Opinión | Siete días y un deseo

Con las mujeres (de nuevo)

¿Por qué duele tanto que reclamen los mismos derechos?

Manifestación del 8M en Zamora

Manifestación del 8M en Zamora

Podría titularse "Con los hombres (de nuevo)", "Con los animales (de nuevo)", "Con las plantas (de nuevo)", etcétera, etcétera, etcétera, pero como el viernes se festejó el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, pues ya está. Quienes me conocen ya saben que no es la primera ni será la última vez que escriba sobre las mujeres en este rincón dominical, venga motivado por la citada celebración o por otros asuntos relacionados con quienes son algo más del cincuenta por ciento de la población. Bueno, el caso es que ayer me dije: ¿Y por qué no componer algo para animar el cotarro y provocar a la audiencia, sobre todo a quienes gruñen contra las conquistas de las mujeres conseguidas durante las últimas décadas? Y aquí estoy, para que se conozca que estoy con ellas y, ya de paso, con todas las personas que se esfuerzan por construir un mundo mucho más solidario, justo, igualitario y, en definitiva, humano. Por tanto, aquí pueden incluir las luchas actuales o futuras que persigan esos objetivos. Que las mujeres claman hoy por ser reconocidas, pues adelante; que mañana son los agricultores, ganaderos o pescadores, las empleadas que se encargan de la limpieza y adecuación de las estancias de un hotel, los jubilados que suspiran por una atención como Dios manda o quienes andan con la salud mental por los suelos, pues adelante también.

¿Cuáles pueden ser las razones por las que duele tanto que las mujeres reclamen los mismos derechos que los hombres? A ver, que hablen quienes sueltan chuzos por la boca en la barra del bar, en los campos de fútbol, en las colas del supermercado, en las cadenas de montaje de coches o bicicletas, en las salas de espera de atención primaria, en las aulas universitarias y en cualquiera de los escenarios de la vida cotidiana que usted y yo conocemos. Que no se anden con rodeos y compartan públicamente sus opiniones. Pero eso sí: que (si saben) expongan lo que dicen con argumentos y, ya de paso, que escuchen los fundamentos de los demás. Y que todo se haga con calma y tranquilidad, que son dos recursos muy útiles para mejorar la convivencia y construir un mundo mucho más solidario, justo, igualitario y, en definitiva, humano. Fíjense que repito las palabras de arriba. Si lo hago de nuevo es para insistir en algo obvio: reconocer, respetar y cuidar a todas las personas, del mismo modo que nos gustaría que se hiciera con nosotros, tiene efectos muy beneficiosos y saludables. Y ahí se incluye a las mujeres y, cuando toca, al resto de seres vivos que compartimos la casa común, es decir, la Tierra. ¿O es que algunos tienen más derechos que otras en este trocito del sistema solar? ¡Ay, que todavía tengamos que escribir sobre estas cosas!

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