El tren de las once

Aquí el presidente, como el maestro del pueblo, no ha sabido estar, su actitud ha sido inexplicable

El encuentro entre Sánchez y Feijóo en el Congreso, en imágenes

El encuentro entre Sánchez y Feijóo en el Congreso, en imágenes

Baltasar Rodero

Baltasar Rodero

Tendría aproximadamente ocho años, iba a la escuela de mi pequeño pueblo, como casi todos los niños, y digo casi todos, porque algunos ya habían comenzado a los doce años, a ejercer labores propias de adulto; había un crío de nueve años, que siempre, de forma constante y persistente, llegaba a la escuela tarde, no exageradamente, pero si se hacía notar su llegada, tal es así, que el gracioso de clase, le apodó como, "el tren de las once", nombre con el que todos nos referíamos a él, cuando él era el objeto de la conversación. Con el tiempo, este apodo se hizo universal, y se acudía a él de forma ofensiva, es, me doy cuenta, el primer caso de bullying que yo presencié sin ser consciente. La ofensa, se convirtió con el tiempo en burla, y de aquí pasó a empujones o zancadillas, que de forma puntual se le propinaban; al maestro parece que le pasó desapercibido, y la situación derivó en que, un grupo de niños le defendíamos frente a los maltratadores, y el otro grupo le ofendía cada día más. Terminó el tema con la intervención de la madre "del tren de las once", que se puso en contacto con el resto de las madres, y las influencias de las madres hicieron que el maestro interviniera, para ponerse del lado del necesitado, propiciándole unas amabilidades impropias por lo exageradas, de tal forma que, aquello que ya adquirió características muy visibles, desapareció, aunque el tren seguía llegando a las once, contando con el beneplácito del maestro, ¿se daban intereses entre el maestro y los padres del niño?

Esto me recuerda, al tren de las once que vienen utilizando los políticos catalanes; de forma lenta, pero siempre constante, han ido elaborando un itinerario, cuyo objetivo final, de una minoría de sus ciudadanos, es: el de la independencia del resto de los españoles. La historia nos indica que, con la unión de los cuatro reinos de la época, Navarra, Granada, Castilla y Aragón, Corona que integraba, además de los condados Catalanes, al Reino de Valencia y a diversas regiones extra peninsulares, se creó la Nación Española, una de las más antiguas de Europa. Actitudes narcisistas de diversos políticos catalanes, han ido acaparando cierta atención: Revolución de 1640; Tercera Guerra de Sucesión en 1714; proposición de independencia propuesta por Artur Mas, que con una participación del 80,76%, votaron de forma afirmativa el 37%; el referéndum del 1 de octubre de 2017, que declaró, a la vez que suspendió, la independencia; el resultado de esta estrategia, ha agudizado la visión narcisista, y aprovechando las facilidades de una ley electoral injusta, y un distanciamiento despreciativo, insultante y estúpido, de los dos partidos mayoritarios, al saberse por ello imprescindibles en la formación del Gobierno de España, el tren de las once no ha dejado de realizar continuos viajes, con cargas cada día más cuantiosas del partido gobernante, incluso hasta el presidente del Gobierno se desplaza allende nuestras fronteras, a visitar a un prófugo de la justicia, del que depende la gobernabilidad. Aquí el presidente, como el maestro del pueblo, no ha sabido estar, su actitud ha sido inexplicable, sabe por la historia el objetivo que persigue el tren de las once, conseguir mayores compensaciones, incluso ciertas cuotas de gratificación extraordinarias, llamativas, que no les corresponden. Son las dos situaciones análogas, además de paradójicas, se incumplen las normas, e incluso se critican y se enfrentan a ellas; un grupo de ciudadanos aplaude, y otro se siente ofendido, pero al final, siempre se imponen los intereses, de los Narcisos conductores del tren de las once, jamás la de los ciudadanos, la de aquellos que les han votado, algo que sería coherente, deseable, esperado y legal.

Esta situación se viene a coronar, con la solicitud de una entrevista por parte del presidente del Gobierno, al representante de la oposición, exigiendo éste, que se quiere reunir en el parlamento, o cámara de diputados, lugar donde se discuten los intereses de los ciudadanos, algo impropio de ambos, porque existe una Presidencia de Gobierno, donde el presidente, ha de recibir a cualquier ciudadano, es el hábitat propio de la Presidencia, el que da el espacio legal, para que pueda ejercer sus funciones.

En cuanto al verificador, observador, coordinador, o póngase el nombre que se quiera, es algo tan anómalo, que marcará época, si pensamos en el deseo de nuestros representantes, como conseguidores del mayor grado de bienestar de los ciudadanos, todos los representantes han de caminar en la misma dirección, puede que el orden en las prioridades, no sea equivalente, pero las necesidades, se saben, y él cómo responder a las mismas, también, de aquí que, el diálogo permitirá, al tener todos el mismo encargo, llegar a acuerdos, con cesiones de unos y los otros. Las comunidades de vecinos son un humilde ejemplo, hay varias cosas que hacer, y se sortea o se vota cual es la más urgente, sabiendo que todas son necesarias, de no entenderlo así, es que los intereses que se debaten son personales, prestigio, algún puesto de trabajo, situación social… cualquier cosa situada en el terreno personal, de aquí que, "todos los maestros en sus diversas épocas", hayan seguido permitiendo circular "el tren de las once".

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