Opinión

Anécdotas y desventuras a propósito de la Semana Santa

Pero, el caso es que no son otros quienes torturan a Jesús, sino que es él

Va corriendo calle abajo, persiguiendo a un grupo de niños que le han increpado momentos antes recordándole a gritos su particular y desagradable aspecto. Hurgando en esa mueca que ofrece su rostro rozando la caricatura. Al parecer, ese personaje fue tallado en 1691 por J. Sánchez de la Guerra (Aunque durante un tiempo se le atribuyera a Don Ramón Álvarez) a la vez que a sus compañeros de "paso" "El Zurriago" y "El Cascarrias". Tres personajes que participan en el suplicio al que se ve sometido el cuerpo desnudo de Jesús que , en ese mismo "paso" se encuentra atado a una columna. Todos forman parte del grupo escultórico denominado "La Flagelación", que es uno de los muchos con los que cuenta la cofradía de "La Vera Cruz".

Los chavales le habían llamado "calvito de las cascarrias" y "calvito de los bodajos". Este último apelativo debido al medio que utilizaban los sayones, como flagelo, para martirizar al Nazareno.

No tiene motivos "Calvito" para sentirse ofendido, porque los niños a los que él persigue, no le han dicho nada diferente a lo que es de dominio público. Todo quisqui está informado de que el susodicho, junto a sus compañeros de fatigas, obedece órdenes del prefecto Poncio Pilatos, a quien siguen con los ojos cerrados, sin llegar a plantearse si lo que se les ordena corresponde o no con un merecido castigo.

"¡Como os alcance os vais a enterar!", "yo solo soy un mandado", "hago lo que me ordenan", va gritando "Calvito" a la gente con la que se va cruzando a su paso, en aquella persecución en post de los adolescentes. "Me pagan por hacer esto", "si no lo hiciera yo, lo haría otro". Más o menos lo que vendría a decir gran parte de la gente que se viera en esa misma tesitura. Ni por asomo "Calvito" llega a plantearse reflexionar sobre si su oficio, a ojos de los demás, resulta o no respetable.

Pero, el caso es que no son otros quienes torturan a Jesús, sino que es él y sus compinches lo castigan. Sus dos compinches del alma, esas caricaturas, feos a rabiar, que, aunque dotados de abundantes y rizados cabellos, vienen a tener la misma expresión de sadismo que la de "Calvito". Se trata pues de otros "mandados" que reparten leña a espuertas a quien sea menester, a cambio de unas pocas monedas a modo de salario.

"Calvito", como todos los individuos que se encuentran en posesión del poder o de la fuerza, cualidades que muchas veces llegan a coincidir en una misma persona, le gusta dárselas de listo. Y, a voces va soltándoles a los chavales, que la palabra "bodajo" no existe; que en todo caso sería "badajo". Término que, entre otros significados, tiene los de "falo" o "verga", algo muy propio para ser usado como bandera por parte de algunos machos cuando hacen uso de su prepotencia. "Calvito" parece ignorar que esa palabra también tiene otras acepciones como la de "necio", que, quizás, le vendría más a la medida.

También ignora que tanto él, como sus dos compañeros, están construidos en papelón, o sea que son tres esculturas ligeras, huecas, echas en papel, sobre un molde de escayola, mientras que la figura del Cristo al que están flagelando es de buena madera, como Dios manda.

"Flajellum taxillatum" es el látigo que se supone utilizaron los sayones para torturar a Jesús de Nazaret. Consta de tres ramales, que terminan en dos o tres bolas unidas por un alambre. Lo suficiente como para desgarrar la piel donde quiera que lleguen a impactar los treinta y nueve latigazos que marca la norma impuesta como castigo por el pueblo judío.

Pero eso no llega a preocuparle a "Calvito". Lo que a él realmente le afecta es que considera como vilezas y oprobios las simples calificaciones salidas de la boca de aquellos mocosos que, ahora, delante de él, corren como gamos por la calle de Balborraz, camino del rio.

Los chavales, siendo conscientes de estar en posesión de una envidiable resistencia física, corren como gamos por los barrios bajos de la ciudad, dejando atrás la "calle de la Zapatería" y la "Plaza de Santa Lucía", para enfilar la empinada cuesta de "Alfonso XII", hasta tomar la de "los Herreros". "Calvito", aunque está a punto de caer exhausto, continúa siguiéndoles a una prudente distancia, sin perder su intención de agredirles.

Justo al final de la calle de los Herreros, se encuentra el cuartelillo de la Policía Municipal. Los polis que están de guardia reparan en el acosamiento de los menores por parte de un adulto de aspecto sospechoso. Así que invitan a "Calvito" a explicarles el motivo de aquel intento de agresión. A estas horas aún no se sabe si el sayón de las cascarrias habrá sido autorizado o no a volver al "paso" del que ha venido formando parte desde el siglo XVII, o continúa siendo interrogado. El día de Jueves Santo, por la tarde, saldremos de duda.

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