Comentando "lo nuestro"

El lector es un cazador que no siempre tiene a mano las armas necesarias

Ángel Fernández Benéitez

Ángel Fernández Benéitez

Los novelistas son a la literatura como los corredores de fondo al deporte. Quien sufre de pertinaz envidia o admiración, según se mire, ha admirado a los corredores de fondo de la literatura, porque escribir una novela ya exige dos virtudes, la paciencia y la constancia, envidia para quien no las posee y admiración, según el resultado, naturalmente del producto.

Más cuando la novela, que es fruto de la imaginación, se contextualiza en un tiempo pretérito. Ese planteamiento exige un proceso añadido de documentación. Un poco más de paciencia si cabe.

Inventar una historia, urdir un entramado que la sostenga y además tejer sobre esa trama el lienzo de palabras, tiene su mérito. Si además la novela entretiene e incluso ayuda al lector a entenderse en el mundo, "miel sobre hojuelas".

Pero no siempre hay sinapsis entre lector y autor. El lector es un cazador que no siempre tiene a mano las armas necesarias o está indispuesto, porque leer, del latín "legere": coger, (capturar, cazar), exige paciencia y constancia.

Empieza la novela a modo de crónica de un evento, la inauguración de los Juegos Olímpicos celebrados en Barcelona allá por el año 92 del siglo pasado con el entonces príncipe como abanderado de los atletas españoles. Tan nuestro

Vayamos a "Lo nuestro". Cierta indefinición en el sintagma por el artículo neutro aconseja leer la novela si el lector curioso impertinente, se quiere enterar de qué es lo nuestro ahí en la novela de Enrique Llamas, nuestro paisano.

Empieza la novela a modo de crónica de un evento, la inauguración de los Juegos Olímpicos celebrados en Barcelona allá por el año 92 del siglo pasado con el entoces príncipe como abanderado de los atletas españoles. Tan nuestro. Pero no es la historia de aquellos juegos, sino la de dos personajes se vieron involucrados en tal suceso: un periodista, Polo, y una adolescente, Clara. ¿Se puede considerar "Lo nuestro" una novela histórica? Para eso están los expertos, alguno quedará, digo yo.

Yo creo que sí lo es, porque el ambiente en el que se desarrollan los sucesos responde al ambiente de aquel año en el que también se celebraba la Exposición Universal en Sevilla. El autor, Enrique Llamas (1989) ha tenido forzosamente que documentarse para dar la verosimilitud histórica conveniene ,pero además la novela es de un realismo galdosiano y conforme a ese realismo se desarrollan los personajes y sus caracteres. ¿Existieron realmente Fortunata o Jacinta? Puede ser. ¿Existió Nazarín o Alma? Quizá. ¿Existió una Madame Bobary o una Ana Karenina, un tal RazkolniKov o un tal Julián Sorel? Seguramente más de una y más de uno. Existen, sin embardo, gracias a la inventiva, a la paciencia y a la constancia de los escritores Pérez Galdós, Gustave Flaubert, León Tolsói y Stendhal que consiguieron corformar los caracteres humanos de esos personajes contemplados en un marco social, político, económico y moral.

Lo mismo, aconsejo contemplar al lector en su paseo por "Lo nuestro", porque Polo (Hipólito) reúne los caracteres de un hombre en la treintena con un trabajo bien pagado pero precario y de un status socio-cultural determinado; y como narrador (en primera persona) y testigo no neutral, por tanto se convierte en voz crítica de todo aquello a cuanto asiste.

No obstante, Enrique Llamas no se lo pone fácil al lector apacible. Hay en "Lo nuestro" fórmulas narrativas que la Literatura debe al Cine, como el flashbach (o analepsis -con perdón), técnica narrativa que consiste en introducir un recuerdo o secuencia del pasado, lo que rompe retrospectivamente el orden cronológico de la historia), tal como ocurre en sus novelas anteriores "Los Caín" y "Todos estábamos vivos". Pero Enrique Llamas además juega con la otra fórmula de la anacronía, la prolepsis (con perdón), las anticipaciones del povenir.

Toda una prueba para el lector que ha de estar alerta, pero firme y hasta participar activamente en el enredo estructural sin desesperación. De no ser así mejor que se busque uno de esos anodinos bestseller al uso.

Añadiría alguna cosa más como los guiños del autor a sus lectores, ese inmueble de Madrid en el chaflán entre la calle Claudio Coello y Hermosilla que aparece en sus tres novelas.

¿Estamos ante una novela histórica, realista, crítica y experimental? Ya lo dirán los expertos, alguno quedará, digo yo.

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