La más fotogénica

Procesión de las Siete Palabras

Procesión de las Siete Palabras / Ana Burrieza

PAULA HERNANDEZ ALEJANDRO

PAULA HERNANDEZ ALEJANDRO

La Semana Santa de Zamora es fotogénica. Quizá la más fotogénica de todas. O agraciada por la noble sobriedad. Debo reconocer que la miro con simpatía, y muchos paisanos hacen lo mismo: la ven con los mejores ojos. Si la comparo con otras manifestaciones de ese estilo…, la de aquí me llega más al alma. No es mérito ni lo contrario. Cosa de la sangre. Algo así. No es la más rica ni la más ostentosa en orfebrerías. No alardea de la Virgen más guapa, pero se le reza a la de rostro más sereno. No presume del Cristo de anatomía más escultural, pero guarda silencio en su corazón al paso del Cristo más humano. Tampoco tiene los directivos más cultos del mundo, pero sí los más entregados, aunque pueda existir algún farolero de luces cortas. Los más entregados todos los días del año. Sin faltar uno. Cavilando mejoras o enriquecimientos estéticos. Cuentan que en algún tiempo hubo alta polarización. Lo explicaban con otra palabreja. Bueno, divisiones, disidencias y tal. Pero eso ocurre, pienso yo, en todas partes y cenáculos. Hay gentes que…, que se llevan la contraria unos a otros por gusto.

Posiblemente los zamoranos no somos los más empáticos o dicharacheros del mundo (tengo oído que nos adjudican un espíritu entre recio y seco), pero reconocemos sin esfuerzo que no siempre tenemos razón. A otros, con aires de superioridad, aunque victimistas en el fondo, les cuesta mucho, mucho. Eso no lo hace cualquiera. Y nos quejamos poco porque pensamos de antemano, tal vez, que no nos harían mucho o ningún caso. Hay amplios antecedentes. Bastante tenemos con subsistir. La pasión puede originar dependencias. Es algo parecido a una droga, de las buenas. A veces incluso anula el juicio (en las situaciones más graves o extremas, no se piense mal). Pero si tampoco tenemos sueños, aunque limitados, ni expectativas… Qué hacer, entonces, de la vida, llena de problemas y contrariedades. De tiempos con contratiempos. De olvidos y de desdenes. Solo Dios sabe lo que es un calvario… Parece mentira, pero revivimos.

Hemos perdido mucho en convecinos y cercanía, porque exportamos capital humano a cambio de nada. Está desperdigado por medio mundo, pero no nos reporta divisas ni otras

ganancias provechosas. Y el prestigio de los sobresalientes, cosa que depende de los baremos y tampoco es fácilmente cuantificable, ni siquiera académicamente, no nos da de comer, como decían nuestros abuelos, aunque fardemos de paisanaje esclarecido. Menos mal que siempre nos quedará la Semana Santa, con el frío traicionero de marzo o la amenaza de lluvias en abril, que nos da identidad (porque tiene rasgos propios) y, además, probablemente es la más fotogénica. Antes que nada, eso. Sobre todo, de Lunes a Miércoles Santo, por esas callejas de luz incierta, con capas y estameñas. Faroles y teas goteantes. Silencios graves y sonidos campaniles. Como imagen, reconocedlo, forasteros, no está nada mal. Que algunos lo dudan, o lo cuestionan, pues nada: venid, y ved.

Y, a fin de cuentas, que Dios guarde esta Pasión por mucho tiempo. Nos mantiene vivos. En otros días, ni respiramos... Se lo digo a usted, que mira para otro lado, aunque también le digo que todo es según se mire.

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