Escalera hacia el cielo

El emperador va desnudo

Hasta los cuentos infantiles demuestran que lo que todos creen cierto no tiene necesariamente que serlo

Ilustración

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Bárbara Palmero

Bárbara Palmero

No es mi cumpleaños, pero me han regalado una chapa ochentera de solidaridad con el pueblo kurdo de Rojava. No debo de ser tan mala gente cuando mis amigos me siguen soportando desde que íbamos al colegio, y encima me hacen regalos sin venir a cuento. Porque sí. Porque saben que me va a gustar.

Como así ha sido. Kurdos: un pueblo sin patria, odiado, atacado y obligado a defenderse. Mujeres luchadoras, que toman decisiones en las asambleas, trabajan en las comunas agrícolas, no usan velo porque saben que no es tradición ni mandato de Alah, sino imposición masculina, y combaten a los nuevos nazis, los yihadistas, de igual a igual al lado de los hombres. Cómo no iba a gustarme.

Lo incomprensible hubiera sido que me regalaran el pin de la Agenda 2030. Ese del roscón de colorines que nuestros políticos se ven obligados a lucir en la solapa de sus impecables trajes hechos a medida, para así adoctrinarnos en lo enriquecedor que va a resultar para las empresas del Ibex35 que apostemos por un capitalismo verde y ecosostenible.

Y que confiemos la alimentación del pueblo español a terceros países.

Porque, ¿para qué desaprovechar el campo zamorano apacentando ovejas, unos bichos altamente contaminantes que sólo producen carne, leche, lana, cuero y abono maloliente, cuando Iberdrola y Naturgy van a regar Zamora de millones gracias a la implantación de molinillos de viento y placas solares que producen una energía tan limpia como renovable?

Comer lechazo y queso está sobrevalorado. Igual que abrigarse con un jersey de pura lana merina. Y tener una chupa heavy de cuero de cordero es propio de puretas anquilosados, incapaces de adaptarse a la posmoderna realidad 4.0 en la que vivimos.

La Agenda 2030 vende la mentira de un capitalismo sostenible que no existe, y pretende acabar con la agricultura familiar para beneficiar a las grandes corporaciones

Keep calm y qué no estalle un nuevo motín de Esquilache. Porque quien tenga morriña de chuletillas, siempre va a poder bajarse al moro. Para eso Marruecos es vecino de confianza, socio, amigo leal, amén de garante de los derechos humanos. Y ya de paso, aprovechar el ferry de Tarifa para traer aceite de argán, ras el hanout, y hasta una alfombra beréber.

El COVID probó que los científicos son unos alarmistas. El cambio climático no provoca deforestación, ni derretimiento del permafrost, y por tanto no origina que se liberen a la atmósfera patógenos desconocidos que puedan infectar a una población que no posee defensas frente a estos nuevos virus.

Y la sobresaturación de la ganadería industrial no favorece la proliferación de enfermedades en humanos por desbordamiento zoonótico. No es cierto que el SARS-CoV-2 infectara a un huésped alado, diera el salto infectando después a un mamífero terrestre, y por último a un humano, provocando 18,2 millones de muertos en todo el planeta. Casi doscientas mil víctimas en España.

La pandemia tampoco demostró que, gracias a haber delegado la fabricación de mascarillas, EPIs, respiradores y demás material de seguridad a otros países se generara una alta mortalidad en el personal sanitario, y por ende, en el resto de la población…

El traje del emperador ya no es espectacular, ni de un tejido nunca visto. El emperador va en bolas, la gente lo sabe y lo dice abiertamente. Por eso la población esta vez se ha negado a vacunarse frente a COVID y gripe. Y el Gobierno central y la Junta han tenido que redoblar su goebbeliana propaganda pro-pinchazo y establecer maratones de vacunación. Ni por esas.

Según la plataforma naranjasyfrutas.com que aglutina a productores que venden directamente a establecimientos sin mediadores, intermediarios ni comisiones, el precio de los cítricos se ha incrementado ahora debido a la ley de la oferta y la demanda.

El pueblo soberano de España prefiere confiar su salud a Hipócrates, el histórico médico del "que tu alimento sea tu medicina", antes que a la nueva ministra de Pfizer. Y se está atiborrando de vitamina C de proximidad, de la maravillosa huerta española directa al frutero de la cocina.

Porque con las cosas del comer no se juega, que decían las abuelas.

Pese a ser el pais donde más rápido avanza la desertización, según la FAO, los diferentes tipos de suelo en España, junto con los profesionales del campo, tienen la capacidad de alimentar a todo el país con unos alimentos sabrosos, nutritivos, y a un precio que debería ser el más conveniente, justo y digno, para consumidores, y productores. Porque campesinos y ganaderos deberían poder vivir de su fuerza de trabajo, y no de la paguita de la PAC.

La Agenda 2030, y su colorido pin, pretende acabar con las granjas familiares para beneficiar a las grandes corporaciones. Y es que la Agenda 2030, y su colorido pin, no es más que una filfa para vender la mentira de un capitalismo sostenible que no existe..

Ya lo dice el refrán: aunque el capitalismo se vista de verde, desarrollismo descontrolado, destruye planetas y enferma persona se queda.

(*) Ganadera y escritora

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