Una traición doctrinal

Todas las religiones dicen que la suya es la única verdadera y las demás son falsas

El Papa Francisco el pasado 7 de junio.

El Papa Francisco el pasado 7 de junio. / EFE

Alfonso Vázquez  Vaamonde

Alfonso Vázquez Vaamonde

"Por sus obras los conoceréis" dice el evangelio, y en román paladino se dice "obras son amores y no buenas razones". No solo las obras sino el lenguaje no verbal es representativo de la distinta actitud que mantienen las personas, físicas o jurídicas. Y la imagen que se atribuye a dichas personas y a sus actos se pone de manifiesto en los pequeños detalles que son "sacramentales" en su sentido etimológico, que es el de simbólica representación de "algo".

Cuando hablamos de la comunidad/enfrentamiento entre las religiones parece que es superior el enfrentamiento a la comunidad. De entrada, todas ellas dicen que la suya es la única verdadera y las demás son falsas. Con semejante planteamiento de partida se acaba en la ilegalización de las "iglesias falsas" cumpliendo así con el refrán que dice "no pidas a quien sirvió ni pidas a quien pidió".

El triunfo temporal de la iglesia cristiana se produjo cuanto Teodosio la declaro oficial. Con ello comenzó su fracaso doctrinal. Pronto se olvidó aquella alabanza de Cristo a S. Juan Bautista contra los poderosos "los que llevan vestiduras delicadas, en las casas de los reyes están" porque allí siguen los sumos pontífices, y los que son menos "Sumos", de las distintas sectas cristianas (católicos, las distintas reformadas apostólicas y las cristianas de los recientes profetas de los S. XIX, XX y XXI). Tampoco parece que se acuerden del consejo "si quieres seguirme vende todo lo que tienes y reparte entre los pobres" (Mt. 19:21), ni parece importarles mucho el riesgo que corren dado lo poco recomendable que es hacerse rico porque "es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entren en el cielo" (Mr. 19:23) ni sigan la recomendación de que "no acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrone se meten a robar. Porque donde esta tu tesoro allí estará también tu corazón" (Mt. 6:19), porque, aunque sea cierto que nadie "podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo" (Mt. 6.27) no paran de inmatricular mezquitas sin por ello despreciar capillas y predios.

En cuanto a lo de los lirios del campo nadie lo discute, pero nadie sigue el consejo "busquen el reino de Dios por encima de todo lo demás y lleven una vida justa, y él les dará todo lo que necesiten. Así que no se preocupen por el mañana, porque el día de mañana traerá sus propias preocupaciones. Los problemas del día de hoy son suficientes por hoy" (Mt. 6:32) porque quizá todos tenemos poca fe.

Respecto al pacifismo, tras el edicto de Teodosio comenzaron los cristianos a perseguir a las otras religiones con el mismo rigor que hoy lo hacen los talibanes. Y a los que dentro de su seno interpretaban los textos sagrados de modo distinto a la autoridad religiosa, se le declaraba hereje y se le excomulgaba, lo que hasta parecía razonable. Lo era menos emprender una guerra contra ellos. También contra los musulmanes y se perseguía a los judíos, pidiendo el auxilio para matar a los demás al mismo dios común a las tres religiones, como cuando se le pedía al Dios Marte ignorando la recomendación directa del propio Cristo: "si te pegan en una mejilla ofrece la otra" (Luc. 6:29) o la de "mete la espada en su vaina que el que a hierro mata a hierro muere" (Mt. 25:51) o siguiendo el pacífico consejo de que "cualquiera que no os recibiere, ni oyere vuestras palabras, salid de aquella casa o ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies" (Mt.10:14).

Pero tampoco parece que sean muy pacíficos a nivel doméstico todo el mundo está dispuesto a "tirar la primer piedra" (Jn. 8:8) y nadie "a perdonar setenta veces siete" (Mt. 18:21); conforme hizo Cristo con la Magdalena a la que "sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; más aquel a quien se le perdona poco, poco aman" (Lc. 7:47).

Esta reflexión sobre la realidad que vivimos, ¿cabrían más?, no pone en duda que habrá muchos cristianos, en todas y cada una de sus distintas sectas, sean apostólicos o más recientes, que sean ejemplares seguidores de la doctrina cristiana; sólo comento que mucho no parece ser que abunden. De hecho, Cristo ya contaba con ello cuando dijo "muchos son los llamados y pocos los elegidos" (Mt. 22:14)

Yo me conformaría con que, al menos, dejaran de vivir a cuenta de los Presupuestos Generales del Estado y empezaran a pagar impuestos como todo hijo de vecino; y que los gastos para el mantenimiento de sus actividades de sus iglesias fuera fruto de la solidaridad de sus creyentes entre ellos mismos y para con los demás, pero con su propio dinero; porque parece indecente vivir a costa de los que no creemos en ella; al menos parece algo feo.

(*)Abogado. Secretario General del Centro de Estudios Ateneos

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