Escalera hacia el cielo

Salmo 23

El Señor es mi pastor y aunque la Junta y los franceses ataquen al sector agroganadero no temeré ningún mal

La tractorada de las OPAS en la avenida de Federico Silva. | J. A. G.

La tractorada de las OPAS en la avenida de Federico Silva. | J. A. G. / J. A. G.

Bárbara Palmero

Bárbara Palmero

"Malditos franceses, nos quemáis en la frontera todos los camiones. No ganamos pelas, no tenéis razones", cantaba el grupo punk Larsen. Qué poco han cambiado las cosas desde que allá por los años 80 España aspiraba a entrar en la Unión Europea. Cada vez que Francia va mal, arden los camiones españoles.

Y la Gendarmería no hace nada. Nuestros políticos, menos todavía. Que los agricultores franceses ataquen al sector primario español, podría tener cierta razón de ser: somos sus competidores directos. Pero la malquerencia y la inquina que rezuma la clase política española hacia sus productores de alimentos es inexplicable.

Inconcebible. Es humillante, que nuestro Kennedy marca Hacendado se envalentone con Putin y Netanyahu, porque viven muy lejos y hablan raro, pero enmudezca y no exija que cesen los ataques contra camiones y transportistas españoles a su colega de desayunos de trabajo: un Macron acorralado que vive sus peores momentos en política.

El campesinado eco anarquista de los Sublevamientos de la Tierra y las Zonas a Defender confronta sus nefastas políticas extractivistas y de saqueo de los recursos naturales, porque significan el sacrificio del rural francés para privilegiar a las grandes urbes galas. La Confederación Campesina ya ha anunciado que se sumará a las protestas en París.

Y la Fnsea, el campesinado cercano a la Reconstrucción Nacional de Marine Le Pen, se opone a someterse a los dictados de la eco capitalista Agenda 2030, y a seguir soportando la oleada de suicidios de tanto agricultor y ganadero explotado por la industria alimentaria.

Si hay alguien que entiende al furibundo sector primario francés son sus colegas españoles. Comparten rabia y hartazgo. Esas escenas con cortes de carreteras, edificios oficiales rociados de purines, o de barricadas con paquetes de paja y neumáticos son comprensibles cuando la desesperación y la impotencia se apoderan de la voluntad y el raciocinio.

Pero los compañeros de fatigas españoles no tienen la culpa de que el campo francés vaya mal. Europa entera tiene un gran problema con el campo. Un problema estructural y de funcionamiento. Un problema serio en el que el Pacto Verde, la guerra en Ucrania, los sumisos acuerdos con Marruecos y Turquía o la sequía, influyen, pero no son decisorios. Un grave problema que a nuestros bienpagaos europarlamentarios no les da la gana solucionar.

Los buenos soldados no hacen fuego amigo. Somos competidores directos, nada de desleales. No somos el enemigo. El enemigo es el mismo contra el que protesta el campo en Alemania, Polonia, Bélgica o Rumania. Y la única solución es la de sembrar bien el campo europeo para alimentar mejor a la población europea, no para ser los lacayos de una industria mafiosa que manda más que Dios en el cielo.

Todo lo demás es ponerle tiritas a una herida gangrenada que apesta.

Hasta cinco agroconsejeros, tan defensores de la ganadería cuando hay elecciones, no se han molestado en legalizar Ovigen, que funciona sin licencia de actividad

La PAC nace en 1962, el mismo año en el que el Kennedy bueno y Fidel Castro libraron al mundo de la guerra nuclear, y desde entonces no ha solucionado ninguno de los problemas del campo. Porque estos no se solucionan regando con subsidios, paguitas, subvenciones y limosnas.

Ni comprando voluntades o pagando por no producir, para no trabajar. Amamantando, como la cabra Amaltea, con las ubres de mamá Estado a todo Cristo: fondos de inversión, corporaciones, cooperativas, sindicatos, ex toreros, duquesitas y demás parásitos abonados a la PAC.

Lo peor es que las elecciones europeas de junio no van a servir para nada. Como tampoco las últimas elecciones regionales contribuyeron a beneficiar al sector primario de Castilla y León. El 13F solo sirvió para sustituir a un agroconsejero del PP por otro de Vox que presume de ser agrónomo. Cómo si tener una ingeniería fuera aval de algo.

Tenemos una Junta que es igualita que Carmen Sevilla. Sólo le gustan las ovejitas por eso de cobrar derechos de la PAC y demás ayudas europeas, que retenidas durante un tiempo en el banco, le generan unos interesantes intereses a la administración.

El más claro ejemplo de odio cerril a la ganadería es Ovigen. El centro de selección y mejora genética para ovino y caprino de Castilla y León, ubicado en la Granja Florencia de Toro, es todo un referente a nivel nacional. Pero a la Junta eso le importa un carajo.

Desde sus inicios, cinco agroconsejeros se han hecho allí la pertinente foto para demostrar que defienden la ganadería a mono y guadaña. Pero ninguno se ha molestado todavía en firmar la licencia de actividad. Ovigen funciona gracias a los trabajadores, veterinarios y ganaderos. Funciona a pesar de la Junta.

Eso sí, cuando necesiten nuestro voto de nuevo, volverán a las granjas para hacer otra rueda de prensa con un chivito. Y presumirán de ser más de pueblo que el abandono institucional y la despoblación. Menos mal que el Dios de Israel camina a nuestra vera, y con su vara y cayado nos infunde aliento.

(*) Ganadera y escritora

Suscríbete para seguir leyendo