El espejo de tinta

Julio Iglesias: La vida sigue igual

Un grande al que reconoceremos apenas un rato el día que fallezca

Julio Iglesias

Julio Iglesias / Thais Llorca

Ángel Macías

Ángel Macías

En este mundo en convulsión y transformación, en esta España a las puertas de dejar de serlo, en estos tiempos en los que el esfuerzo personal se entiende menos como obligación y oportunidad que como amenaza, en esta era en la que las tres dimensiones físicas tradicionales se ven desbordadas por esa otra que es el inabarcable ciberespacio, cumple 80 años un Libra llamado Julio.

No me declaro un fan especial ni un escuchante habitual de su música pero reconozco que cada vez que suena, interpretando canciones propias o ajenas, me atrapa en ese manto tendido de música mecida como por el aire o las olas, sus palabras enlazadas y esa cadencia entre melancólica y canalla que, como en su personalidad y pose sobre el escenario, aflora en cada una de sus canciones.

Julio Iglesias es un lujo de alcance universal para España. Un precedente de los Severiano Ballesteros, Montserrat Caballé, Plácido Domingo, Amancio Ortega, Rafael Nadal o Pau Gasol y muy por encima de todos los demás españoles que han adquirido talla y reconocimiento universales. Que lo consiguiera surgiendo de la sima más profunda cuando un accidente lo apartó de su prometedora y ya exitosa carrera como portero de fútbol en el primer equipo del Real Madrid, debería servir de ejemplo y recordatorio diario en esta época en la que el gimoteo, el exigir que todo nos lo den hecho y el quejarse de que a otros les vaya mejor que a uno sin hacer nada para intentar cambiarlo parece ser la nueva ideología de masas.

Debiera ser la suya una de las voces a tener siempre en cuenta en estos atribulados tiempos repletos de mediocres, jetas y advenedizos. Sin embargo, será por envidia, será por indigencia mental, cuando osa opinar le caen chuzos de punta, lo cual por otro lado, intuyo que no le debe preocupar demasiado

Cuentan que cuando Iglesias llegó a Estados Unidos para intentar triunfar en el mercado anglosajón después de haberse consagrado como el más importante artista en lengua española, pidió a través de su discográfica cantar con Frank Sinatra y cuentan también que la respuesta de éste fue: "Lo haré cuando Julio Iglesias aprenda a canta". Y Julio, que siempre reconoció que no había nacido con el don para cantar y que su éxito no se debía a sus cualidades artísticas sino a su capacidad para el trabajo, el esfuerzo y sus deseos de superación, se puso al tajo y aprendió. Y sí, tiempo después cantó con Sinatra.

Que además presuma de español allí donde esté, lleve a gala su origen y lo que ello le da de impronta en su profesión y que la distancia geográfica pero la cercanía de inquietud y su conocimiento del mundo le otorguen una especial perspectiva debería hacer que fuera una de las voces a tener siempre en cuenta en estos atribulados tiempos repletos de mediocres, jetas y advenedizos. Sin embargo, será por envidia, será por indigencia mental, cuando osa opinar le caen chuzos de punta, lo cual por otro lado, intuyo que no le debe preocupar demasiado.

Julio Iglesias es un grande al que reconoceremos apenas un rato el día que fallezca. Pero también eso le dará, imagino, bastante igual. Pensará "begin de begin" que todo es un volver a empezar, porque en el fondo, siempre, la vida sigue igual aunque para ello siempre esté en cambio.

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