El Cristo de las Injurias de la Semana Santa de Zamora, en su mesa

La Cofradía del Silencio baja todos los años al Santísimo Cristo de las Injurias de su lugar en la capilla de la Catedral para colocarlo sobre la mesa procesional. El rito se mantuvo este año por más que las medidas sanitarias hayan impedido tanto el Juramento del Silencio como la procesión posterior, momentos en que se producen aglomeraciones de hermanos y fieles.

Son ya tres los años consecutivos sin Juramento del Silencio después de que en 2019 Juan Emilio Antón, encargado de la proclama, se quedara prácticamente con la palabra en la boca por culpa de la inoportuna lluvia y que en 2020 apareciera la pandemia del coronavirus, que obligó al confinamiento de la población. La misma pandemia que este año impide celebrar procesiones y actos multitudinarios, por lo que la Cofradía, con permiso de la autoridad y si el tiempo no lo impide sacará al Cristo de las Injurias hasta la puerta norte de la Catedral (la principal) para que pueda ser venerado por los fieles, entre las 14.00 y las 20.00 horas del Miércoles Santo en el atrio. Se trata de que los fieles accedan al recinto por una puerta y salgan por otra tras venerar al Cristo.

Descendimiento

Las poleas y las sogas se pusieron en funcionamiento a primera hora de la tarde de ayer en la Catedral para bajar al Cristo de su morada habitual para colocarlo en la mesa procesional. Una operación que requiere la fuerza conjunta de los hombres ataviados con el polo blanco de la Cofradía del Silencio junto con la delicadeza de una maniobra que ha de realizarse con mimo, con el fin de evitar cualquier percance que pueda dañar la valiosa obra de arte, seguramente el Cristo más imponente de la Semana Santa Zamorana.

Hay que colocar los anclajes para levantar al Cristo de su altar, elevarlo en el aire y apoyarlo sobre unos maderos para proceder a la limpieza del polvo y dejarlo preparado para encajar el madero en la mesa procesional, en la que quedó listo para salir a las puertas de la Seo el Miércoles Santo.

Será, curiosamente, uno de los actos más originales de una Semana Santa recluida en los templos y sin pasos, ni cofrades, por las calles.

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