Opinión | Escalera hacia el cielo

Los guerreros de la Tierra

Vulcangruppe sabotea a Tesla para salvar un bosque alemán y Sea Shepherd protege la vida marina

Campo.

Campo. / Efe

Estos días de desestabilización climática, alternancia de un día caluroso con varias jornadas de frío y aguanieve, en los que ser pastora de ovejas en una Tierra de Campos desprovista de árboles, un valle o refugio de algún tipo no cuenta como profesión de riesgo, me he enterado de la noticia del sabotaje a la planta de Tesla en Alemania.

Así que estoy como una avutarda en un campo de alfalfa. Mejor todavía, como la plaga bíblica de conejos que está devorando esa tierra sembrada de ray grass, que debería segar como forraje para alimentar al rebaño el próximo invierno, o comerla al diente, en el caso de que la primavera vuelva a presentar su peor cara. Verbigracia, no feliz, eufórica. Una ración de antecedentes: en el pueblo de cinco mil habitantes donde está ubicada la gigafactoría de Tesla, la amplia mayoría de vecinos se ha opuesto a que el payasete de Elon Musk amplíe su filial. Porque eso implicaría deforestar el bosque y agotar todas las reservas de agua.

Si hay alguien que se siente orgulloso y glorifica la hermosa naturaleza de su patria, esos son los alemanes. Qué se lo pregunten si no a los románticos y a los nazis. Pero el abandono del mundo rural es más contagioso que la peste, y por eso el Gobierno de socialdemócratas y Los Verdes, ha pasado olímpicamente de la democracia y de los paisanos de Brandeburgo, y ha dado el visto bueno a la ampliación.

No contaron sin embargo, con que la Alemania vaciada, jarta de aguantar años de desprecio oficial, se iba a aliar con los ecoterroristas del Vulkangruppe. Y se han emboscado al modo francés de los Levantamientos de la Tierra, en un empecinado afán por proteger su territorio.

Se han hecho fuertes como Robin Hood, y su justa reivindicación ha dado la vuelta al mundo. Han cortado el suministro eléctrico que abastece al emporio del famoso coche eléctrico, tan sostenible como Space X, su compañía de turismo lunar, y han paralizado toda actividad. Así que el gran Capital está que rabia.

Hablando de ecoterroristas famosos, Edward Abbey escribió "La banda de la llave inglesa". Donde novelaba las hazañas del primer grupo de ambientalistas, que no dudaban en pintarrajear abrigos de piel, liberar gallinas enjauladas o pinchar ruedas de todoterrenos.

De modo que a un moderno Capitán Nemo, como el marino Paul Watson, le fue fácil elegir logo para su barco: la llave inglesa cruzada con un tomahawk, el arma de los indígenas norteamericanos, porfiados defensores/adoradores de la madre Tierra. Como segundo homenaje al profético escritor, el primer barco de la asociación conservacionista Sea Shepherd, los pastores del mar, se llamaba Edward Abbey.

Sobre el canadiense Paul Watson se han escrito incontables reportajes y biografías, incluso se ha grabado el documental Confesiones de un ecoterrorista, que da fe de algunas de sus temerarias proezas. Actuando en alta mar contra redes de arrastre, enfrentándose a cazadores de bebés de foca o evitando la carnicería de orcas y delfines en las Islas Feroe.

Le han adjudicado el título de ecoterrorista por demostrar el valor de enfrentarse a balleneros, interponiéndose entre los arpones y tan magníficos cetáceos, y por defender a tiburones y tortugas de matanzas salvajes.

Quienes lo conocen, dicen que posee el genio de Sun Tzu, la disciplina del legendario samurai Miyamoto Musashi, y la percepción de Marshall McLuhan. Y habla Los Evangelios: "No podemos vivir en un planeta de océanos muertos. Si nuestros océanos mueren, nosotros morimos. No somos sólo una asociación que salva ballenas. Somos un movimiento que protege a la humanidad y al resto de especies marinas". Amén.

Fue miembro fundador de Greenpeace, y los abandonó en 1977. Cuando empezaron a convertirse en lo que son ahora, una multinacional blanqueadora de un desarrollo sostenible que es un oxímoron, y a los que sólo falta cotizar en bolsa.

Concienciado, batallador y autor prolífico: Muerte de una ballena, Orcapedia, Entrevista con un pirata bueno, El marinero perseguido, Canciones del océano sur o Nación cetácea. Y la aclamada Earthforce! donde sienta las bases de una estrategia para la defensa del planeta.

No he podido empezar a leer el libro que me han prestado, El guerrero de la Tierra, de un periodista embarcado con el capitán Watson y sus pastores del mar. Porque sacarlo del zurrón en el campo con tan mala climatología sería pura locura y perder algún dedo por congelación.

Sabotaje a Tesla, libros prestados, y más buenas noticias. En Comú Podem se ha opuesto a la construcción en Cataluña del macro complejo de ocio Hard Rock, que llegaría a consumir mas energía que Zamora y León juntas. Este es el camino a seguir.

Hay que copiar a los alemanes, y empezar a amar y defender nuestra tierra. Ya solo falta aprender a declinar el verbo nacionalizar: yo nacionalizo el sector primario, tú nacionalizas las energéticas, ella nacionaliza Telefónica, nosotros nacionalizamos la industria armamentística, vosotros nacionalizáis la banca, y ellos nacionalizan todo sector estratégico del país.

(*) Ganadera y escritora

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