Entrevista | María Jesús Movilla Cofrade gallega del Santo Entierro

"Las procesiones impresionan mucho por el silencio y su intensidad"

"Siempre quise procesionar en Zamora porque es una celebración muy vivida, austera y religiosa, ahora traigo a mi nieta, mi sucesora"

La gallega María Jesús Movilla con las medallas del Santo Entierro.

La gallega María Jesús Movilla con las medallas del Santo Entierro. / L.O.Z.

María Jesús Movilla Quintas siente una profunda admiración y devoción por la Semana Santa de Zamora que descubrió cuando tenía 19 años y a su padre vino a trabajar al salto de Ricobayo. Su marcha a Orense, a Viana do Bolo, cuatro años después no logró romper ese vínculo. Hasta Zamora se trajo a su sobrino con solo nueve años para entrar en la Cofradía del Santo Entierro, la primera que permitía el ingreso a las mujeres. Ninguno de los dos ha dejado de venir. Y trae relevo: mi nieta.

–¿Qué diferencia a la Semana Santa de Zamora de otras?

–El silencio, la austeridad, el sentimiento religioso de los zamoranos y zamoranas, de los hermanos y hermanas que desfilan, y de la gente que las ve.

–¿Cómo surgió su vinculación con esta Semana Santa?

–Soy bastante espiritual en mi vida, en general, y siempre me pareció una semana santa vivida, austera, nada folclórica, con todos mis respetos a otras formas de vivirla. Todas las procesiones de Zamora me gustan mucho, las penitenciales, las que más. Solo estoy en la Cofradía del Santo Entierro porque hay mucha lista de espera en otras. Leí que se abría el plazo para las mujeres, rápidamente pregunté dónde podía apuntarme y pude entrar, quería procesionar en Zamora. Me gusta mucho la Cofradía del Silencio, si pudiera entraría.

–¿Cuándo vino a la Semana Santa por primera vez?

–Hace muchísimos años, tenía 19 cuando vine a vivir y me encantan todas, las que van en silencio, sobre todo. El Santo Entierro se puede hablar pero yo y mi sobrino hacemos voto de silencio. Tiene 21 años y sigue viniendo desde Orense, este año, con su novia; y yo, con mi nieta, la sucesora.

–¿Qué le impresionó de esta celebración religiosa a esa edad?

–El ambiente y el silencio que guardaba la gente. Hay muchísimos hermanos procesionando, pero nadie habla, no oyes ni un murmullo. Los pasos me parecen espectaculares, una pasada, el trabajo que tienen, y las iglesias…, es que Zamora es una ciudad muy interesante en todos los sentidos; y de gente buena en estos tiempos en los que hay poca humanidad.

–¿Cree que el incremento de visitantes la ha desvirtuado?

–No lo sé. Yo me meto en la procesión, voy a lo mío y no veo nada más, voy de penitente. Cuando las veo como espectadora, las contemplo en silencio y me impresionan mucho, la interioridad con que se vive. bajar por esas calles del casco antiguo, si hay silencio, es que la gente lo vive, si hay murmullo, es que no la sienten.

–¿Qué diferencia hay con la celebración de su tierra?

–Viana do Bolo es un pueblo, la Semana Santa la hacemos los vecinos, mi marido no ha podido venir porque es cofrade allí, nacido allí, sale con el Nazareno, al que la gente tiene mucha devoción. El Viernes Santo salen un par de pasos; el Domingo de Resurrección se hace el Encuentro, y son dos pasos. Tiene sus actos religiosos. En mi pueblo, hay recogimiento, pero no tanto como en Zamora.

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