Olarte, la memoria interrumpida

José A. Luján

El editor Jorge Liria y el cronista que suscribe crearon en el año 2017 la línea editorial intitulada Triana, ruta de la memoria en la que se han publicado, en formato de libro, las confesiones de tres personalidades clave en la historia de nuestras islas. El objetivo del proyecto consiste en recoger en vivo los testimonios biográficos de personajes que en este momento pasan a nuestro lado y que en nuestra función de cronista tenemos la obligación ética de que no se disgreguen. Son, pues, sus confesiones, su protagonismo y su proyección social. Así lo hemos llevado a cabo con el profesor don Antonio de Bethencourt Massieu, con el artista Pepe Dámaso y con el político don Jerónimo Saavedra Acevedo. Cada uno, aceptó de manera muy generosa la invitación y se prestaron a poner en nuestras manos la memoria de las propuestas que les formulamos de manera general, así como el tono y el ritmo de nuestros paseos.

El propósito es que sus reflexiones pasen de su memoria particular a las manos del cronista que, tras ser transcritas y editadas, puedan ser compartidas con los lectores de nuestra época y permanezcan como patrimonio intangible de la sociedad isleña. Ni que decir tiene que el proyecto global está constituido por un conjunto de personalidades que hemos previsto afrontar de manera progresiva.

En el inventario general, tenemos consignada la figura de Lorenzo Olarte Cullen con quien iniciamos nuestros paseos en junio de 2022, en el Parque de San Telmo de Las Palmas de Gran Canaria, en la terraza donde se halla el Kiosco modernista. El proyecto temático incluye diez paseos, que abarcan desde los primeros años hasta la época actual y procura recoger las vivencias de los personajes, sin pretender que sea una biografía ni unas memorias ni una semblanza ni una crónica. Narrar la vida de una persona es un género flexible y se puede afrontar desde el punto de vista confesional.

En esta ocasión, hemos abordado lo que denominamos «Paseo número 1: Paisaje de la infancia». Son treinta páginas que recogen su lugar de nacimiento, en Puenteareas (Pontevedra), donde nació el 8 de diciembre de 1932. Tras haber elaborado esta parte inicial, con cuatro encuentros que se celebraron en junio de 2022: los días 14; 17; 20 y 21. Olarte tenía entonces 89 años y tuvimos que suspender la continuidad de nuestros paseos temáticos dado que el personaje se vio afectado por la pandemia Covid-19.

No obstante, en casi doce horas de encuentros, estamos en disposición de consignar algunos aspectos clave que configuran su personalidad y que podrían constituir parte de su poética. En primer lugar, destacamos su capacidad de dicción, con una voz clara y precisa en el léxico, cualidades que van acompañadas de una memoria detallista y prodigiosa. Él mismo, de manera humilde, se confiesa que está dotado con ese don de la naturaleza. El mundo que describe está ceñido a la edad entre ocho y doce años. En este tiempo, destaca la relación con su padre, a quien le dice que si estando en el seno materno le hubieran preguntado si quería ser gallego o canario, él habría dicho que fue gallego sin su consentimiento, pero que él es ¡canario!, ¡canario!, y ¡canario! En Puenteareas, donde su padre ostentaba la plaza de juez de Primera Instancia e Instrucción, acompaña a su progenitor en sus paseos por el campo con el propósito de coger grillos para saber cómo cantaban y si eran machos o hembras. Desde allí logra su aspiración a que lo trasladaran a Gran Canaria, al juzgado de Vegueta. No obstante, recuerda con detalle su infancia en aquella villa gallega, ya que Puenteareas está hermanada con La Orotava dado que comparten las alfombras por donde pasa la procesión del Corpus.

Algunos vecinos de Puenteareas se quedaban boquiabiertos al comprobar que Olarte recordaba con exactitud el lugar donde colgaban unas pequeñas macetas en las que anidaban las palomas. Confiesa Olarte que cuando trae a colación algún aspecto de su personalidad dice que cree tanto en el horóscopo como en Dios, de suerte que es un Sagitario perfecto. De ahí su amor a la Justicia, al estudio del Derecho y a ser un viajero impenitente, hecho que se puso de manifiesto en el ejercicio de los cargos públicos que desempeña a lo largo de su vida, habiéndose desplazado más de media docena de veces a China y a otros lugares alejados.

Fue consejero de Turismo y Transporte del Gobierno de Canarias y considera humildemente que su obra en el sector turístico es para no olvidar, ya que fue el fundador del primer Patronato de Turismo de España. Su afición especial durante su actividad pública fue la política internacional. Tuvo la oportunidad de conocer a personajes famosos en el mundo entero, con un carisma especial concedido por el Señor. El carisma es un don que nace con la personalidad. Si tuviera que enumerar a algunas personas dotadas de ese don con quien se tropezó en la vida, en primer lugar y a gran distancia coloca a Adolfo Suárez, y afirma que «todavía no ha nacido la mujer que ha de parir a un hombre como Adolfo Suárez».

Olarte estudia en el Colegio Viera y Clavijo que era laico y liberal, y cuyos dueños y directores eran su tío don Pedro Cullen, hermano de su madre, y don Juan Melián Cabrera, caracterizándose porque entre su extraordinario profesorado habían dado cabida a muchos profesores represaliados por Franco y que procedían del instituto de enseñanzas medias. «Puedo citar, entre otros, a docentes de gran categoría como don José Palomino (Matemáticas); a don Ernesto Cantero (Latín); a don José Burgos (Matemáticas, que fue militar, separado del cuerpo), entre otros».

«Teniendo once años, me fui en unión de mi amigo Salvador Melián a visitar al Señor Obispo que a la sazón era el vasco y antifranquista don Antonio Pildain y Zapiain, quien llegó a cerrar la Catedral a cal y canto a Franco, con ocasión de su visita a nuestra isla, marchándose a su residencia de Teror. Con esto impidió que tanto el dictador como su esposa entraran en la Catedral bajo palio».

«Pildain me era especialmente simpático, ya que mi padre también era antifranquista. La visita la hicimos a las cinco de la tarde, después de salir del Colegio que se encontraba en las proximidades, en la calle López Botas donde vivía yo, esquina a Luis Millares donde se encontraba el domicilio de Jerónimo Saavedra. Más tarde fuimos a vivir a la calle Dolores de la Rocha por su gran proximidad al Juzgado».

«La madre de Saavedra debía de ser una santa, pues aguantaba, sonriente y sin enfadarse, el enorme bullicio que formábamos los estudiantes en la calle, debajo mismo de su casa. Recuerdo que siendo muchacho jugábamos unos con otros, especialmente durante el recreo a piola, al escondite y otros juegos infantiles».

Recuerda a su padre como un hombre ejemplar, austero, que solo sentía mayor cariño nada más que con su madre. «Era un hombre de un carisma extraordinario, un abogado que imponía un gran respeto tanto entre la clientela como entre los compañeros en la carrera judicial y que se puso de manifiesto cuando fue separado de la misma por un decreto firmado en Burgos, aunque esta es la hora y no sabemos las razones de la expulsión, pues en cuestiones políticas era moderado en el léxico. Entre los múltiples recuerdos de índole familiar que tengo de mi pobre padre es verlo un día llorando, teniendo yo cuatro o cinco años, y eso fue, según nos dijo mi madre, por haber sido separado de la carrera judicial».

Su afición a las palomas mensajeras le viene de su abuelo que fue quien las introdujo en Canarias desde Bélgica y que se utilizaban con fines bélicos. Las mensajeras constituían la «telegrafía alada», según las calificó su abuelo en una revista del año 1900. Y mis padres, cuando aún no había teléfono, se comunicaban mediante las palomas a una hora convenida. «El recuerdo de mis padres es maravilloso. Jamás conocí el menor enfado entre ellos y siempre el amor sin límites entre ambos».

Otros aspectos se recogen en estos remotos recuerdos de Lorenzo Olarte como son: la mención al paseo de los seminaristas por las aceras de Vegueta y las razones por las que eran apodados «los gatitos»; el paso de las cabras por las calles, con las ubres rebosantes, para ser ordeñadas; el encuentro con el obispo Pildain en un ferry camino de Las Palmas y con la conversación sobre toros, de los que el obispo era gran entendido; la afición primordial de Olarte a los toros, habiéndose planteado llegar a ser torero; las estancias veraniegas de la familia en Las Canteras durante tres meses; su afición a cantar y tocar la guitarra, habiendo formado un trío con el esposo de Mary Sánchez, de donde nació una amistad enorme con la folclórica a quien ayudó en muchas ocasiones, estando en la esfera del poder, siendo presidente del Cabildo de Gran Canaria, así como la asistencia al cine Bahía para lo cual necesitaba el permiso paterno.

Hemos rescatado de nuestro cuaderno de notas biográficas este «Paisaje de la infancia», con el dolor de no haberlo podido culminar según nuestro proyecto, haciendo hincapié en que aquí se nos muestra el Lorenzo Olarte más humano, pegado a sus imborrables vivencias que nos acercan a la personalidad de un personaje clave en la historia de nuestra Comunidad.