Navarro Talegón, partidario de rehacer el "oratorio" de Santa Teresa en Toro

El historiador califica de "escandaloso" el estado del palacio de Bustamante, del que responsabiliza a la propiedad y a las administraciones

Destaca la "especial singularidad histórica" del edificio que, desde 1460, ha pasado por diferentes "manos" hasta caer en un preocupante abandono

Zona del palacio de Bustamante reducida a escombros en la que existió el oratorio de Santa Teresa. | M. J. C.

Zona del palacio de Bustamante reducida a escombros en la que existió el oratorio de Santa Teresa. | M. J. C. / María Jesús Cachazo

Por su "especial singularidad histórica", el historiador José Navarro Talegón es partidario de rehacer el "oratorio" de Santa Teresa en el palacio de Bustamante, y de recuperar los restos de alfarjes policromados que, en teoría, se acumulan bajos los escombros a los que quedó reducida esa zona del inmueble tras sucesivos desplomes.

"Es demoledor" que un palacio tan antiguo "se haya arruinado", abandono que "en Zamora o Valladolid hubiera sido un escándalo", apuntó el historiador, quien responsabiliza de la situación del edificio a la entidad bancaria propietaria y a las administraciones, en especial a la Junta.

Y es que, como recordó, el principal cometido de la consejería de Cultura es mantener el patrimonio y, aunque "desde hace tiempo conoce el estado en el que se encuentra el palacio", hasta el momento no ha adoptado ninguna medida para preservarlo.

El palacio de Bustamante de Toro ha sido incluido recientemente en la Lista Roja de Patrimonio y el Ayuntamiento acaba de dictar una orden de ejecución para que la propiedad acometa los trabajos de desescombro y restauración de la estancia en la que la santa abulense se alojaba en sus visitas a la ciudad por su relación de amistad con Guiomar de Ulloa, dependencias que el historiador es partidario de "rehacer" tras su hundimiento, además de restaurar las tabicas, los papos de viguería, el entablado y los casetones que conservaban restos de policromía y que "se podían haber salvado" antes de los desplomes.

La solución que propone Navarro Talegón para recuperar la estancia que habitó Santa Teresa se basa en rehacer las paredes, adecuar un nuevo forjado y sobreponer los restos que puedan recuperarse del antiguo, tras ser restaurados y dignificados.

Una estructura sujeta la fachada de la estancia que habitó la santa. | M. J. C.

Una estructura sujeta la fachada de la estancia que habitó la santa. | M. J. C. / María Jesús Cachazo

Recordó el historiador que la documentación más antigua que se conserva del palacio alude a que en el año 1460, Inés Gómez Falcona, vecina de Villalpando, vendió el edificio a García Alonso de Ulloa, tatarabuelo de Guiomar de Ulloa, que en 1513 constituyó un mayorazgo a favor de su hijo Pedro, al que incorporó el edificio y que ejecutó importantes obras, entre otras, los "cuartos" que posteriormente habitó la santa abulense.

De la citada intervención sobrevivieron elementos constructivos notables como vigas policromadas en sus forjados y decoradas con "motivos inconfundibles del gótico lineal", tales como atauriques o lacerías, similares a otros de la época de María de Molina que están documentados, tales como los que se conservan en los arrocabes de la iglesia de San Lorenzo.

Escudos

Otros "indicativos" de que el palacio fue objeto de una importante intervención hace cinco siglos son los roeles de los Ulloa y las águilas de sable negras de los Valencia, que demuestran que las obras fueron ejecutadas por Pedro de Ulloa y Ocampo y su mujer María de Valencia, ya que sus escudos decoraban las tabicas.

Posteriormente, según el historiador, el palacio "pasó por muchas manos" y, entre otras, perteneció a Guiomar de Ulloa, y el mayorazgo lo heredó su hijo, Luis de Ávila y Ulloa. El nuevo propietario tuvo tres hijos, el primero, Francisco, falleció sin descendencia y de los otros dos, uno fue canónigo en Jaén y el último ingresó en un convento de Agustinos de Valladolid.

El mayorazgo excluía de la sucesión a los hijos ilegítimos y a los eclesiásticos, por lo que el palacio pasó a manos del monasterio del Sancti Spíritus, pero con una serie de "cargas" como la reconstrucción de la capilla mayor o que los huesos de los antepasados de la familia fueran trasladados al convento.

Un pleito sustanció en el año 1648 que se adjudicara el palacio a las religiosas del Sancti Spíritus y excluyó al convento de Agustinos de Valladolid que lo pretendía, así como a una hija ilegítima que el marido de Guiomar de Ulloa tuvo antes del matrimonio.

Venta por "poco dinero"

El legado del palacio al monasterio coincide con una época de crisis y despoblación y, aunque la pretensión de la nueva propiedad era reinvertir el dinero de la venta en rehacer la capilla mayor, la ausencia de demanda provocó que, finalmente, fuera vendido por "poco dinero" a Francisco Portocarrero.

Sin embargo, tras su fallecimiento, su viuda se percató de que las religiosas no cumplieron en la venta la "formalidad" de solicitar permiso a sus "superiores", lo que provocó la anulación de la operación. Posteriormente, el edificio fue adquirido por Félix de Ribera Velázquez, esposo de Teresa Sierra, que era "muy devota" de Santa Teresa y que conocía la vinculación de la religiosa con el palacio, lo que decidió la compra, por 3.500 reales, en el año 1662.

Otras dependencias del palacio que fueron restauradas hace años. | M. J. C.

Otras dependencias del palacio que fueron restauradas hace años. | M. J. C. / María Jesús Cachazo

El fallecimiento de sus dos hijos dejó a la pareja sin descendencia y motivó su decisión de construir un hospital en Toro para pobres convalecientes. La primera opción era adecuarlo en el palacio, pero la falta de espacio obligó a desechar la idea. En el año 1690, Félix de Ribera vendió el palacio sin haber ejecutado la intervención prevista a Diego de Bustamante y Vivero, vecino de Benavente, que fue regidor de Toro y que lo adquirió por 3.500 reales.

En 1705, el nuevo propietario constituyó un mayorazgo a favor de su hijo, Diego de Bustamante y Melgar, proceso en el que hizo constar el "valor excepcional" del palacio, porque en sus estancias "había vivido" Santa Teresa, así como las obras que ejecutó en el edificio, en las que invirtió más de 24.000 reales. A ese mayorazgo en favor de Diego de Bustamante, según el historiador, "vinculan" el palacio y añaden el "cuarto" en el que vivió Santa Teresa que servía a la familia de "oratorio".

Diferencias con el resto del inmueble

Sobre esta estancia, Navarro Talegón precisó que se diferenciaba del resto del palacio porque la fachada era de tapial y no de ladrillo y estaba enfoscada, además de contar con unos "aleros potentísimos de madera" en la parte superior, mientras que los del resto del edificio eran "más modestos".

La única "alteración" aplicada a esa zona del palacio fue la sustitución de una ventana por un balcón protegido por una reja de hierro, aunque en la antigüedad el balaustre era de madera. Diego Bustamante promovió esa intervención y ordenó colocar una placa para identificar la estancia en la que vivió la santa abulense y que, a día de hoy, todavía se conserva incrustada en la fachada.

Destacó el historiador que, aunque el oratorio fue "desmontado" por los barones de Covadonga, siguió siendo la parte más preciada del palacio porque, en una sociedad profundamente religiosa como la de la época, representaba una "gran reliquia" en la que se había alojado "una santa española admirada y venerada, incluso antes de su canonización".

De hecho, como matizó, los barones "presumieron" de esa "reliquia" hasta tal punto que en el mayorazgo constituido en 1705 reflejaron que, si algún día el linaje se quedaba sin sucesión legítima, el palacio debería pasar al convento de religiosos carmelitas de Toro, que desapareció con las desamortizaciones del siglo XIX.

El palacio ha sobrevivido durante siglos al paso del tiempo, pero en los últimos años las obras ejecutadas por un empresario, al que una entidad bancaria embargó el edificio, y su posterior abandono han puesto en peligro la conservación de una auténtica "reliquia" del patrimonio de Toro.

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