El filange del avión

La Ley Trans ha conseguido crear un problema donde no lo había

08 MARZO 2023

08 MARZO 2023 / Fernando Sánchez

Bárbara Palmero

Bárbara Palmero

Una de las reglas de oro del periodismo dictamina que es necesario contextualizar declaraciones y hechos. Poner en contexto significa que la marrullera peineta de Mañueco realizada en un ambiente casual, entre amigos, en casa o en una fiesta bunga-bunga constituye una broma. Pero realizada en el hogar donde reside la democracia regional, es una falta de respeto hacia el pueblo soberano.

Contextualizar una noticia viene a ser la misma ardua tarea que realiza un juez cuando, antes de dictaminar una sentencia, expone los antecedentes en los que se basa su decisión.

A modo de contexto: En un episodio de la afamada serie televisiva, Friends, Rachel se ha subido a un avión dispuesta a iniciar una nueva andadura en París. Y a su amiga Phoebe, que no concibe que se marche, no se le ocurre mejor idea que inventarse una excusa de lo más estrambótica para hacerle cambiar de opinión. La llama por teléfono antes de despegar y le pide que se baje del avión, porque tiene la sensación de que algo le pasa al filange izquierdo del avión.

La serie es una comedia, y el desternillante enredo comienza cuando un pasajero, que ha escuchado muy preocupado toda la conversación, ante la duda, decide bajarse del avión, pero la asistente de vuelo se lo impide. Desesperado, el buen hombre le explica la historia del filange.

Si se puede ser Oficial y Caballero y dama de alta cuna y baja cama, por qué no se va a poder opositar a bombero como mujer, y ligar en Tinder a lo machote

Cuando la azafata le asegura que no hay ningún filange, todos los pasajeros entran en pánico y bajan en tromba, porque no están dispuestos a volar en un avión que no tiene filanges, y ello a pesar de desconocer qué es un filange. No pueden saberlo, obvio, se lo acaba de inventar Phoebe.

Al final, la tripulación decide acabar con la neurosis colectiva siguiéndoles el juego. Aseguran que han arreglado el filange, y que incluso han añadido un filange de repuesto. Así que el pasaje, debidamente tranquilizado, vuelve a sentarse cada uno en su sitio.

España ha dejado de ser el esperpento bufo, ese país en trance de ruina, una deformación grotesca de Europa, como la catalogaba el inigualable genio literario de Valle-Inclán. Tampoco es ya el país de charanga y pandereta al que lloraba sin consuelo la hermosísima lírica de Machado.

Después de la fallida Ley de sólo sí es sí, no se puede pretender defender a las mujeres frente a la violencia sexual sólo con educación buenrollista, y sin un endurecimiento extremadamente riguroso de penas, España es ahora mismo una sitcom estrafalaria y ridícula, en la que no cabe un sinsentido más.

Al igual que en la famosa serie de los noventa, el ministerio de Igualdad ha conseguido crear de la nada un problema donde antes no lo había. La Ley Trans es el filange izquierdo del avión de Friends. Una Ley que ya ha empezado a poner del revés el funcionamiento racional de la sociedad.

Una Ley que ha nacido para negar a las mujeres. Y a la Ciencia, que está por encima de los traumas freudianos de nuestros dirigentes. A partir de este momento, la diferenciación de sexo no estará basada en los cromosomas sexuales. Antes, si se era hombre, se era heterogamético, es decir, portador de los cromosomas XY, mientras que, si se era mujer, se era homogamética, o portadora del doble cromosoma XX.

Pero ahora, gracias a la Ley Trans, cada uno podrá elegir libremente cómo se define en función de las circunstancias económicas, o sus necesidades fisiológicas. Si se puede ser a un tiempo Oficial y Caballero, y dama de alta cuna y de baja cama, por qué no se va a poder opositar a bombero como mujer de día, y ligar en Tinder a lo machote de noche.

La meteorología va a ser otra variable muy a tener en cuenta a la hora de definirnos sexualmente. Porque según la biometeorología psiquiátrica, los días de viento sur influyen más en las personas meteosensibles. Por eso mismo, La Biblia restaba importancia a los arrebatos irracionales del rey Salomón cuando azotaba "el Jamsin", y en la legislación suiza incluso se considera atenuante en la comisión de delitos violentos.

Según la Ley Trans, ser mujer es un mero sentimiento. Y un deseo, que trae el viento. O se lo vuelve a llevar.

Lo cierto es que la Organización Mundial de la Salud cifra en un 0,3% el porcentaje de población transgénero. Y de los cuarenta y siete millones de españoles que estamos registrados en el censo, tan sólo entre catorce y veinticinco mil ciudadanos se definen como tales.

¿Era necesaria una Ley exclusivamente para veinticinco mil españoles?

Según la OMS, un 7% de la población mundial padece una enfermedad rara para la que ni existe cura, ni investigación para encontrarla porque no es rentable tanta financiación. Más de tres millones de españoles sufren una de estas comúnmente llamadas enfermedades raras. Sin embargo, no disponen de una legislación específica…

De niña, mucho antes de que nacieran Falete y la ministra de igualdad, era normal pasear por las calles de Triana y ver hombres vestidos como hombres, pero con los labios y las uñas pintadas, y un bolso femenino al hombro. Habitual también era ver hombres travestidos de mujer, porque España nunca ha sido un país transfóbico.

No lo era, y sigue sin serlo. Por eso no era necesaria una Ley Trans, salvo en la mente de esta izquierdita woke, acomplejada por el Checkpoint Charlie berlinés y la pobriña perrita Laika, pero enemiga acérrima de los omnívoros conscientes y las estatuas de Fray Junípero Serra, y que se dedica con profusión a crear problemas buscando inexistentes filanges en el avión.

Y es que cuando el diablo no tiene qué hacer, espanta moscas con el rabo e incluso logra lo impensable: fracturar el movimiento feminista.

(*) Ganadera y escritora

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