirada del niño que es, sin duda, infinitamente más fabulosa.

- La lírica tiene un escaso mercado. ¿De ahí el excesivo poder de la crítica?

- Es lo mejor que le ha podido pasar a la lírica. Partamos del célebre aserto de Mallarmé referido a la poesía: "para qué traficar con lo que no debe venderse si además no se vende". Nadie obliga al poeta a escribir ni a traficar. Nadie le pone plazos? Al lado están las tentaciones: poder, dinero, fama, éxito. Y es difícil resistirse a ellas. Por otro lado, el posible público, de manera individual, repite sin cesar en este campo: "yo es que la poesía no la entiendo". Ni falta que hace. Hay mucha confusión en todos los órdenes de este asunto. La poesía intenta abrir caminos, explorar mundos nuevos, ser ariete, encontrar "la piedra filosofal"... Y lo nuevo asusta porque nos reta. El asunto no conlleva tanto el "entender" como el "impregnarse"... Y en el nivel social la lírica lo ha logrado siempre; últimamente, incluso, a través de la publicidad... Si hay que buscar culpables al hecho de que tenga un mercado escaso, el excesivo poder de la crítica y su sumisión al dinero tienen un papel relevante, pero también las Administraciones, los profesores, las editoriales, los mismos poetas, la sociedad en general. En otra sociedad, quizás, innecesarios fueran los lamentos.

- ¿Si la literatura no posee un componente moral es menos literatura?

- La moral la tienen los hombres, las sociedades, las religiones... Y también la doble moral, el doble rasero, la doble vara de medir. La literatura inevitablemente estará impregnada de moral, pero no tiene por qué ser ni mejor ni peor porque se convierta en portadora de estandartes morales.

- ¿La Etica es la mejor Po-ética?

- La poética, como género literario, en la mayoría de los casos, no es más que una declaración de buenas intenciones. Ahora bien, las verdaderas éticas y poéticas están latiendo continuamente en los versos de cada autor.

- Los días limitan el vuelo de los sueños. ¿Por eso hemos de ser realistas?

- Si uno no tiene los pies en el suelo, seguramente será un excluido y tampoco tendrá la opción de emprender el vuelo cuando quiera. Todos necesitamos soñar, dejarnos transportar por el vuelo de la fantasía. Como en todo, en la vida, el resultado ideal debería ser de equilibrio. Fácil de decir, difícil de hacer. Todos tenemos tendencia a escorarnos.

«El pesimismo vende más a corto plazo, pero pasa sus facturas»

- Si somos realistas (racionalistas), ¿sólo podemos ser pesimistas?

- Zubiri decía que un pesimista es un optimista informado. Y, a mi juicio, no le faltaba razón. "Me dijo que era hija del racionalismo. Se llamaba Razón. Era la Razón y tenía razón." El pesimismo vende más a corto plazo pero pasa sus facturas. El optimismo se confunde a menudo con ingenuidad o bobaliconería y también pasa sus facturas. Volvamos al equilibrio, ahora, entre racionalismo y vitalismo (no me atrevo a llamarle optimismo).

- Publicó la novela "Tres muñecos de Vudú" (2001). Antes, en 1997, había aparecido "Memorias del abuelo de un punk", libro de relatos. ¿El narrador sólo trabaja cuando descansa el poeta?

- En mi caso, sí. Hay veces que se solapan pero, en general, sí. Voy a la narrativa para descansar del frenesí de la poesía y vuelvo a la poesía para descansar de la exaltación de la prosa. Doctor Jekyll y Miste Hyde. Bueno, de ningún modo la cosa es tan dramática.

- Alguna vez ha dicho que comenzó a escribir «por instinto» o algo así... ¿Y se continúa por lo mismo?

- Si he dicho alguna vez eso, que supongo que sí, me refería al hecho de que desde pequeño me he sentido seducido por las palabras, sin que hubiera en mi entorno nada demasiado favorable para ello. Miento. Porque estaba mi abuelo que se pasaba el día cantando coplas, romances o cualquier otro tipo de manifestaciones musicales mientras trabajaba; estaba mi madre que, además de hacer lo mismo que mi abuelo, recitaba poemas enteros de Gabriel y Galán o fábulas de Samaniego y que conocía de memoria fragmentos de "Las comedias" que anualmente se representaban en los pueblos cercanos y en el mío propio y que iban desde Calderón o Lope de Vega hasta Galdós o Alejandro Casona, pasando por Valentín Gómez o Lorca?; estaba doña Leonor, la maestra de mi pueblo, que me hacía aprender de memoria unas "poesías" larguísimas de dudoso gusto literario, vistas desde ahora, para, después, recitarlas en público y que mi madre aprendía conmigo; estaba Don Aquilino, también maestro, muy aficionado a la lectura que me traía en el verano de la biblioteca de Benavente, teniendo yo catorce o quince años, por ejemplo, me acuerdo ahora de "La Busca", de "Crimen y castigo" o de "Viento del Este, viento del Oeste"? y que me regalaba los tebeos de la época o novelas del oeste a las que él era muy aficionado? En fin, que después de muchos años y, como es lógico, sigo en la brecha con más conocimiento y menos ilusión. No me quedaba otro remedio.

- Creador y director, desde hace 18 años, de la revista literaria "Cuadernos del Matemático", de sostenida entidad. Una gran aventura cultural. ¿Su constancia es inmensa o su utopía también resulta inmensa?

- La constancia, demostrada queda con esos dieciocho años. La utopía se va diluyendo con la consecución de lo propuesto y ahí entran de lleno, los demás: los buenos amigos, la familia, los colaboradores? que me siguen insuflando energías renovadas en los momentos en que a mí me flaquea.

- ¿De no pocos Budas de estos días, que reciben ferviente admiración y gloria, no se hablará casi nada pasadas las honras fúnebres y otras necrológicas mediáticas?

- Eso, seguro. Es ley de vida.

- Sea valiente: ¿Todos los clásicos -así canonizados- son buenos...y recomendables?

- Sinceramente, pienso que sí. Ningún libro llega a ser canonizado -como tú dices- o considerado clásico a lo tonto. Para el público los habrá aburridos o nada recomendables pero para quien quiera dedicarse a la literatura son, poco menos, que imprescindibles. Todos han aportado algo valioso a la tradición en la que nos encontramos inmersos. Se suele criticar que se les manden leer a los alumnos de la ESO o del Bachillerato porque "significa vacunarlos contra la literatura"-dicen. Craso error porque afirmar eso lo que significa en realidad es ser paternalista, regirse solamente por la ley del mínimo esfuerzo o porque lo mejor es lo que a cada uno le guste en cada momento. Lo que falle serán los métodos o los transmisores.